No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

lunes, 30 de junio de 2008

Meme me?

He sido retado, maldita sea... Me han lanzado un guante más friki que el que lleva Roy Mustang.

El retador ha sido el buen señor Koopa, y el reto... mi primer MEME

LA cosa va de Crossovers, tres, para ser exactos. Y cuanto más frikis y rebuscados, aparentemente mejor. Así que, ahí van los míos:

En primer lugar...



Un juego de palabras terriblemente sencillo, lo sé... Pasemos a algo un poco más complejo:



Y por último, y no por ello el peor, quizás el más entresijado y retorcido de todos...



...


...


Y no tengo nada más que decir al respecto salvo pasarle este marrón a Deed (son los inconvenientes de ser mi novia, muñeca xD) y a Pote, para ver si le diera la gana de postear algo '^^

Paso a otros menesteres. Damos, caballeras, mi blog va por la entrada 99 y me gustaría hacer algo especial. Deed me dijo de hacer un wallpaper y la idea no me parece mala. Pero eso sí, NO PODÉIS ESPERAR QUE YO SEA CAPAZ DE HACER UN WALLPAPER DECENTE así que necesitaría vuestra ayuda (la ayuda del que se ofrezca, eso sí xD). He pensado en que el que quiera que mande RETALES (es decir, dibujos pequeños, viñetas o así) para acabar poniendo en un wallpaper (si un servidor consigue dominar el Potochó xP). Aquellos que participen recibirán en un plazo de tiempo indeterminado (xP) una copia del wallpaper en el mejor estado en que consiga imprimirlo (plastificado o alguna pijada similar). Ahora lo suyo sería poner un plazo. Como esto llevará su tiempo, no sé yo si podríamos tener el wallpaper para la entrada numero 100, pero tampoco me gustaría tardar muchísimo más. En principio todos los que rondáis por aquí ya habéis acabado los exámenes, ¿no? ¿Qué tal DOS SEMANAS DE PLAZO? Én cualquier caso, si alguien requiriera más tiempo, que lo diga ^^

Bueno, espero haber estado a la altura del Meme...

¡Cuídenseme!

jueves, 26 de junio de 2008

Geezer



Y con este dibujo cutre hecho a lápiz, porque no tenía boli negro a mano (he apretao con el lápiz, para que se note xD) informo lo que la mayoría ya sabéis: el nene tiene 21 años, como indica amablemente Trevvie, y no tiene intención de dejar de sumar (válgame Diox...)

Podría dedicarme a hacer balance de mi vida, pero me da una pereza terrible, así que me limitaré a este último año.

Fue duro, durísimo en su comienzo, pero gracias al cielo tengo a varias pipols a mi alrededor que me han ayudado terriblemente
(falta más pipol, pero ahora mismo no tengo fotos; ellos saben bien a quien me refiero: Judith, Secun, Tobal, Maribel, Lidi, Ali, Javi, Rubén, Eric, Pote, Carlos y más-gente-que-probablemente-esté-olvidando-y-que-me-odiará-lo-indecible-a-partir-de-ahora '^^)

y a una pipol en concreto a la que le debo tanto que no creo que sea capaz de pagárselo jamás




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¡MUY A MI PESAR!

Ains... Dulce tormento... ;P

En fin, y no quiero olvidar a la poquita gente de fuera que me lee y gracias a la cual, no sin el apoyo de los de aquí, por zupueto, me devuelve la ilusión de seguir con esto (que diplomático soy, leches xDD)

Bueno, este post azucarero, como todos, acaba con un humilde:

Gracias a todos.

domingo, 22 de junio de 2008

As a Matter of Fan...



Armas chulas...

Carisma...

Historias ineresantes...


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FANS...


Esas cosas...








Diox, tengo tanto con quién competir estando con ésta...

jueves, 19 de junio de 2008

Long ago



Ecografía con copiright de mi sobrin@-wannabe, al cual le tengo que pagar en concepto de líquido amniótico extra (ha salido a su tío...)

domingo, 15 de junio de 2008

Let's get dangerous...



...


Este es un mensaje para los que no habéis pillado este chiste:

Merecéis todo mi desprecio xDDD

A los que lo hayáis pillado y no os haya hecho gracia, tenéis que pedir la vez para asesinarme, hay cola.

En fin, sigo de exámenes... tengo excusa...

¡Cuídenseme!

P.D. Este es para los graciosillos: lo sé, el asiento está inclinado. ¿Qué pasa? Sabéis de sobra que no sé dibujar xP

lunes, 9 de junio de 2008

The Nether: Interlude

Caronte remontó el Río. No le resultaba difícil. Nunca lo era.

