No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

sábado, 29 de marzo de 2008

I've Been Dreaming...

Una inquietante frase...

"Te pareces al Principe Edward de 'Encantada' (James Marsden), ¡eres muy expresivo!" -Deed-

No sabía qué pensar... Me encanta el papel de ese hombre en esa película, pero... ¿parecerme a él...?

¡¿A ESTE HOMBRE!?


(Lo que se supone que hay que ver del vídeo es hasta el minuto y medio '^^)

Si no tenía suficiente con parecerme a Derek Zoolander

Entonces descubrí algo todavía más inquietante...






















En fin... Es mi sino...

jueves, 27 de marzo de 2008

The Nether, Chapter XI: Stories to Tell (I)

El enorme perro buscaba entre el espeso mar de altísima hierba, hasta el punto de que Dimahl sólo veía una lanuda cola que se movía de un lado a otro. El guardián sonrió mientras suspiraba y silbó para llamarle. La cabeza del animal asomó entre la hierba y comenzó a correr hacia él. El Nero no tenía ninguna intención de recuperar aquella máscara.

Dimahl miró a su alrededor. Aquello que buscaba no parecía encontrarse allí donde posaba sus ojos, así que simplemente intentaba decidir qué rumbo seguir. Optando por lo más sensato, volvió a llamar al perro y retrocedió sobre sus pasos, volviendo a las inmediaciones de la entrada de Guardaluz.

Entonces se le ocurrió una cosa. De nuevo, contemplaba la colosal Biblioteca, de la cual se suponía que Nahara había encontrado aquel cuento que les había ayudado a infringir uno de los decretos más esenciales.

A medida que Dimahl se acercaba, podía vislumbrar el triangular techo de aquel lugar, en cuya fachada frontal podía ver el grabado de una figura cubierta enteramente por una túnica sosteniendo un libro. La Biblioteca era rectangular en su base, y de las altísimas paredes que la cercaban, multitud de ventanales se abrían, dejando entrar la cálida luz del Sol que bañaba el territorio de los Bianco. El umbral de aquel edificio presenta tres escalones mucho más largos que altos. Tres gigantescas columnas de mármol blanco inmaculado sostenían el techo a cada lado de los enormes portones de madera abiertos. Antes de adentrarse miró con severidad al perro, que le devolvió una mirada interrogante.

- Quédate aquí, y no te muevas - inquirió

El perro se tumbó en el suelo del umbral sin dejar de mirar a Dimahl, jadeando con la lengua fuera. Cuando se alejó un solo paso, el perro ladró estruendosamente, como protestando por la discriminación. Dimahl se volteó y le chistó, a lo que el animal respondió guardando su lengua en su boca alzó las orejas. Seguidamente apoyó su cabeza en sus patas y bufó.

Bastó con que el Nero pusiera un pie dentro de aquel lugar para que un intenso aroma a papel y papiros antiguos mezclado con madera le inundara, acogiéndole en el agradable ambiente que reinaba allí. Hasta donde alcanzaba la vista, infinidad de repletas estanterías se alzaban sobre el suelo de mármol moteado, así como gran cantidad de mesas, aunque en menor número. En éstas, cada una con un número variable de sillas, se podían ver muchos de los residentes de Guardaluz, así como algún Bianco, leyendo tomos o papiros, rodeados de pequeñas pilas de libros. Finalmente, algunos Bianco vagaban también entre las mesas, velando por el bienestar de los que leían. El eco resonante de un leve murmullo arrullaba a los lectores.

Dimahl se adentró unos pasos lentamente, mirando el altísimo techo.

- Ehm... Este... ¡Hola!

Una temblorosa voz le llamaba a su derecha, pero el Nero estaba absorto.

- ¿So... sois nuevo? No le... no... no os conozco...

Dimahl finalmente se percató y giró la cabeza, mirando hacia la nerviosa risa que se dirigía a él.

Tras un mostrador de piedra blanca, un hombre de apariencia joven, algo más bajo que Dimahl, se fijó entonces en su cicatriz. Aun se puso más nervioso.

- Oh... Sois... Ehm... Eh... U-un... un Arcángel... Ya... Ya veo...

