No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

lunes, 25 de enero de 2010

Fairy Tale

Todos y cada uno de nosotros vivimos en un mundo de cuento de hadas.

En un mundo donde una Blancanieves abotargada fue envenenada por el colesterol de una hamburguesa. Donde Caperucita Roja atropelló al Lobo Feroz con su Hammer dejando a su cadáver destripado tirado en la cuneta.

Un mundo donde la Bella Durmiente no despertó de un sueño provocado por la aguja de una jeringuilla con heroína demasiado pura, y donde la Cenicienta perdió sus zapatos de cristal, sus bragas y su dignidad por volver a casa pasada la medianoche.

Vivimos allí donde Peter Pan fue encarcelado por tocar a sus niños perdidos, donde Aladino sólo le pidió al genio una puta más, y donde Rapunzel se rapó al cero cuando su príncipe estaba a cincuenta metros de altura.

Donde los Patitos Feos se suicidan antes de convertirse en cisnes, donde niños como Hansel y Gretel mueren de comas diabéticos. Donde la Sirenita se ahogó envuelta en una red de pesca al perder su cola por unas piernas que abría para cualquiera.

Este es el mundo donde Alicia se cortó las venas con un trozo del espejo que no pudo atravesar, donde los miembros de Ricitos de Oro fueron arrancados de cuajo por tres osos furiosos. Donde una Dorothy aterrorizada se niega a salir de su habitación porque cree que su espantapájaros la asesinará.

Allá donde los peleteros forran sus ropas con la piel de mil y un dálmatas, donde Pedro abandonó a una Heidi embarazada. Donde los muñecos de madera como Pinocho han sido sustituidos por muñecas hinchables a quien ninguna Hada escucha.

Vivimos donde Pedro nunca bromeó sobre el Lobo que le acabó devorando, donde un ex-músico sociópata sodomiza ratas con su flauta en una oscura habitación de Hamelin. Donde una Bella con el rostro amoratado descubrió que su príncipe era una Bestia aunque ya no tuviera cuernos.

Aquí Pocahontas aun guarda las cabelleras bañadas en la sangre reseca de los colonos, aquí un rastro de anfetaminas y no de migas de pan nos conduce al cadáver rodeado de vómito de Pulgarcito. Aquí los pesticidas ya no dañan a la abeja Maya.

Los cuentos de hadas se han adaptado a una realidad tan adulta e insensible como nosotros.

Abrid bien los ojos y preguntaos:

¿Quién lee a quién?

jueves, 21 de enero de 2010

Life itself



Podría justificarme diciendo que estoy de exámenes, o que son las siete de la mañana. Pero no, la tira está preparada desde hace unas cuantas semanas...

Nah, tampoco lo hubiera hecho...

Simplemente quedaos con esto: os echo de menos... :_)

viernes, 15 de enero de 2010

[IFS] Wedding in Blood III: Augury



Dibujo: Mirian Frías Ferrer (Deed)
Relato: Andrés A. Martínez Bertomeu (Tréveron)


Una abadía abandonada de una religión igualmente olvidada. No hay nadie en kilómetros a la redonda.

Nadie, excepto una mujer.

Yace, triste y desolada, dentro de la construcción. Viste de blanco. Un vestido precioso.

Pero no yace en el suelo.

En una de las múltiples paredes de piedra hay un pentáculo, una estrella de cinco puntas invertida, pintada con sangre. Y sobre él de forma antinatural yace la mujer.

Encogida en posición fetal mira al vacío. Sus largos cabellos rubios flotan como si oscilaran bajo el agua, igual que los incontables pliegues de su vestido de novia. Una pequeña ala negra se mueve de manera errática en su espalda.

- Lo he visto – susurra al aire –. Son mujeres horribles, confabulando en las lagunas de sangre del infierno.

Mientras habla, la mujer recuerda.

>> Se bañaban desnudas en los lagos rojos. Estaban acostumbradas. Apenas podía verles las caras, pero sus siluetas eran bellas.

Su voz se torna sollozo, mientras le habla a la nada. Solo le rodeaba la oscuridad, puesto que la única fuente de luz de toda la abadía era el tenue resplandor rojizo que emanaba el pentáculo.

>> Todas con algo en común. Todas despechadas. Todas con el mismo propósito. Quieren volver al mundo de los vivos. No… van a volver al mundo de los vivos.