Y en una exhalación llegó a las faldas del Monte Limítrofe, para encontrarse con las almas que llegaban. Como siempre.

Nunca y siempre. Unos conceptos que siempre han gozado de una tendencia a ser relativos, excepto para el Barquero. Y sin embargo, en aquella ocasión se le brindaba una situación diferente.

Miraba desde su barca cómo las almas recién llegadas se agolpaban junto al nacimiento del Río y sus voces comenzaban a ser estridentes. El Barquero suspiró, con una mano en la sien al intentar pensar a través de aquel estruendo.

Alzó la vista por encima de la multitud, al lugar donde las almas informes brotaban tras el descenso de la rocosa superficie de la montaña que separaba el mundo superior del siguiente. La visión era la habitual: a medida que cada riachuelo individual tocaba tierra firme, tomaba forma humana y se alzaba, confusa y desconcertada, mientras el resto de agua comenzaba a tomar parte del Río. Él debía guiarles hacia aquel que juzgaría sus vidas y decidiría el destino de su descanso eterno. Pero el Barquero sólo podía observar, impotente, cómo, poco a poco, el número de personas aumentaba hasta alcanzar una cuantía que jamás se había acumulado. Podría transportarlos, sí, no le supondría dificultad alguna más que el tedio de la rutina. Pero el resultado, allí o en el Trono, sería idéntico.

El creciente bullicio le llevó a tomar la decisión más desesperada. Caronte se llevó un dedo a los labios y siseó suavemente, cerrando los ojos. Las voces de la multitud, que bramaban a su alrededor, se silenciaron poco a poco. Pero no era suficiente, y fue mas allá. Separó el dedo de sus labios y trazó un arco con él, manteniéndolo alzado, que abarcó a todas las almas que se alzaban frente a él. Entonces, paulatinamente, vio cómo sus movimientos se ralentizaron hasta que se detuvieron por completo, quedando en un estado de animación suspendida. El Barquero llevó su dedo finalmente al Río, donde trazó una línea que señalaba hacia el Monte, dibujando sutiles ondas en la superficie del agua las cuales, lentamente y de igual manera, fueron difuminándose hasta perderse en la superficie y fundirse en el líquido. Entonces abrió los ojos y observó las consecuencias de sus actos. Las aguas que bajaban del Monte, el Río de las Almas... ambos se habían detenido.

Aquello no estaba bien y él lo sabía: estaba jugando con el flujo natural de la muerte. Caronte chasqueó la lengua y miró el curso Río abajo, viendo las ahora quietas aguas. Desde aquel punto se vislumbraban, en el horizonte, los territorios de Guardaluz y Nocheeterna, así como la pequeña taberna de Latvian. Suspiró pesadamente.

- ¿Pero dónde demonios...?

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Aquel horrible chirrido había sido el preludio de la experiencia más sobrecogedora de la memoria de Nahara. Las puertas de Nocheeterna volvieron a abrirse, de par en par, para recibirla como sólo aquel lugar era capaz de hacerlo: una infinidad de sombras que caminaban y se hacían llamar Nero, un inquietante murmullo, mezcla de los alaridos de locura, horror y perversión, y un susurro horripilante que parecía prevalecer sobre todos ellos.

Nahara volvió a cubrirse con la capucha de su parca, pero esta vez no lo hacía simplemente para cubrir sus ojos. No le importaba lo que Dimahl pensase, ni tan siquiera lo que ella misma llegó a asumir. Un rincón de su alma sabía que no había sido una alucinación. Se estaba ocultando de “ella”.

El paisaje yermo de Nocheeterna seguía tan desolador como siempre, iluminado de manera perenne por la luz de la Luna. Una luz que Nahara intentaba evitar, a toda costa. Sentía dentro de sí, de manera intermitente, el leve arrullo de la escalofriante voz de aquella mujer, aunque de manera lejana. No la había localizado, pensó. Por lo menos no aun. Tras caminar unos instantes sin rumbo, Nahara alzó la vista para situarse, y vio cómo la silueta de la Luna era partida en dos por la macabra arquitectura de la Torre de la Redención. Se detuvo un momento, observándola con el mismo pavoroso respeto de la primera vez, sopesando sus posibilidades. Dimahl le había recomendado ir al Mar del Silencio, y que para localizarlo debía dirigirse a la retaguardia de la Torre, siguiendo un pequeño riachuelo de la misma niebla que parecía acumularse en la cima de ésta. Caminó hacia ella, a paso acelerado, recordando que solo bajo el amparo de las sombras el murmullo parecía desvanecerse, pero no se dirigió hacia el extremo trasero de la Torre. Una vez más, se detuvo ante la entrada de ésta, anaranjada y sinuosa debido a las antorchas que iluminaban su interior. Los dos Nero que la flanqueaban apartaron sus guadañas, antes cruzadas, para permitir su entrada. Todo parecía igual que la primera vez, y Nahara tenía la esperanza de que realmente fuera así. Quería volver a ver a Yorüen.