Otra risa nerviosa abandonó su boca. Se trataba de un muchacho que, pese a su mirada vivaz de ojos claros, bajaba la cabeza constantemente, muy vergonzoso para mirarle a los ojos. Tenía el cabello castaño y ondulado y dos lóbulos en su mentón imberbe. Un ancho brazalete de plata ceñía cada uno de sus brazos. Salió del mostrador a paso rápido, ondeando la capa típica de los varones Bianco, para acercarse a un perplejo Dimahl.

- Me llamo... mi nombre es... ¡Rálsiven! – dijo el muchacho haciendo una reverencia, llevándose una mano al cogote al enderezarse de nuevo – Sí... Eso... Rálsiven... ¡Si necesita algo... eso, aquí me tiene! – se señaló uno de los brazaletes – Soy el... el encargado de este sitio – miró a su alrededor con rapidez

Dimahl frunció el ceño al ver a ese peculiar personaje. Le extrañaba terriblemente que hubieran dejado de encargado de la Biblioteca a alguien así. Aquella inseguridad no le permitiría llegar muy lejos en Nocheeterna.

- Sí, me podrías ser de ayuda. – inquirió Dimahl; Rálsiven le miró con una mezcla de esperanza e inquietud – Verás – intentó sonar todo lo afable y creíble que le era posible – me interesan mucho las historias. ¿De dónde proceden las de la Biblioteca?

Al Bibliotecario le extrañó un tanto aquel interés proveniente nada menos que de un Arcángel, pero se creció con aquella pregunta.

- Pues todos los libros que tenemos aquí provienen de los residentes – dijo Rálsiven – Los autores reescriben sus obras de vida aquí generalmente y algunos de nosotros las trabajamos y encuadernamos. – Señaló a la infinidad de estanterías y sonrió – Y así se consigue un muy próspero archivo que...

- ¿Y los pergaminos? – interrumpió Dimahl, buscando cualquier señal de éstos a su alrededor

- Oh... los pergaminos y papiros... – dijo el Bibliotecario sin percatarse de la interrupción – Veréis, algunos de los residentes se dedican a escribir aquí sin haber ejercido en vida. Generalmente no suelen ser más que relatos, cuentos o poemas, pero a pesar de que no los encuadernamos apreciamos y atesoramos sus obras, dedicándoles un pasillo entero – respondió satisfecho. Al percatarse de que Dimahl apenas le prestaba atención ya que buscaba con la mirada ese pasillo, Rálsiven alzó su mano, señalando uno en el extremo opuesto de el lugar donde se encontraban – Justo allí.

- Vale, gracias

Sin más, Dimahl se encaminó hacia el pasillo indicado, sin volverse a mirar al Bibliotecario.

- P-pero si… si me permitís aconsejaros… - dijo éste cuando el Nero se hubo alejado unos pasos. Se detuvo y volteó lentamente, dedicándole una impaciente mirada a Rálsiven, a la que éste respondió retrocediendo – Hay… hay un residente al que le interesan mucho… este… las historias…

- ¿Quién? – respondió cortante Dimahl

El nervioso Bibliotecario escrutó entre las mesas.

- Es… es aquel caballero – dijo señalando a un hombre del cual solo pudo vislumbrar que llevaba negras vestiduras, al estar oculto tras un enorme libro de cubiertas verdes con ornamentos dorados.

Dimahl, ignorando el consejo se Rálsiven, se dirigió a paso rápido hacia el pasillo indicado. Lo último que necesitaba era que alguien más se percatara de su presencia en aquel lugar. El Bibliotecario, a sus espaldas, suspiró con una mezcla de decepción y alivio.

El Nero caminó pasando las innumerables estanterías rebosantes de multitud de códices hasta que finalmente llegó al pasillo que Rálsiven le había indicado. Dimahl sintió de manera más intensa el aroma de papel antiguo y madera procedentes de las estanterías que le rodeaban en aquel corredor. Los pergaminos se hallaban enrollados y atados con cordeles o cintar de diversos colores, pero aparte de eso no parecían presentar ningún tipo de orden concreto. El Nero ojeó un par de ellos escogidos al azar: uno era otro relato acerca de un personaje anónimo que buscaba su camino y el otro era un triste poema que hablaba de la soledad. Aquello era inútil.

Entonces Dimahl recordó algo inquietante.

“El relato es anónimo... Lo encontré en una sección de historias de colaboración entre clanes, pero no sé nada del autor...”

