No grave will hold me...

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Os estoy vigilando...

jueves, 27 de marzo de 2008

The Nether, Chapter XI: Stories to Tell (I)

El enorme perro buscaba entre el espeso mar de altísima hierba, hasta el punto de que Dimahl sólo veía una lanuda cola que se movía de un lado a otro. El guardián sonrió mientras suspiraba y silbó para llamarle. La cabeza del animal asomó entre la hierba y comenzó a correr hacia él. El Nero no tenía ninguna intención de recuperar aquella máscara.

Dimahl miró a su alrededor. Aquello que buscaba no parecía encontrarse allí donde posaba sus ojos, así que simplemente intentaba decidir qué rumbo seguir. Optando por lo más sensato, volvió a llamar al perro y retrocedió sobre sus pasos, volviendo a las inmediaciones de la entrada de Guardaluz.

Entonces se le ocurrió una cosa. De nuevo, contemplaba la colosal Biblioteca, de la cual se suponía que Nahara había encontrado aquel cuento que les había ayudado a infringir uno de los decretos más esenciales.

A medida que Dimahl se acercaba, podía vislumbrar el triangular techo de aquel lugar, en cuya fachada frontal podía ver el grabado de una figura cubierta enteramente por una túnica sosteniendo un libro. La Biblioteca era rectangular en su base, y de las altísimas paredes que la cercaban, multitud de ventanales se abrían, dejando entrar la cálida luz del Sol que bañaba el territorio de los Bianco. El umbral de aquel edificio presenta tres escalones mucho más largos que altos. Tres gigantescas columnas de mármol blanco inmaculado sostenían el techo a cada lado de los enormes portones de madera abiertos. Antes de adentrarse miró con severidad al perro, que le devolvió una mirada interrogante.

- Quédate aquí, y no te muevas - inquirió

El perro se tumbó en el suelo del umbral sin dejar de mirar a Dimahl, jadeando con la lengua fuera. Cuando se alejó un solo paso, el perro ladró estruendosamente, como protestando por la discriminación. Dimahl se volteó y le chistó, a lo que el animal respondió guardando su lengua en su boca alzó las orejas. Seguidamente apoyó su cabeza en sus patas y bufó.

Bastó con que el Nero pusiera un pie dentro de aquel lugar para que un intenso aroma a papel y papiros antiguos mezclado con madera le inundara, acogiéndole en el agradable ambiente que reinaba allí. Hasta donde alcanzaba la vista, infinidad de repletas estanterías se alzaban sobre el suelo de mármol moteado, así como gran cantidad de mesas, aunque en menor número. En éstas, cada una con un número variable de sillas, se podían ver muchos de los residentes de Guardaluz, así como algún Bianco, leyendo tomos o papiros, rodeados de pequeñas pilas de libros. Finalmente, algunos Bianco vagaban también entre las mesas, velando por el bienestar de los que leían. El eco resonante de un leve murmullo arrullaba a los lectores.

Dimahl se adentró unos pasos lentamente, mirando el altísimo techo.

- Ehm... Este... ¡Hola!

Una temblorosa voz le llamaba a su derecha, pero el Nero estaba absorto.

- ¿So... sois nuevo? No le... no... no os conozco...

Dimahl finalmente se percató y giró la cabeza, mirando hacia la nerviosa risa que se dirigía a él.

Tras un mostrador de piedra blanca, un hombre de apariencia joven, algo más bajo que Dimahl, se fijó entonces en su cicatriz. Aun se puso más nervioso.

- Oh... Sois... Ehm... Eh... U-un... un Arcángel... Ya... Ya veo...

Otra risa nerviosa abandonó su boca. Se trataba de un muchacho que, pese a su mirada vivaz de ojos claros, bajaba la cabeza constantemente, muy vergonzoso para mirarle a los ojos. Tenía el cabello castaño y ondulado y dos lóbulos en su mentón imberbe. Un ancho brazalete de plata ceñía cada uno de sus brazos. Salió del mostrador a paso rápido, ondeando la capa típica de los varones Bianco, para acercarse a un perplejo Dimahl.

- Me llamo... mi nombre es... ¡Rálsiven! – dijo el muchacho haciendo una reverencia, llevándose una mano al cogote al enderezarse de nuevo – Sí... Eso... Rálsiven... ¡Si necesita algo... eso, aquí me tiene! – se señaló uno de los brazaletes – Soy el... el encargado de este sitio – miró a su alrededor con rapidez

Dimahl frunció el ceño al ver a ese peculiar personaje. Le extrañaba terriblemente que hubieran dejado de encargado de la Biblioteca a alguien así. Aquella inseguridad no le permitiría llegar muy lejos en Nocheeterna.