Se encoge aun más. Las rodillas casi tocan el escote palabra de honor de su vestido blanco. Se agarra a las faldas por el hecho de poder aferrarse a algo.

>> Yo las vi. Ellas me vieron. Sabían que no debía estar allí. Pero aun así me acogieron. Todas sonreían. Me contaron qué pretendían. Me contaron cómo hacerlo. Me tendieron sus manos manchadas. Todas con el mismo propósito. Van a volver al mundo de los vivos. No… ya han vuelto al mundo de los vivos.

Estaba nerviosa, asustada. Se sentía fuera de lugar y confundida. Sin embargo, seguía hablando como si debiera ser escuchada.

>> Me desnudé junto a ellas y dejé mi vestido blanco junto al montón de vestidos casi idénticos que había junto al lago carmesí. Sólo con poner un pie en aquel fluido viscoso y cálido sentí náuseas. Para calmarme les conté mi historia. Les conté que por amor ciego quise participar en un rito extraño. Les conté que por amor ciego me dejé sacrificar a un dios innombrable, que permití que su mal marcara mi alma inocente, condenándome al lugar en el que me encontraba. Ellas miraron la aberración que salía de mi espalda. Decían que era hermosa… Me consolaron. Me hacían feliz cuando sufría.

Cerró los ojos y abrazó sus rodillas, avergonzada y arrepentida de sus acciones. De haber confiado en quien no debía. No pensaba en aquellas mujeres de dudosa calaña. Pensaba en quien la condenó al infierno. Pensaba en el mundo que le permitió nacer.

>> Todas con un mismo propósito…

De la oscuridad apareció el fácilmente reconocible sonido de dos pares de tacones acercándose.

>> Van a manchar el mundo de sangre…

A medida que el sonido se acercaba, la mujer, como atraída de nuevo por la gravedad, volvió a suelo firme.

>> No…

Finalmente, dos mujeres familiares se detuvieron frente a ella. Ambas sonreían. Ambas le extendieron una mano. Como ya hicieron una vez.

- ¿Vienes, Laurentine?

Y la tercera novia, aun hablándole a la oscuridad, dijo:

- Vamos a manchar el mundo de sangre.

lunes, 11 de enero de 2010

Lasagna!



Se trata de un chiste legendario, preguntadle a vuestros padres.

OFFTOPIC

Servidor, siemore reacio a redes sociales como facebook o tuenti, no ha podido resistirse a la última chorrada de internet, llamada formspring. ¿Siempre habéis querido preguntarme algo y nunca os habéis atrevido? ¡Resolved vuestras dudas sobre un servidor de ustedes AQUÍ, y no dejéis de entrar para ver las respuestas! Y podréis conservar el anonimato, si queréis :P

Dejaré un icono en el sidebar para recordarlo.

Sin más, ¡me despido!

martes, 5 de enero de 2010

Below the Night Clouds II (2)

Para los despistados, la segunda parte de la segunda parte, valga la redundancia, de mi versión de eso que ha sacado Stephanie Meyer y cuyo nombre no quiero pronunciar a estas alturas. ¡Que lo disfruten!

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Miré de nuevo a la chica, que extendió sus brazos dejando caer la manta. Bajo ella estaba completamente desnuda. Es cierto que yo había muerto, pero debería de estar enterrado bajo dos metros de tierra para no ver que tenía un cuerpo precioso, de piel morena y suave. Torció su cara en una expresión de dolor y cayó de rodillas, sujetándose el vientre. Sus temblores se acentuaron, hasta el punto de convertirse en espasmos. De haber sido capaz de sentir horror, yo también me hubiera echado a temblar.

Los espasmos se volvieron más violentos, haciendo crujir sus huesos e hipertrofiando sus músculos. Poco a poco una tupida capa de pelo pardo comenzó a cubrir todo su cuerpo mientras su masa corporal crecía. Se aquejaba, pero su voz fue cambiando también, tornándose grave, profunda y gutural. Finalmente gritó, o más bien rugió, dirigiendo hacia mí unos ojos amarillentos. Su rostro se había deformado y presentaba un hocico alargado y canino, igual que sus colmillos.

El rugido terminó con su transformación, pero pasaron unos segundos antes de que dejara de oírse su eco. La bestia que había delante de mí aun jadeaba cuando se alzó.