Nahara no habló de relatos escritos por los residentes, habló de otra sección. En su momento el Nero no le dio importancia porque ignoraba cuál era la estructura de organización de la Biblioteca de Guardaluz. Pero ahora que tenía una idea, por leve que fuera, aquello no cuadraba. Dimahl retrocedió sobre sus pasos y volvió a la entrada de aquel lugar, hacia el mostrador del Bibliotecario. Cuando éste se percató de que el Nero volvía hacia él, salió de su sitio de trabajo de un brinco.

- ¿Ne... – carraspeó –...cesitáis ayuda? – intentaba sonar más contundente tras el carraspeo; no lo consiguió

- Busco otra sección de la Biblioteca. – dijo Dimahl – Colaboración entre clanes.

Rálsiven frunció el ceño un instante, antes de percatarse de que ello podría parecer inadecuado.

- ¿Po... por qué querrías... ver esa... esa sección en particular?

- Mis asuntos, con el debido respeto, no son de vuestra incumbencia – Con un tono contundente, el Nero pretendía arrollar la frágil personalidad del Bibliotecario; funcionó

- Es... Yo... lo siento, señor... Es... es la estantería del... del fondo de la pared... oeste... – respondió Rálsiven cabizbajo, incapaz de mirar a Dimahl a los ojos

El Nero se alejó, oyendo cómo el Bibliotecario suspiraba de alivio. A pesar de que en esa ocasión se había salido con la suya, debía actuar con cautela. Caminó hacia la pared oeste y se dirigió hacia el fondo. Una vez llegó, no encontró más que una solitaria estantería con una plaquita de cobre en su borde derecho que confirmaba las indicaciones de Rálsiven. Había algo raro en ella: a diferencia del resto de los estantes de la Biblioteca, en aquel apenas habían documentos y un par de códices. De nuevo Dimahl ojeó algunos de ellos: encontró el permiso oficial que le permitió a Latvian adentrarse en Guardaluz para tomar frutos de sus campos, y un libro de registros de los Arcángeles donde se enumeraban los residentes que fueron traspasados a Nocheeterna, o “grises”.

Aquello no cuadraba. ¿Cómo era posible que un relato en el que iba implícita aquella información pudiera acabar en aquella olvidada sección? ¿Se trataba tan solo de un traspapeleo? “No…”, pensó Dimahl, “Demasiada coincidencia…”. De nuevo, el Nero sintió la urgencia de volverle a preguntar al Bibliotecario. Sin embargo, sabía que no debía hacerlo bajo ningún concepto o incluso Rálsiven sospecharía. Siendo así, solo le quedaba una alternativa: aquel que el encargado de la Biblioteca le había sugerido conocer.

“Maldita sea…”

Dimahl chasqueó la lengua molesto. Ya llamaba suficiente la atención dando a entender que él era un Arcángel como para además tener que acercarse a conocer gente. Pero debía hacerse si quería desentrañar aquel misterio. Realmente, debía hacerlo. Si encontraba algo que no debería haber sucedido debía informar inmediatamente a Nahara. Después de todo, estaba en deuda con ella, y la conciencia de Dimahl tras aprovecharse de ella de manera tan egoísta le instaba a hacer algo al respecto.

Así pues, muy a desgana, el Nero se dirigió, cruzando de nuevo la gigantesca Biblioteca, hacia la mesa donde se hallaba aquel hombre, si bien solo sabía que era tal cosa porque Rálsiven así lo había dicho. El tipo en cuestión seguía casi completamente oculto por un tomo enorme de cubiertas verdes ornadas con filigranas doradas. Para alivio de Dimahl, aquel hombre estaba solo en la mesa donde se encontraba. Una vez el Nero se encontraba a su altura, carraspeó para llamar su atención, pero al parecer el lector estaba demasiado absorto.

- Disculpadme – llamó Dimahl con un deje de impaciencia

Aquel hombre asomó la nariz por encima de los lomos de enorme libro y le miró a través de unas gafas rectangulares con sus ojos castaños. Su rostro era joven pero de rasgos muy marcados, y una mata de pelo del mismo color le llegaba de manera irregular hasta las cejas, que tras la interrupción, se alzaron de manera curiosa.

- ¿Sí? – su tono, extrañamente, era cálido y afable

- He sido indicado que sois…– Dimahl intentó sonar lo menos ansioso posible – que conocéis multitud de las historias que pueblan esta Biblioteca

Aquel hombre sonrió (o eso parecía por la expresión de sus ojos, su boca aun quedaba cubierta por el libro) y se llevó una mano a la nuca. El tomo se tambaleó al perder el soporte de dicha mano. Dimahl pudo incluso observar en su nariz un atisbo de sonrojo.