- Sí, me podrías ser de ayuda. – inquirió Dimahl; Rálsiven le miró con una mezcla de esperanza e inquietud – Verás – intentó sonar todo lo afable y creíble que le era posible – me interesan mucho las historias. ¿De dónde proceden las de la Biblioteca?

Al Bibliotecario le extrañó un tanto aquel interés proveniente nada menos que de un Arcángel, pero se creció con aquella pregunta.

- Pues todos los libros que tenemos aquí provienen de los residentes – dijo Rálsiven – Los autores reescriben sus obras de vida aquí generalmente y algunos de nosotros las trabajamos y encuadernamos. – Señaló a la infinidad de estanterías y sonrió – Y así se consigue un muy próspero archivo que...

- ¿Y los pergaminos? – interrumpió Dimahl, buscando cualquier señal de éstos a su alrededor

- Oh... los pergaminos y papiros... – dijo el Bibliotecario sin percatarse de la interrupción – Veréis, algunos de los residentes se dedican a escribir aquí sin haber ejercido en vida. Generalmente no suelen ser más que relatos, cuentos o poemas, pero a pesar de que no los encuadernamos apreciamos y atesoramos sus obras, dedicándoles un pasillo entero – respondió satisfecho. Al percatarse de que Dimahl apenas le prestaba atención ya que buscaba con la mirada ese pasillo, Rálsiven alzó su mano, señalando uno en el extremo opuesto de el lugar donde se encontraban – Justo allí.

- Vale, gracias

Sin más, Dimahl se encaminó hacia el pasillo indicado, sin volverse a mirar al Bibliotecario.

- P-pero si… si me permitís aconsejaros… - dijo éste cuando el Nero se hubo alejado unos pasos. Se detuvo y volteó lentamente, dedicándole una impaciente mirada a Rálsiven, a la que éste respondió retrocediendo – Hay… hay un residente al que le interesan mucho… este… las historias…

- ¿Quién? – respondió cortante Dimahl

El nervioso Bibliotecario escrutó entre las mesas.

- Es… es aquel caballero – dijo señalando a un hombre del cual solo pudo vislumbrar que llevaba negras vestiduras, al estar oculto tras un enorme libro de cubiertas verdes con ornamentos dorados.

Dimahl, ignorando el consejo se Rálsiven, se dirigió a paso rápido hacia el pasillo indicado. Lo último que necesitaba era que alguien más se percatara de su presencia en aquel lugar. El Bibliotecario, a sus espaldas, suspiró con una mezcla de decepción y alivio.

El Nero caminó pasando las innumerables estanterías rebosantes de multitud de códices hasta que finalmente llegó al pasillo que Rálsiven le había indicado. Dimahl sintió de manera más intensa el aroma de papel antiguo y madera procedentes de las estanterías que le rodeaban en aquel corredor. Los pergaminos se hallaban enrollados y atados con cordeles o cintar de diversos colores, pero aparte de eso no parecían presentar ningún tipo de orden concreto. El Nero ojeó un par de ellos escogidos al azar: uno era otro relato acerca de un personaje anónimo que buscaba su camino y el otro era un triste poema que hablaba de la soledad. Aquello era inútil.

Entonces Dimahl recordó algo inquietante.

“El relato es anónimo... Lo encontré en una sección de historias de colaboración entre clanes, pero no sé nada del autor...”

Nahara no habló de relatos escritos por los residentes, habló de otra sección. En su momento el Nero no le dio importancia porque ignoraba cuál era la estructura de organización de la Biblioteca de Guardaluz. Pero ahora que tenía una idea, por leve que fuera, aquello no cuadraba. Dimahl retrocedió sobre sus pasos y volvió a la entrada de aquel lugar, hacia el mostrador del Bibliotecario. Cuando éste se percató de que el Nero volvía hacia él, salió de su sitio de trabajo de un brinco.

- ¿Ne... – carraspeó –...cesitáis ayuda? – intentaba sonar más contundente tras el carraspeo; no lo consiguió

- Busco otra sección de la Biblioteca. – dijo Dimahl – Colaboración entre clanes.

Rálsiven frunció el ceño un instante, antes de percatarse de que ello podría parecer inadecuado.

- ¿Po... por qué querrías... ver esa... esa sección en particular?