Medía casi un metro más que antes, como un enorme híbrido entre lobo y humano, aunque sin un atisbo del hermoso cuerpo que vi antes del cambio. El pelo de su lomo estaba erizado. Sus orejas lupinas estaban dirigidas hacia mí. Sus labios caninos dejaban ver sus dientes. Para entonces dos cosas estaban claras: no cabía duda de quién le había arrancado de cuajo el brazo al hombre que yo acababa de rematar, ni de quién iba a ser su próxima presa.

Efectivamente se abalanzó sobre mí con un rugido y con sus garras por delante. Pude esquivarla saltando hacia atrás, pero el callejón era estrecho y no me daba mucho margen. Tenía que salir de allí o acabaría mal parado.

Salté hacia la escalera de incendios, a varios metros de altura, para poder tomar apoyo y seguir saltando hasta la azotea más cercana, en el edificio contiguo. Conseguí agarrarme a la cornisa y subir solo para, tras incorporarme, ser arrollado por la bestia que había llegado hasta mí clavando sus garras en la pared de ladrillos. Caí de bruces contra el suelo con la suerte de que la bestia también perdió el equilibrio. Por fin pude levantarme y ponerme en guardia frente a aquel monstruo.

Pareció tantear sus posibilidades también, echando un fugaz vistazo a su alrededor. Volvió a saltar contra mí, pero esta vez reaccioné a tiempo. Agarré el pelo de uno de sus brazos y conseguí apoyo para desviar su trayectoria lo suficiente para hacerle caer al vacío. Cuando la perdí de vista no tardé ni dos segundos en oír un chirrido estridente, señal de que había conseguido clavar sus garras en la pared para no caer. Debía haber hecho que cayera, pero perdí tiempo tanteando mis posibilidades. La bestia era fuerte y no conocía lo suficiente ni mi naturaleza ni mucho menos la suya para saber si tenía posibilidades. Pensé en huir, y no me cansaría al hacerlo, pero en ese caso el tiempo era mi enemigo. Y es que mi rival no tenía pinta de cansarse fácilmente tampoco, y si nos alcazaba el amanecer, a ella la neutralizaría. Sin embargo a mí me calcinaría.

Demasiado tarde me di cuenta de que le había dado tiempo a aquel monstruo para volver a subir a la azotea y por tercera vez se arrojó contra mí. Consiguió agarrarme del cuello y alzarme con insultante facilidad. Evidentemente no sentía sensación de asfixia, pero me zafé golpeando su brazo con mi rodilla con todas mis fuerzas. Se oyó un crujido seco y a continuación un alarido ensordecedor. Me dejó caer mientras dio un paso atrás agarrándose el brazo. Oí otro crujido mientras vi cómo clavaba una mirada fulminante en mí: su brazo descolocado estaba volviendo al sitio. Pero esta vez no le iba a dar oportunidad de contraatacar.

Pateé con fuerza su pecho para que perdiera el equilibrio y cargué contra ella. Esta vez con suficiente fuerza para lanzarla por la cornisa sin que pudiera agarrarse a la pared de nuevo. Me asomé al vacío para verla caer. Pensé que yo tenía bastante resistencia a las caídas dada mi condición sobrenatural. No sabía si debía aprovechar para huir o asegurarme de que había acabado con ella. Al infierno, recuerdo que pensé mientras me dejaba caer hacia ella.

Pude percibir el estruendo de su llegada a pavimento mientras yo mismo me precipitaba hacia ella. Una vez yo mismo llegué pude verla yaciendo sobre las húmedas baldosas, inconsciente, aunque aparentemente ilesa. Contra la pared del callejón se proyectaba la sombra de su enorme silueta, y sobre ella pude ver cómo su cambio estaba revirtiendo. Su tamaño se redujo, el vello desapareció, sus facciones se suavizaron. Se dibujó de nuevo su sensual silueta de mujer.

No entendía muy bien a qué había venido la reversión de su estado lupino, ya que había comprobado que la Luna seguía brillando. Tal vez el golpe la había afectado más de lo evidente, tal vez su energía se había agotado o quizás simplemente era demasiado joven para soportar una experiencia así. En cualquier caso, cuando quise darme cuenta, había permanecido varios minutos observando su hermoso cuerpo desnudo respirar profundamente.