- Este Rálsiven… – rió – Creo que me da más crédito del que merezco.

- Me preguntaba si podríais ayudarme a localizar un relato – propuso el Nero

- ¡Claro que sí! ¡Oh! ¿Dónde están mis modales?

Dejó caer el tomo a la mesa, que hizo un estruendoso ruido seco al caer. Dimahl dirigió inmediatamente la mirada hacia las páginas del tomo, al llamarle la atención las vistosas ilustraciones que las ocupaban. Había representados colosales dragones pintados de manera exquisita, y hermosas hadas de piel blanca y delicadas alas membranosas a los pies de éstos.

- ¡Mi nombre es Paln!

Pero a Dimahl le llamó más la atención aquel que leía el tomo. Los largos ropajes negros terminaban en un alzacuellos blanco a la altura del cuello de aquel personaje: era una sotana. Lo cual daba a entender que Paln era ni más ni menos que un sacerdote. El Nero miraba con los ojos entrecerrados y de manera descarada el alzacuellos, algo que no pasó inadvertido.

- Sí… Lo sé… – dijo sonriendo – “Un sacerdote leyendo fantasía”. ¿Podríais obviarlo y hablarme de vuestro relato?

Dimahl permaneció unos instantes desconcertado. Pero pronto agitó ligeramente la cabeza para apartar aquella aparente contradicción para volver al asunto que les concernía.

- Será mejor, sí…
- ¡Aun no me habéis dicho vuestro nombre! – interrumpió Paln; el Nero suspiró

- Lo siento, tenéis razón – fue un esfuerzo titánico el que hizo para pronunciar aquellas palabras – Mi nombre es Dimahl

- ¡Encantado, pues! Tomad asiento – ofreció Paln educadamente, el Nero aceptó y se aposentó en la silla frente a él – Ahora, habladme de esa historia.

- Es muy extraño… – comenzó Dimahl – Parecía uno de esos relatos escritos por los residentes aquí mismo, en la Biblioteca. Según Rálsiven, estos escritos deberían clasificarse en la sección dispuesta para tal fin. Y sin embargo se encontró en la sección de Colaboración entre Clanes. – mientras Dimahl hablaba, Paln miraba de manera aparentemente distraída a su alrededor, algo de lo que el Nero se percató – ¿Me estás prestando atención? – continuó, irritado

- La historia trababa de un Nero y una Bianco que encontraron la manera de transmutarse, ¿no es así? – respondió Paln, bajando ligeramente la voz.

Dimahl le miró esperanzado, incluso el esbozo de una sonrisa pudo vislumbrarse en su rostro.

- ¿¡La conoces!?

- ¿Que si la conozco? ¡La escribí yo!

martes, 25 de marzo de 2008

Gimme a Whistle

Hace ya demasiado tiempo que lo tengo, y todavía no he hablado de él.

Así que... este post se lo dedico a mi Pito.

Habréis observado que le trato con nombre propio. ¡Faltaría más! ¡Mi Pito se lo merece!

Bueno... qué decir de él... Mi Pito es peludito y muy mono. Ahora mismo aun es pequeño, pero crece muy deprisa, y en un par de meses, seguro que se hace enorme. Pero bueno, obviamente es mi Pito, yo no iba a decir nada malo de él, así que cuento con una opinión imparcial.

Deed también puede hablaros de mi Pito, ella lo ha visto muchas veces. A ella también le encanta. Es normal, mi Pito es muy juguetón y cariñoso con las damas. Sobretodo le gusta porque bota y brinca cuando se le acaricia.

Sigh... Ojalá fuera lícito poder enseñar por todas partes a mi Pito... Quisiera que todo el mundo pudiera jugar y disfrutar con él porque... la satisfacción de mi Pito, es mi satisfacción.

¡Pero bueno! ¡¿Dónde están mis modales!? ¡Os enseñaré una foto de mi Pito! ¿Qué digo? ¡¡Os enseñaré dos!!

¿Estáis preparados para verle? Puede ser un autentico shock verlo así, de repente porque... la belleza de mi Pito es... sencillamente... abrumadora.

En fin, allá va:







































...





































...




























.

Este es mi PERRO Pito.



Es un cachorrito de bretón y tiene dos mesecitos.