- Mis asuntos, con el debido respeto, no son de vuestra incumbencia – Con un tono contundente, el Nero pretendía arrollar la frágil personalidad del Bibliotecario; funcionó

- Es... Yo... lo siento, señor... Es... es la estantería del... del fondo de la pared... oeste... – respondió Rálsiven cabizbajo, incapaz de mirar a Dimahl a los ojos

El Nero se alejó, oyendo cómo el Bibliotecario suspiraba de alivio. A pesar de que en esa ocasión se había salido con la suya, debía actuar con cautela. Caminó hacia la pared oeste y se dirigió hacia el fondo. Una vez llegó, no encontró más que una solitaria estantería con una plaquita de cobre en su borde derecho que confirmaba las indicaciones de Rálsiven. Había algo raro en ella: a diferencia del resto de los estantes de la Biblioteca, en aquel apenas habían documentos y un par de códices. De nuevo Dimahl ojeó algunos de ellos: encontró el permiso oficial que le permitió a Latvian adentrarse en Guardaluz para tomar frutos de sus campos, y un libro de registros de los Arcángeles donde se enumeraban los residentes que fueron traspasados a Nocheeterna, o “grises”.

Aquello no cuadraba. ¿Cómo era posible que un relato en el que iba implícita aquella información pudiera acabar en aquella olvidada sección? ¿Se trataba tan solo de un traspapeleo? “No…”, pensó Dimahl, “Demasiada coincidencia…”. De nuevo, el Nero sintió la urgencia de volverle a preguntar al Bibliotecario. Sin embargo, sabía que no debía hacerlo bajo ningún concepto o incluso Rálsiven sospecharía. Siendo así, solo le quedaba una alternativa: aquel que el encargado de la Biblioteca le había sugerido conocer.

“Maldita sea…”

Dimahl chasqueó la lengua molesto. Ya llamaba suficiente la atención dando a entender que él era un Arcángel como para además tener que acercarse a conocer gente. Pero debía hacerse si quería desentrañar aquel misterio. Realmente, debía hacerlo. Si encontraba algo que no debería haber sucedido debía informar inmediatamente a Nahara. Después de todo, estaba en deuda con ella, y la conciencia de Dimahl tras aprovecharse de ella de manera tan egoísta le instaba a hacer algo al respecto.

Así pues, muy a desgana, el Nero se dirigió, cruzando de nuevo la gigantesca Biblioteca, hacia la mesa donde se hallaba aquel hombre, si bien solo sabía que era tal cosa porque Rálsiven así lo había dicho. El tipo en cuestión seguía casi completamente oculto por un tomo enorme de cubiertas verdes ornadas con filigranas doradas. Para alivio de Dimahl, aquel hombre estaba solo en la mesa donde se encontraba. Una vez el Nero se encontraba a su altura, carraspeó para llamar su atención, pero al parecer el lector estaba demasiado absorto.

- Disculpadme – llamó Dimahl con un deje de impaciencia

Aquel hombre asomó la nariz por encima de los lomos de enorme libro y le miró a través de unas gafas rectangulares con sus ojos castaños. Su rostro era joven pero de rasgos muy marcados, y una mata de pelo del mismo color le llegaba de manera irregular hasta las cejas, que tras la interrupción, se alzaron de manera curiosa.

- ¿Sí? – su tono, extrañamente, era cálido y afable

- He sido indicado que sois…– Dimahl intentó sonar lo menos ansioso posible – que conocéis multitud de las historias que pueblan esta Biblioteca

Aquel hombre sonrió (o eso parecía por la expresión de sus ojos, su boca aun quedaba cubierta por el libro) y se llevó una mano a la nuca. El tomo se tambaleó al perder el soporte de dicha mano. Dimahl pudo incluso observar en su nariz un atisbo de sonrojo.

- Este Rálsiven… – rió – Creo que me da más crédito del que merezco.

- Me preguntaba si podríais ayudarme a localizar un relato – propuso el Nero

- ¡Claro que sí! ¡Oh! ¿Dónde están mis modales?

Dejó caer el tomo a la mesa, que hizo un estruendoso ruido seco al caer. Dimahl dirigió inmediatamente la mirada hacia las páginas del tomo, al llamarle la atención las vistosas ilustraciones que las ocupaban. Había representados colosales dragones pintados de manera exquisita, y hermosas hadas de piel blanca y delicadas alas membranosas a los pies de éstos.

- ¡Mi nombre es Paln!

Pero a Dimahl le llamó más la atención aquel que leía el tomo. Los largos ropajes negros terminaban en un alzacuellos blanco a la altura del cuello de aquel personaje: era una sotana. Lo cual daba a entender que Paln era ni más ni menos que un sacerdote. El Nero miraba con los ojos entrecerrados y de manera descarada el alzacuellos, algo que no pasó inadvertido.