Sentí algo extraño. De hecho no sabría decir si la palabra adecuada es “sentir”. La vi permanecer inconsciente y pensé en lo indefensa que se veía, lo frágil que resultaba. Olvidé por un momento la bestia que yacía en su interior y la observé como una humana más, sola y desamparada. Alguien que necesitaba de otro alguien que la protegiera.

La tomé en brazos. En un reflejo posiblemente producido por un sueño inquieto, apretó su cabeza contra mi pecho. Aun sin estar seguro de por qué lo hacía subí a saltos a la azotea para poder volver a mi refugio sin que nadie nos viera.


No sabía si lo que despertaba en mi eran sentimientos per se o tan solo recuerdos de una época en la que era capaz de percibir cuándo algo merecía la pena ser protegido.

viernes, 1 de enero de 2010

Below the Night Clouds (My Twilight II)

Para los que la pidieron, aquí va la continuación de what if particular. Le he cambiado el nombre por "Bajo las nubes de la noche" porque no se me ha ocurrido nada mejor, y seguir llamándolo "Mi Crepúsculo" me estaba poniendo algo enfermo (si bien lo he mantenido en el título a modo de excepción por si hay agún despistado xD). Esta continuación tiene dos partes. La siguiente supongo que la colgaré cuando os hayáis mordido las uñas a la altura de los codos. Sin más, me despido. ¡Disfruten!

P.D. Notaréis que salvo por un detalle que ya veréis, los que os hayáis leído los libros veréis que ya si que no tiene absolutamente nada que ver con el segundo. Yo sólo me leí el primero xD
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Mi nombre es Richard. Y dada mi situación actual, no creo que valga la pena mencionar mi apellido, ni tenerlo siquiera.

Hace ya más de un mes caí muerto en el cuarto de baño de mi casa. Poco después volví a abrir los ojos. Desde entonces abandoné a mis hermanos llamando a un pariente cercano para que cuidara de ellos. No me han vuelto a ver. Ahora vivo en el sótano de un edificio abandonado a las afueras de la ciudad. Solo salgo de noche.

Anne Marie consiguió lo que quería. Se fue con mi sangre y mis ilusiones, dejándome no sólo la maldición de obligarme a vagar eternamente de noche, sino también con la de no poder volver a ver a mi familia.

La busqué, evidentemente. Tuve que hacerme con mis nuevas cualidades y también con mis limitaciones, pero la busqué. En mi estado, podría haber olido su aroma embriagador desde kilómetros de distancia. Sin embargo, no fui capaz de encontrarla.

Una vez me acostumbré a mi nueva fuerza, me dediqué a vagar por las azoteas de la ciudad. Me resultaba reconfortante sentir el viento en mi cara a cada salto. Era una buena forma de distraerme de la sed.

La sed… no habría podido imaginar lo tremendamente difícil de controlar que resulta. Recuerdo demasiado bien la primera vez que la probé. Como el más rastrero de los carroñeros, me abalancé sobre el cadáver desfigurado de un gato recién atropellado cuando nadie me veía. Fuera de mí, arranqué la piel que rodeaba su cuello partido y bebí desesperado. Suena repugnante. Pero lo más turbador es que yo no lo sentí.

Lo que yo sentí, fue alivio. Alivio, y una epifanía. En aquel momento fui consciente de que el resto de lo que a falta de una palabra mejor llamaré vida la tendré que pasar bebiendo sangre. Aquella revelación que llevaría a la locura a cualquiera, sorprendentemente, solo me desanimó. Quizás mi cambio también trastocó mis emociones, todavía o lo sé.

Todavía no he conocido a nadie como Anne Marie o como yo. Realmente, no creí tener los sentidos con la agudeza suficiente como para distinguir a los de mi clase. No creo que les distinga de góticos cualesquiera. Y no creo que sea capaz de saber si ellos me ven a mí al pasar. Mi solución a ambos problemas es simplemente huir de las multitudes. Algo que, descubrí, no me supuso mayor problema.

Con el tiempo empecé a sentir una profunda indiferencia hacia todo aquello que me rodeaba. Seguía alimentándome a base de animales callejeros, y no siempre muertos. Pero aquella sensación de aversión que comenzaba a sentir hacia toda la civilización, a raíz del odio acérrimo que sentía hacia Anne Marie, siguió creciendo. Así fue como acabé probando, por primera vez, la sangre humana.