Si lo que Dimahl le había contado era cierto, y no tiene ninguna razón aparente para estar mintiendo, aquellos que mueren en Nocheeterna renacen en esa Torre, y el propio Yorüen le había confesado haber regresado una y otra vez, para ser confinado en aquel pasillo, completamente encadenado. Nahara ascendió por las escaleras en espiral de la gigantesca cámara central, apartando la capucha de su rostro, pues allí la única luz que iluminaba era la de las antorchas que seguían el curso de los peldaños. Dejó atrás a varios Nero sin fijarse en si llevaban o no prisioneros con ellos, para que disfrutaran de aquel permiso que se les concedía cada cierto tiempo. Le era absolutamente indiferente.

Llegó al rellano previo al pasillo de Yorüen y se detuvo, una vez más. Miró la boca del corredor mientras extendía su mano, pasa asir la guadaña recién invocada. Ya había sido atacada por aquel hombre, y debía ser mucho más prudente y cautelosa que la última vez, no solo porque quizás esta vez tendría éxito, sino porque, como acababa de recordar, Yorüen conocía su secreto.

Caminó despacio, maldiciendo el eco que sus pasos producían. Entonces pensó que lo más prudente sería encubrir su identidad, así que tomó de nuevo la ajada capucha grisácea. Sin embargo, se detuvo a medio camino, cuando tan solo le cubría parte de la frente. Si realmente pretendía sonsacarle algo de información a aquel hombre, tarde o temprano debía revelarse, si no lo averiguaba él antes.

- No te molestes, princesita. – la voz de una mujer sobresaltó a Nahara, que blandió su guadaña en dirección a ella – Hoy no podrás jugar.

Nevan descendía las escaleras de un piso superior, a paso airado. Su revoltoso cabello corto se balanceaba, desordenándose aun más, a medida que bajaba cada peldaño, mientras sus oscuros ojos la escrutaban, de la misma manera que lo hacían los de Dimahl. Frente a ella descendía atropelladamente los escalones un hombre, desnudo de cintura para arriba, de aspecto era tísico y demacrado. Su torso presentaba múltiples hematomas y laceraciones y su cabello, lacio, sucio y grasiento, se pegaba a sus hombros sudorosos y a su amplia frente. Nevan le profería bastonazos con el cayado de su guadaña a medida que bajaba unos cuantos peldaños, por lo que tropezaba constantemente. El hombre no osó mirar a los ojos a Nahara cuando pasó por su lado, mucho más de lo que se pudo decir de Nevan, que, con una sonrisa que definitivamente le recordaba a Dimahl, pasó por su lado para proseguir su camino, diciéndole:

- Yorüen no está.

Nahara suspiró, si bien no hubiera sabido decir si fue con decepción o con alivio. No obstante, no le extrañó aquel hecho. Dudaba mucho que alguien en aquel páramo no quisiera matar alguna vez a ese hombre. Alguien debía haberlo hecho recientemente.

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Rálsiven caminaba inquieto, apartado de su mostrador, por los pasillos de la Biblioteca. Llevaba sus manos entrelazadas en su espalda, mientras se cruzaba con Bianco y residentes, no indiferente, sino más bien ausente.

El eco de sus pasos se fundía con el suave murmullo de los lectores al intentar aclarar su mente para resolver la duda que le acaecía. Mientras se movía a ciegas de un lado para otro, otros pasos, algo más acelerados y rítmicos, se acercaron a él, arrancándole súbitamente de su ensimismamiento.

- ¡Disculpa, Rálsiven! – Paln se acercó al Bibliotecario con la cabeza oculta, como casi siempre, tras un enorme libro que alzaba frente a sí para mostrárselo. – Ya lo terminé, ¿Tienes otro de…? – se percató de la inquietud de Rálsiven, no era nada normal en él – ¿Ocurre algo?