- Sí… Lo sé… – dijo sonriendo – “Un sacerdote leyendo fantasía”. ¿Podríais obviarlo y hablarme de vuestro relato?

Dimahl permaneció unos instantes desconcertado. Pero pronto agitó ligeramente la cabeza para apartar aquella aparente contradicción para volver al asunto que les concernía.

- Será mejor, sí…
- ¡Aun no me habéis dicho vuestro nombre! – interrumpió Paln; el Nero suspiró

- Lo siento, tenéis razón – fue un esfuerzo titánico el que hizo para pronunciar aquellas palabras – Mi nombre es Dimahl

- ¡Encantado, pues! Tomad asiento – ofreció Paln educadamente, el Nero aceptó y se aposentó en la silla frente a él – Ahora, habladme de esa historia.

- Es muy extraño… – comenzó Dimahl – Parecía uno de esos relatos escritos por los residentes aquí mismo, en la Biblioteca. Según Rálsiven, estos escritos deberían clasificarse en la sección dispuesta para tal fin. Y sin embargo se encontró en la sección de Colaboración entre Clanes. – mientras Dimahl hablaba, Paln miraba de manera aparentemente distraída a su alrededor, algo de lo que el Nero se percató – ¿Me estás prestando atención? – continuó, irritado

- La historia trababa de un Nero y una Bianco que encontraron la manera de transmutarse, ¿no es así? – respondió Paln, bajando ligeramente la voz.

Dimahl le miró esperanzado, incluso el esbozo de una sonrisa pudo vislumbrarse en su rostro.

- ¿¡La conoces!?

- ¿Que si la conozco? ¡La escribí yo!

11 comentarios:

Anónimo dijo...

uooooooooooooo primeeeeeer!!!

Bien, bien, me alegro de que continues con el relato. Supongo que la carta-amenaza-anónima puede esperar...

PD: Me gusta mucho la descripción de la biblioteca ^^

Pícara dijo...

¡Buh!

Ale, ya he leido todo lo que tenía atrasado =)

Me está gustando mucho, me encanta el contraste entre las descripciones de Nocheterna y Guardaluz y tabién omo parece que ambos sitios están afectando a sus "turistas".
Aún así me descoloca un poco porque no estoy acostumbrada a leer cosas en general tan "oscuras" salvo quizá Sandman, por eso me cuesta bastante sentirme identificada o atrapada ^^U
Si tuviese que elegir un personaje... quizá Nevan, para lo poco que ha hecho me ha gustado bastante... y Adjian, mira que me gustan poco los niños pero él me encantó ^^
Oh, y la mujer de blanco promete mucho, aunque igual es cosa mía y de mi obsesón con la luna ;P

Ah, he encontrado algunos fallos de escritura, nada grave, a veces faltan o sobran palabras ;P

Ale ale, a seguir!!!

Sinkim dijo...

Genial, aunque sea un capítulo de transición no pierde el ritmo aunque, como siempre, lo cortas en el punto más interesante :-)

Siempre me ha encantado la idea de una biblioteca en la que estuvieran todos los libros que se han escrito y que se podían haber escrito :-D

tamara dijo...

mmm interesante el curita XD
pero lo has cortado en lo mejoooor!!
A ver q le cuenta a Dimahl en el próximo capitulo!!

:D

Anónimo dijo...
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Delerium dijo...

mm.... o sigues....o te cocinare vivo!

muajajaja!!!!

asi no dominaras el mundo! dejando lo interesante siempre para otro dia...bha!!!

:D a ke mola mi critica?? :D seeeh, soy Dios!

Tréveron dijo...

dejando lo interesante siempre para optro dia os tengo SUBYUGADOS A MI VOLUNTAD PARA SIEMPRE!!!!

>:3

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Nixarim dijo...

uno era otro relato acerca de un personaje anónimo que buscaba su camino

autorreferenciaaaaa..... =p

mola la continuación!! el perro mola mil y Dimalh... en fin, ya sabes que has creado a tu propio competirdor XDDDD

me mola la idea de que los residentes reescriban sus historias en Guardaluz... está chulo el concepto. En general, la descripción de la biblioteca, el apartado de pergaminos y tal me ha gustado bastante. Esyá mu bien ambientado :)

Tréveron dijo...

Por fin alguien se ha dado cuenta de la autoreferencia, leches!!!

De que excrementos le sirve a uno marcarse una de ego cuando nadie se da cuenta, leches!? :_(

Anónimo dijo...

pero que pasa con los gusiluz, donde esta la chica, el cura es un vicioso, le molan las tias con cuero y guadañas, fetiche fetiche.... ou yeah.