No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

miércoles, 30 de septiembre de 2009

[I.F.S.]: Wedding in Blood II: Promise


Dibujo: Mirian Frías Ferrer
Relato: Andrés A. MArtínez Bertomeu

(Parte I: The Wife)


Había cierto matiz metálico en la atmósfera que se respiraba en el interior de la iglesia. No era difícil determinar a qué pertenecía aquel tipo de aroma que se pegaba al paladar, pero aun así Léredith siguió caminando indiferente.

Estaba ya acostumbrada al cuproso olor de la sangre.

Sus afilados tacones resonaban en el suelo de mármol negro y el sonido rebotaba en las amplias paredes de la cámara. A pesar de todo el susurro de la cola de su vestido, que parecía reptar con vida propia a larga distancia de la novia, se escuchaba por debajo del eco de sus pasos.

Las largas filas de bancos a ambos lados de Léredith estaban completamente vacíos, y apenas un par de cirios sobre largos candelabros iluminaban toda la estancia. Unos cirios que flanqueaban un altar igual de vacío que el resto de la iglesia.

Para ser más precisos no estaba “completamente” vacío. Al menos no dependiendo de la forma de pensar de quien mirase. Tras el altar había una enorme cruz cristiana plateada de la que colgaban perladas cuentas de rosario. En la pulida superficie de la gigantesca estructura se reflejaba la luz titilante de los cirios. Y esta luz iluminaba un cuerpo inerte sobre un charco de sangre fresca.

Léredith se detuvo, mirando el cadáver de una mujer de cabellos castaños y un hermoso vestido de novia con un decorado corsé en el tronco de su cuerpo. Así, en un escenario tan aparentemente intrascendente, la Primera Esposa halló a la Segunda.

Con paciencia, Léredith observó el inmóvil cuerpo que tenía ante ella, hasta que lo que estaba esperando ocurrió. Al igual que en el bosque, horas atrás, hubo un cambio imperceptible en el ambiente, un temblor en el aire. Y después, un susurro.

- Hace mucho tiempo… hice una promesa.

Era ese tipo de voces que uno no oye con los oídos, sino que reverbera en todo el cuerpo con una suavidad escalofriante, sin que uno pueda determinar su procedencia. Sin embargo, lejos de turbarse, la Primera Esposa sonrió. La novia que se encontraba frente a ella se movió.

Su velo estaba levantado, y con unos ojos negros como pozos e intensos miró a la mujer que tenía frente a sí. Se apoyó en sus manos enguantadas hasta los antebrazos sin apartar la mirada y sostuvo esa posición unos instantes. Con lentitud y una parsimonia casi ceremonial, la Segunda Novia comenzó a levantarse.

Y cuando estuvo completamente erguida se pudo ver cómo las aun líquidas gotas del charco de sangre que cubría parcialmente el suelo del altar y manchaban su vestido resbalaban de él hasta volver a tierra de nuevo, dejándolo completamente inmaculado. No se veía herida. No se veía mella alguna en el tejido del traje. Era un hecho tangible que, para alguien que no supiera que segundos antes yacía sin vida frente a Léredith aquella mujer parecía estar esperando a su futuro marido. Lejos de eso, miraba cómo la Primera Novia sonreía.

- Háblame de tu promesa – dijo.

- Frente a este mismo altar fui asesinada por celos infundados.

Su voz, esta vez, sonaba de manera normal, aunque suave y sensual. Dio un par de pasos al frente hacia Léredith y rodeó el altar, dándole la espalda. De repente la sangre que había bajo sus pies coaguló, se secó y ennegreció en apenas dos segundos. La Primera Novia, aun de espaldas, seguía sonriendo.

>> Durante ya demasiado tiempo – continuó mientras se dirigía hacia la puerta de la iglesia – he morado bajo este oscuro techo y entre estas lúgubres paredes. Es hora de que todos sientan lo que yo siento.

Léredith amplió su sonrisa de manera que bien podría haber aterrorizado al más sádico de los demonios. Se dio la vuelta y comenzó a dirigirse también a la entrada mientras susurraba:

- Dilo…

Y así, bajo el dintel de los portones en el umbral de la iglesia, Lieshka, la Segunda Esposa, clamó a aquel cielo de noche encapotado:

- Es hora de la Boda de Sangre.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Driving licence II



¿Os podéis creer que atropellar bakalas también está prohibido?

País de pandereta, oiga...

domingo, 20 de septiembre de 2009

Driving Licence: I



Todo es una conspiración.

¡Una jodida conspiración!

martes, 15 de septiembre de 2009

Summer Fair

Se suponía que era una atracción de feria.

Se suponía que iba a ser divertido.

