No grave will hold me...

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Os estoy vigilando...

miércoles, 12 de septiembre de 2007

The Sandwatch I

La puerta de la aldea se abrió para dejar pasar al enorme carromato. Los guardias del portón no consideraron sospechoso al conductor. Resultaba pintoresco, sí, pero debía ser un feriante.

El conductor vestía una túnica de gala negra con una camisa blanca y una cinta roja alrededor del cuello, y la mitad de su rostro estaba cubierta por el ala de un sombrero de copa alta. La mitad visible del rostro lucía una amplia sonrisa cuando las puertas de abrieron. El caballo que tiraba del carro era blanco y enorme, de crines oscuras, y se adentró en la aldea erguido y orgulloso.

Se trataba de una aldea pequeña y más bien pobre, cuyas escasas visitas solo se dedicaban al comercio e intercambio de víveres y utensilios. Niños y mayores vieron ilusionados el carromato, esperando un espectáculo que les entretuviera y aportaran algo de chispa en sus monótonas vidas.

La nube de polvo que levantaban las ruedas del carro superaba en altura los edificios de la aldea, ya que eran de construcción humilde. La plaza de la aldea era un amplio solar en el cual se establecían los puestos de mercado, pero en ese momento estos ya habían sido recogidos. En el centro de la plaza se erguía un pilar de piedra que suponía el único remanente de unas ruinas sobre las cuales se construyó la aldea. Se mantuvo allí para recordar que los imperios caen, que todo cambia, pero que siempre puede quedar el recuerdo. Ese fue el pensamiento del primer alcalde de aquella aldea, algo mas de cien años antes, y así se grabó en una pequeña placa de cobre en la base de la columna.

El actual alcalde era también el herrero de la villa. Realmente, no era más que un habitante más que también se sorprendió por la llegada de un extraño. Vio cómo se detuvo en la plaza del pueblo y bajó del asiento del carromato. El alcalde salió de la herrería y se dirigió hacia la plaza también, intrigado. Le seguían tanto sus cohabitantes como sus preguntas. Le preguntaban sonrientes que qué había preparado, y se extrañaron de no obtener respuesta.

El extranjero se movía con pasos rápidos y seguros. Al parecer, estaba tan ansioso de preparar su número, o eso pensaban los aldeanos. Abrió la parte de atrás del carromato apoyando la compuerta a modo de rampa. Seguidamente se adentró en la amplia cavidad del carro y comenzó a tirar de una cuerda. El otro extremo de la cuerda estaba cubierto con una lona amarilla brillante ya que estaba atado a una estructura rectangular tumbada muy basta y pesada. El recién llegado arrastró el pesado objeto hasta dejarlo junto a la base del pilar. Cogió el extremo de la cuerda y lo lanzó certeramente por encima de la columna para que colgara por el otro lado de la misma. A continuación desató al gigantesco caballo del carro y lo llevó hacia el extremo de la cuerda, que ató a sus riendas. Palmeó los cuartos traseros del caballo para que tirara, usando la columna como polea. De este modo, la estructura rectangular se fue levantando hasta quedar apoyada por uno de sus lados.

El extraño desató la cuerda del caballo y lo acercó a la estructura, que se alzaba hasta casi alcanzar la altura de la columna. Se subió al caballo, pero no se sentó, se mantuvo de pie y saltó ágilmente sobre la estructura, de espalda a su público.

- Damas, caballeros – cuando el extranjero se dio la vuelta, se había colocado una máscara en el rostro. Era una máscara de un rojo intenso. Tenía un par de pequeños cuernos rizados sobre las cejas, que coronaban un par de ojos amarillos. También presentaba un fino bigote sobre el labio superior y una pequeña barba de chivo bajo el inferior. Su boca se torcía en una macabra sonrisa – Soy el Diablo.

Se agachó para tomar la lona con una mano y tiró de ella hasta apartarla completamente de la estructura.

Se trataba de un enorme reloj de arena.

Sus bases eran circulares y de la oscura madera del ébano. Se conectaban con cuatro pilares cilíndricos, de la misma madera, aunque ornamentados con una serpiente bicéfala tallada en cada uno, cuyas bocas abiertas parecían sostener las bases. El centro del reloj era de cristal pulido e inmaculado, y la arena de su interior era blanca y fina, pero su centro era tan estrecho, que ésta caía lentamente.

- Y este es el tiempo que les queda de vida.

7 comentarios:

Tréveron dijo...

ña!

este no es el relato que tenia intencion que fuera despues del de Follow the Leader, es uno mucho mas corto que se me ocurrio hace dos noches

:P tendra otra parte y como máximo, una tercera, assi que no es muy agobiante

xDDD

espero que os guste!!

Pícara dijo...

Esto de contar las cosas por partes me pone de los nervios >_<
¡Pon la continuación ya!

¡Primeeeeera! ^^

Tréveron dijo...

te esperas, impaciente!!!


x(

Anónimo dijo...

bueno veremos se consigue superar a follow the leader...aunk lo tienes mu xungo ^^

Tréveron dijo...

nah, lo dudo

xP

Sinkim dijo...

Ya que lo pides tan educadamente te comentaré XDD

La narración está bastante bien, teniendo en cuenta que es la introducción y que, como es lógico, no suceden grandes cosas :-)

La última frase es muy buena y eleva mucho el nivel del relato, a la vez que deja la historia en un punto muy interesante :-D

Es decir, ya estás tardando en poner la continuación XDD

Tréveron dijo...

la pondré cunado la lea todo el mundo!!!


x(