¿A que tiene un nombre muy curioso?

sábado, 22 de marzo de 2008

Just an Opinion


(Pulsar imagen para ampliar)

Basado en hechos reales... (Diox, siempre he querido decir eso... xD)

En fin, espero que sea la primera de muchas tiras '^^

martes, 18 de marzo de 2008

Reject Yourself

Para intentar distraer vuestra atención del hecho de que yo una vez escribí un relato (ajiem...) os ofrezco de nuevo una canción.

Una vez más, es de uno de mis grupos favoritos, Killswitch Engage, al cual pertenecen dos de las canciones que yo ya he publicado pro estos lares (The Arms of Sorrow y The End of the Heartache). Sin embargo, me gustaría decir (y de hecho, me alegro de decirlo) que no presenta la misma ,y por otra parte típica, tendencia embajonante que tanto me gusta a mi. Tiene muchísima fuerza y a pesar de ello resulta melancólica, sí, pero como observaréis en la letra, es una de esas canciones que te da una bofetada en la cara y te incita a abrir los ojos. De hecho, ese es uno de los versos. ^^'

En fin, la canción de marras, como bien pregona el título del post, se llama "Reject yourself" (Recházate, en cristiano) y, para no perder la costumbre, adjunto letra y traducción. Por cierto, no hay un videoclip oficial, al parecer, así que ¿qué mejor que un video con imágenes de "FFVII: Advent Children"? xD




Reject Yourself, Killswitch Engage

Their cries are blown away with the wind.
How passive can we be before humanity is lost?
Turning our backs on those who need love.
We must not rest while healing is needed.

Tear down the veil.
That bars your heart from feeling this.
Dedicate yourself.
Give your soul to compassion.
With open arms, embrace this heart.
With open eyes, behold the truth.
Embrace this life.

So little time is left.
We must be relentless in our pursuit of those in torment.

Tear down the veil
That bars your heart from feeling this.
Dedicate yourself.
Become the voice of compassion.
With open arms, embrace this heart.
With open eyes, behold the truth.
Embrace this life.

Can you reject yourself?
Can you feel their agony?
In a world that feeds on disregard.
Heal the broken hearted.
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Recházate, Killswitch Engage

Sus llantos son llevados por el viento
¿Cuán pasivos podemos llegar a ser hasta que la humanidad se pierda?
Dándoles la espalda a aquellos que necesitan amor
No debemos descansar mientras la curación sea necesaria

Rasga el velo
Que impide a tu corazón sentir esto
Dedícate
Ofrece tu alma a la compasión
Con los brazos abiertos, abraza este corazón
Con ojos abiertos, contempla la verdad
Abraza esta vida

Así que nos queda poco tiempo
No debemos descansar en nuestra búsqueda de aquellos atormentados

Rasga el velo
Que impide a tu corazón sentir esto
Dedícate
Conviértete en la voz de la compasión
Con los brazos abiertos, abraza este corazón
Con ojos abiertos, contempla la verdad
Abraza esta vida

¿Puedes rechazarte?
¿Puedes sentir su agonía?
¿En un mundo que se alimenta de indiferencia?
Sana a aquellos de corazón roto

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Personalmente, simplemente adoro ese último párrafo.

En fin, espero que os haya gustado.

P.D. Sigo escribiendo, ¡palabra! '^^

lunes, 10 de marzo de 2008

Love

Un hombre entra en un antiguo pero concurrido casino. Tras mirar a su alrededor, repara en una mesa apartada, iluminada tenuemente por una lámpara de techo cuya bombilla amenazaba con fundirse. Sentado en una silla junto a la mesa, había un hombre, de rostro muy adusto y barba de tres días rodeada por una melena de pelo castaño algo cano sobrepasaba la nuca. Vestía una larga gabardina marrón antigua sobre una camisa blanca y pantalones de cuero marrones. En su cabeza, inclinado y cubriéndole los ojos, lucía un gran sombrero marrón con una cinta ocre. En sus finos labios se sostenía un cigarrillo arrugado, cuyo humo redondeaba el bucólico ambiente que le rodeaba. Estaba apoyando las piernas en la pequeña mesa, dejando ver sus botas de cocodrilo con espuelas. Jugaba a lanzar una moneda al aire y atraparla con una mano. Intrigado, el primer hombre se acerca, preguntando con ironía:

- ¿Cuál es tu juego, vaquero?