Y lo fue, de hecho. Lo fue durante unos…

No lo recuerdo…

Era un carrusel simple. Una especie de “Tren de la Bruja” pero algo más rápido. Uno de los tramos del recorrido elíptico está a cubierto y a oscuras y una parte del viaje consiste en que la carreta se detenga unos segundos en esa zona. Una máquina de humo, además, junto con unas luces de neón blancas que centelleaban a gran velocidad cegaban a los pasajeros. Era para dar una sensación de congoja e inseguridad, para que, sin que hicieran nada terrorífico, asustar a los que se encontraban allí. Miedo psicológico, lo llaman, “ser tu peor enemigo”.

Sí, era divertido. Y seguro que, lo que vino después, visto desde fuera, debió ser hilarante.

Las carretas dieron un acelerón repentino y un frenazo súbito que nos lanzó contra la barra de seguridad. Yo me hice daño a la altura del estómago, pero oí gritos. Es cierto que yo me hice daño, pero nadie gritaría de esa manera por un golpe en el vientre.

Entonces noté salpicaduras de algo caliente y más gritos. Estaba a oscuras, pero he visto demasiadas películas como para preguntarme siquiera por un instante qué era el líquido que resbalaba por mi frente. Aunque, para bien o para mal, no era mía. Los gritos venían de la carreta delantera a la de atrás y los que estaban delante de mí acababan de gritar cuando, antes de que me planteara que yo era el siguiente, se hizo el silencio.

Levanté la barra de seguridad que tenía sobre el regazo y bajé de la carreta. No tenía ni idea de qué era lo que pisaba, pero no eran raíles, eso seguro. Caminé hacia delante y luego fui girando a la derecha para llegar al tramo iluminado del recorrido pisando sobre aquella superficie tan irregular, tan húmeda y tan, joder, tan cálida.

Llegué a la luz. Evidentemente, la feria ya no estaba ahí. Era como si el humo de la máquina de la atracción cubriera el suelo. Aunque ese suelo seguía siendo… lo que quiera que pisase. Era de noche, y la luna iluminaba una vasta extensión de suelo cubierto de niebla. Entonces me miré las manos, con las que me había limpiado la frente, y las ví cubiertas de sangre.

Aquello del miedo psicológico había funcionado de maravilla. Salí corriendo y gritando a pleno pulmón, y como era de esperar por el suelo que recorría, tropecé y me di de bruces contra él. Cómo caería de fuerte que la niebla a mi alrededor se despejó por un instante, revelando los pedazos mal tajados de incontables cadáveres, algunos de los cuales daba la sensación de que me taladraban con la mirada de unos ojos vacíos y lechosos.

Me levanté a duras penas, intentando tocarles lo menos posible, y corrí gritando como poseído, creyendo a cada paso que alguno de los desgraciados que se apilaban a mis pies ocultos bajo la niebla me agarraría de la pierna en cualquier momento.

No lo hicieron. Estaban muertos. Pero ya sabéis. “Miedo psicológico”.

Ahora mismo estoy en el límite de la niebla, que cae hacia un precipicio cuyo fin no alcanzo a ver. Podría intentar buscarle un sentido a todo lo que me estaba pasando o darme cuenta de que lo absurdo de la situación no dejaba más alternativa que una pesadilla de la que despertaría pronto. Pero esta larga caída me ofrece el final rápido que cualquiera buscaría en este tipo de casos y, la verdad, la vida ya es bastante complicada para buscar una salida.

Lunes 24 de Agosto

“Tras una avería leve en una atracción de una feria local, un hombre abandonó anoche el recinto entre alaridos, como sumido en un extraño trance que sus constantes tropiezos no parecieron disipar. Continuó con su frenética carrera hasta un acantilado cercano en cuyo borde se detuvo unos instantes para después saltar al vacío. El lecho del acantilado presentaba afiladas rocas apenas cubiertas por la bajamar y el fallecimiento del hombre ocurrió en el acto, cerca de la medianoche. La identificación del cadáver se llevó a cabo dos horas y media después debido a las dificultades que ofrecía el fuerte oleaje.”

Resulta deprimente que mi vida haya tenido un final tan jodidamente previsible…

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Es un relato muy simple, predecible y de estilo repetitivo que se me ocurrió tras montar en una atracción de feria con mi sobrino. Así que lo siento mucho '^^

lunes, 7 de septiembre de 2009

THE A FLU!!



Y la vida sigue...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Behind the Bar



Y no creo que haga falta ser biólogo para darse cuenta...

¿Creíais que la T.E.T.A. había desaparecido? ¡¿ESO CREÍAIS?!

¡¡UNÍOS A LA T.E.T.A., MALDITOS BASTARDOS!!

(Mi director de Márquetig me dice que no insulte a mis afiliados, pero no le veo utilidad)