Y fue durante aquella noche en la que descubrí que la noche es peor aun de lo que pensaba tras saber que la gente como yo existe.


Estaba sentado en la azotea de un rascacielos, mirando a la ciudad que se extendía ante mí. Una Luna llena enorme iluminaba el cielo, pero palidecía ante el aluvión de farolas que daban luz a la urbe. Estaba a más de veinte pisos de altura, pero aun así fui capaz de oler la sangre. El olor, he de admitir, era delicioso. Aspiré profundamente aquel olor, del cual llené mis pulmones muertos. Situé el aroma incluso desde allí: alguien, en un oscuro callejón detrás del edificio en el que me encontraba, estaba sangrando. Profusamente. En ese momento un nubarrón del color de la noche cubrió la Luna, disminuyendo aun más la luz del callejón. Una suerte.

Sencillamente, me dejé caer. Descendí en picado a una velocidad vertiginosa. El rugido del aire en mis oídos incrementó mi ansia. Mi víctima estaba esperándome solo a mí, y no la iba a defraudar. Sonreí. Noté cómo mis colmillos crecían. Cada vez me resultaba más familiar.

Con un estrepitoso impacto llegué al suelo. Aun me resultaba sorprendente cómo mi caída era capaz de hacer crujir las baldosas bajo mis pies y no causarme ningún dolor. Pero no era en la emoción de sorpresa en la que debía centrar en aquel momento.

Efectivamente, un hombre frente a mí me miraba con ojos llenos de terror. Se estaba agarrando con fuerza el lugar ensangrentado que otrora ocupó su brazo derecho. Lo que fuera que le provocó semejante brutal agresión no le seguía, y apenas me lo planteé, dado el estado de frenesí en el que me encontraba. En lugar de huir de mí aquel hombre se acercó en una actitud de súplica. Huía de otra cosa cuando debía estar huyendo de mí. Casi me resultó ofensivo.

Le agarré de la pechera con una mano y como si fuera ligero como una pluma le arrojé contra la pared enladrillada del callejón. Para entonces descubrió la auténtica amenaza, pero ya era demasiado tarde para sentirme halagado. Me abalancé a su cuello y mordí sin piedad. Su sangre pronto llenó mi boca, cálida y algo espesa. Y ese sabor… emanaba a borbotones y aun así pude paladear cada sorbo de terror de aquel hombre. De nuevo otra revelación: podría acostumbrarme a ello. No supe si debía esperar a encontrarme a moribundos o darles caza aun sanos. Pero en aquel momento aquello no me preocupaba.

El hombre sufrió espasmos, pero no tardaron en cesar. Igual que el flujo de sangre.

Su cuerpo, ahora pálido y frío, cayó inerte al suelo. Volví a ser consciente de mi entorno y el silencio se hizo de nuevo. Limpie mi boca cuanto pude con el dorso de mi mano y miré el fluido rojo que la empapaba. Entonces percibí otro olor, más allá del de la sangre, y miré a la boca del callejón. Una silueta temblorosa me observaba.

Las luces de la ciudad iluminaban la urbe desde detrás de ella, por lo que no distinguía bien sus rasgos. Sin miedo, avancé unos pasos sin vacilar hacia la silueta. Se trataba de una mujer joven. Apenas la veía el rostro porque casi la totalidad de su cara estaba oculta por sus cabellos largos, castaños y enmarañados. Se cubría todo el cuerpo con una gruesa y deshilachada manta gris que sujetaba con sus manos. Me estaba mirando fijamente mientras temblaba y tiritaba. Su expresión era inescrutable.

- Por la noche… salen monstruos…

Estaba delirando. Eso explicaba los temblores y su mirada. Tal vez una vagabunda, pensé, de ahí la mugrienta manta con la que se cubría y su aspecto descuidado.

- Tú eres un monstruo.

Su presencia me estaba irritando y me pensé el volver a probar la sangre, pero decidí no hacerlo. Era evidente que aquella persona estaba enferma y no me apetecía indigestarme. Fue cuando me dirigí hacia ella para girar la esquina y desaparecer por otra callejuela cuando noté que algo cambió. Había más luz de repente.

La nube que cubría la Luna llena había desaparecido.