El otro hombre detuvo el movimiento de la moneda y levantó el sombrero de sus ojos pardos con un dedo. Sonrió.

- Dados

El primer hombre se sienta frente a la mesa.

- Vale, juego

El tahúr bajó los pies y miró sonriente al hombre. Con un rápido juego de manos, un dado apareció entre sus dedos índice y corazón. Con un segundo movimiento, no menos hábil, apareció un segundo dado entre el corazón y en anular. En las caras de los dados habían ornados corazones, o nada en absoluto, a partes iguales. Le pasó uno de los dados al hombre, acentuando su sonrisa. El hombre lanza el dado al tapete y la cara que aparece es uno de los corazones.

- Uhm, buena suerte... Prueba ahora.

El tahúr le pasa el otro dado al extrañado hombre. Lo lanza y vuelve a salir un corazón. El hombre esboza una dudosa sonrisa mientras el tahúr se recuesta, vuelve a taparse los ojos con el sombrero y comienza a jugar con su moneda de nuevo.

- Has ganado

- ¿Y ya está...?

El tahúr sonríe.

- ¿No ha sido divertido?

El hombre resopla y se marcha del recinto poco más tarde. Su vida desde aquel día mejoró, al conocer al amor de su vida y percatarse de que su amor es correspondido. Al tiempo recuerda a aquel viejo tahúr y su juego, tras el cual su suerte cambió. Decide volver con la expectativa de que su vida siguiera mejorando.

- Hola de nuevo, vaquero

Una vez más, el tahúr jugaba con la moneda, con el sombrero cubriéndole medio rostro.

- ¿Cómo tu por aquí?

- Vengo a jugar otra vez

- ¿Estas seguro que quieres volver a tentar a mis dados...?

- ¡Estoy en racha, viejo!

El tahúr sonrió, volviendo a pasarle los dados. El hombre lanzó el primero y volvió a salir un corazón. Sin embargo, el siguiente dado resultó en una cara en blanco. Contrariado, el hombre mira al tahúr, que volvía a recostarse sobre su silla.

- Quien avisa...

El hombre se marcha algo decepcionado pero sin darle importancia. Su suerte no está en ese casino, piensa. A pesar de ello, su vida vuelve a cambiar. Su amada cada vez se muestra más y más distante, hasta que, finalmente, le abandona de manera cruel. Furioso, indignado y despechado, el hombre espera a la salida del casino a que el tahúr salga. Éste lo hace poco antes de que el recinto cierre, arreglándose el cuello de su larga gabardina. Cuando el hombre se acerca a él por detrás, antes de que pueda reaccionar, el tahúr desenfunda un antiguo revólver y lo apunta directamente a la frente del hombre.- Llevo ya demasiado tiempo ejerciendo con un ridículo arco y multitud de flechas, viendo cómo vosotros os divertís apostando vuestros corazones y aquellos que no os pertenecen, destruyéndoos por capricho. Menospreciando y jugando con lo que os ofrezco, malditos necios. Habéis acabado con mi paciencia.

El tahúr amartilla el revólver y sonríe, ante el rostro desolado del hombre.

- Ahora soy yo el que juega con vuestros corazones



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Se me ocurrió una cosa tras escribir esto:



Imprimid dos copias de esa imagen (en tamaño algo mas reducido, para no violar a la impresora '^^) y construíd sendos dados. Haceros una foto "posando" con esos dados para emular al Tahúr y mandádmela a mi correo. Haré una reedición de este post con todas las que se me envíen, ¿Qué os parece? ¿Os animáis?

O quizás...

¿Qué tal una partidita de dados? >:3

lunes, 3 de marzo de 2008

The Nether, Chapter X: Chains of Life (III)

- ¿Pero cómo es que...?

- ¿...me han encadenado y me permiten seguir matando? – interrumpió de nuevo Yorüen – Todos los reos, antes o después, pasan por esta Torre. Y todos tienen cada cierto tiempo un permiso para pasear por ahí, custodiados. – sonrió para sí – A mí no tardaron en retirarme esa libertad.

- ¿Y eso por qué?

- Porque en esos períodos, digamos que seguía experimentando con los Nero...

Nahara le miró anonadada. ¿En serio aquel humano era capaz de enfrentarse solo a los guardianes de Nocheeterna? Tras unos instantes suspiró, casi compadeciendo a aquel hombre.

- ¿No sentías respeto por vida alguna...?

Sorprendentemente y por primera vez desde que la Bianco había entrado en aquel pasillo, Yorüen desvió la mirada, escrutando en su memoria. Nahara pudo incluso ver un deje de melancolía en su mirada antes de que su largo pelo carmesí cubriera su rostro. Aquel gesto la contrarió sobremanera.

- Tenía un perro. – dijo por fin – El único que no me juzgaba por lo que hacía.

Nahara sintió una repentina curiosidad.

- ¿Y qué fue de él?

- Me corté las venas sentado junto a la bañera llena de agua que se volvía más y más sangrienta por momentos mientras sentía el dolor y el desvanecimiento de la vida que me abandonaba. Y sin embargo lo único que sentía era el tacto de su lanuda cabeza en mi regazo y el sonido de sus gemidos. – un tono de tristeza bañada de rencor teñía su voz – Arruinó mi momento de gloria...

Por alguna razón, una parte de Nahara se compadeció de aquel hombre y cambió de tema, para bien o para mal, pensó.

- ¿Y... nunca fuiste neutralizado? – preguntó la Bianco con cierto apuro

- Un eufemismo muy curioso para una Nero... – el cambio en el tono de voz de Yorüen fue evidente. Volvió a mirarla – Claro que fui “neutralizado”. Decenas de veces. – Nahara disimuló su desconcierto ¿Decenas de veces? – Pero seguía negando el Olvido, así que... regresaba aquí una y otra vez. – miró a sus cadenas – Por ello decidieron encadenarme tan férreamente como pudieron, y como parte de mi castigo me dejaron aquí frente a todos estos cadáveres – dijo señalando con la cabeza a los maltrechos cuerpos que colgaban de la pared – que no hacen sino recordarme mi imposibilidad de ejercer mi obra.

- Entonces... ¿cómo es que antes...? – ante aquella pregunta, Yorüen sonrió

- Cambiaron mi permiso... Ella me deja ajusticiar a algunos de los reos.

- ¿Ella? – Nahara parecía desconcertada, aunque sospechaba a quién se refería

Yorüen sonrió con satisfacción.

- Tú no la conoces, ¿no es así? – clavó su mirada en los ojos abiertos como platos de la Bianco – No… claro que no…

- ¡¿De quién demonios hablas?! – Nahara estaba desesperando

- Y por eso me lo ha pedido…

- ¡Respóndeme! – temía haber sido descubierta

- Tú nunca has matado

- ¡¡¡Yorüen!!!

- Hoy deberás aprender



Un chasquido. Nahara retrocedió. Una vez más, las cadenas de Yorüen chirriaron mientras se deslizaban hasta el suelo. De nuevo el silencio solo turbado por la pausada respiración del asesino. La Bianco, completamente aterrorizada, alzó la guadaña. El estruendoso y acelerado bombeo de su corazón apenas le dejaba percibir su alrededor. Yorüen se frotaba las muñecas mientras crujía su cuello. Sus ojos estaban cerrados.

- Ese no es el corazón de alguien que constantemente se enfrenta al peligro de ser atacado. – Nahara tragó saliva – Ese no es el corazón de un Nero

Nahara dio dos pasos hacia atrás.

- ¡No te atrevas a acercarte!

Yorüen caminaba despacio hacia ella, sin dejar de mirarla a los ojos, ignorando la guadaña que ésta blandía. Atravesaba la luz de la Luna que entraba por los ventanucos y sonreía señalándolas, mientras sus ojos refulgían con el brillo de las antorchas.

- ¿No la oyes? ¡Me lo está pidiendo! – Yorüen reía con deleite – Pero quiero que lo sientas... Vamos, te daré una oportunidad

- ¡TE HE DICHO QUE NO TE ACERQUES A MÍ!

Nahara balanceó la guadaña con violencia en dirección a su pecho, pero él fue más rápido y se hizo a un lado, atrapando el arma de la Bianco con una mano. Chasqueó la lengua con expresión divertida. Con su otra mano, Yorüen asió su cuello con fuerza. Ella sostenía la guadaña con una mano y con la otra se aferraba al brazo que la asfixiaba.

- Y tu oportunidad pasó

Nahara sentía cómo le fallaba la respiración. Debía pensar algo rápido o allí terminaría su historia. Pensó en Dimahl. ¿Era culpa suya? No... Ella podía haber rechazado aquel trato. Simplemente seguiría en Guardaluz, caminando por los infinitos campos. Disfrutando de la calma del Edén de las almas caídas. Así era Guardaluz.

Guardaluz...

Un pensamiento y la guadaña desapareció. Su parca grisácea sobre el mono negro ajustado se desvaneció, dando lugar a la inmaculada túnica de los Bianco. Yorüen miró asombrado cómo el arma a la que se asía se disolvía en el aire y el aspecto de su presa cambiaba.

- Tú...

Y en la mano libre de Nahara apareció, tras materializarse bajo la manga, una espada de hoja blanca y mango dorado. Con un grito de desesperación embistió con ella el pecho de Yorüen desde su lado derecho, atravesándole hasta emerger bajo el omóplato izquierdo. Mientras la Bianco sostenía la espada con tudas sus fuerzas, él se irguió de repente con un tosido que derramó un fino hilo de sangre en la comisura de sus labios. Tras eso, se desplomó parcialmente sobre ella, apoyando su frente junto a la suya. En el campo visual de Nahara solo se vislumbraba, los ambarinos ojos de aquel hombre, que, a pesar de su herida mortal, sonreía.

- Dime... ¿qué sientes...?

Y dicho esto, la Bianco vio cómo Yorüen se disolvía frente a ella, y cómo la niebla que una vez fue uno de los peores asesinos de la historia la rodeaba para regresar a la columna de la cámara central. Ninguno de los dos sabía que, lejos de allí, frente a la Biblioteca de Guardaluz, esperando a Dimahl, un lanudo y enorme perro gemía de manera lastimera, intuyendo lo que acababa de ocurrir.

Nahara jadeaba por lo ocurrido. No por haber recuperado el aire; su sensación nada tenía que ver con eso. Sin ni siquiera habérselo planteado, su aspecto volvió a tener el aspecto de una Nero, y su angustia se intensificó. Su guadaña se volvió a manifestar frente a ella y, entonces, Nahara estalló.

Gritando desesperadamente tomó la guadaña y arremetió contra uno de los cuerpos que colgaba de la pared, cerca de ella, por clavos que atravesaban sus hombros. Dividió su vientre el dos de un tajo.

Uno por uno, con un frenesí caótico y sin dejar de gritar, hizo que todos los cuerpos de aquel pasillo se disolvieran en la niebla. Con los ojos abiertos y una lagrima derramándose por su mejilla, Nahara jadeaba casi aullando, en el silencio de aquel pasillo.

Era aquel lugar, pensó. Algo en aquel maldito lugar la estaba infectando. Salió corriendo de ese pasillo y descendio a trompicones las escaleras de la cámara central. Se cruzó con una Nero encapuchada contra la cual chocó en su desesperado avance. El encuentro hizo que aquella guardiana perdiera su capucha. Los oscuros ojos de Nevan la observaron con una sonrisa.

- Sí... – dijo mientras miraba la boca del pasillo que conducía a Yorüen – Él suele ponernos así...

Nahara llegó a la puerta de la Torre, la cual estaba vacía: los dos Nero que la flanqueaban no estaban. Se llevó las manos a la cabeza, dejando caer la guadaña al suelo. Lo que acababa de suceder no parecía ser sino imágenes escalofriantes fragmentadas de manera macabra. Pero cuando la Bianco creía que ya nada podía empeorar en aquel lugar, la oyó de nuevo.

Aquella jadeante respiración.

Pero ya no la oía dentro de su cabeza.

La oía sobre ella.

Entonces Nahara alzó la mirada y la vio. Una mujer flotaba frente a la silueta de la Luna. Su vestido, blanco e inmaculado, de escote palabra-de-honor, era más largo que su estatura. Sus largos y lisos cabellos negros daban reflejos azul marino en contacto con la luz de la Luna. Pero si había algo que destacaba en aquella mujer, era una cinta de tela blanca, de tejido fino aunque opaco, que flotaba rodeando su cuerpo en espiral. Este retazo de tela, a la altura de su cabeza, cubría sus ojos en una vuelta y su boca en la siguiente. Descendía por su pecho y se enrollaba en su brazo izquierdo hasta su mano. Volvía a su cuerpo rodeando su cintura y finalizaba alrededor de sus piernas. Con aquella agónica voz, aquella inquietante visión hablaba. Aunque parecía que ni siquiera movía su boca, cubierta por la cinta de tela.

- Tú... no perteneces... a Nocheeterna...