- Yo… sólo… pensaba. – contestó, aun con la mirada perdida, llevándose una mano al mentón – Hace un rato ha venido un…

- ¿Arcángel? – interrumpió el sacerdote

- ¿Al final recurrió a ti? – Paln era la única persona con la cual el Bibliotecario se tomaba confianzas, tal vez porque era casi con quien más hablaba en aquel lugar – ¿Qué quería?

El sacerdote vaciló, no estaba muy seguro de si debía volver a poner en peligro su promesa. Sin embargo, dudaba que hubiera alguien en quien se pudiera confiar más que en Rálsiven.

- Buscaba información sobre un relato en concreto. Uno que yo escribí – dijo con cautela.

- Sí... A mí me preguntó acerca de la procedencia de los relatos escritos en pergamino – repuso el Bibliotecario, pensativo – pero luego preguntó acerca de una sección de la Biblioteca. Una sección bastante olvidada, pero, realmente, no es eso lo que me escama. – entrecerró los ojos para escrutar en su memoria.

- ¿Y qué es lo que te preocupa, pues?

- Es que...de no ser por esa cicatriz que tenía en la cara...

- ¿Qué? – dijo Paln, expectante.

- Juraría que yo he visto antes a ese Arcángel...
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El ambiente de la taberna ya no estaba tan cargado, al encontrarse un tanto vacía a esas horas. Latvian ya se había calmado un poco tras su encuentro con Caronte y en esos momentos, tras la barra, observaba a los pocos guardianes que se encontraban en su establecimiento. Un Nero dormitaba sobre una de las mesas con una enorme jarra vacía tumbada junto a su cabeza. Dos Bianco hablaban tranquilamente en otra mesa, la más cercana a él, sobre banalidades que al tabernero le eran indiferentes. Y un Nero más, quizás el que le era más familiar de todos, muy a su pesar, estaba en la mesa más alejada de todas. Se encontraba con la silla inclinada hacia atrás y las piernas apoyadas en la mesa.

Resultaba extraño ver a Dimahl tan taimado.

El Nero permaneció divagando en la mesa largo tiempo. Pensaba en Nahara con pesar, debido a los problemas que le había causado. La Bianco que él conoció, pura e inmaculada, parecía haberse desvanecido y corrompido con tan solo una fugaz visita a Nocheeterna. Realmente se estaba convirtiendo en una Nero, y eso no era nada bueno. También pensaba en sus alucinaciones. Era evidente que a Nahara le había afectado entrar en Nocheeterna, pero parecía muy segura de lo que había visto. Por otra parte, Yorüen puede alterar a cualquier novato.

Dimahl también pensó en Guardaluz. Realmente había perdido demasiado tiempo vagando por aquel lugar y, dada su condición de intruso, estaba arriesgando demasiado. Aquello que debía hacer era demasiado importante para él, y ya había puesto demasiado en peligro por un acto así de egoísta.

Pesadamente, levantó los pies de la mesa y apoyó las cuatro patas de la silla en el suelo, para después levantarse de ésta. Ya dispuesto a abandonar la taberna, se detuvo a medio camino de la puerta, para dirigirse a la barra. Quería confirmar algo. Dibujó en su rostro su sonrisa socarrona habitual antes de dirigirse a Latvian.

- Tienes que oír esto, viejo.

- Largo. – tajó el tabernero

- ¡Espera! ¡Esto es buenísimo! ¿Conoces a ese Yorüen, de Nocheeterna? Creo que vino algo después de que tú te fueras.

- Sí, he oído hablar de él. Dicen que se ha ganado el favor de la Dama Luna. ¿Qué pasa con él?

Latvian se bastó para sacar el tema, consiguiendo que el corazón de Dimahl se detuviera por un instante.

- ¿¡Cómo dices!?


The Nether, Parte 1:

__________________________=FIN=__________________________

sábado, 7 de junio de 2008

1st Lesson





...






Sí, ellos lo piensan antes que nosotros.



Dedicado a Fluffy, lugarteniente de la Goberna's Corp.

miércoles, 4 de junio de 2008

Oblivion

Una niña pequeña camina entre la multitud, en una concurrida calle grisácea de una ciudad sumida en la más tediosa de las rutinas. Apenas levanta un metro de altura, y lleva puesto un largo y mullido abrigo añil, que permite ver unas finas piernecitas cubiertas hasta la base de la rodilla por unas medias blancas, bajo unos zapatos negros. Una larga y gruesa bufanda de lana cubre su rostro bajo la nariz, dándole un par de vueltas al cuello y con los extremos colgando por su pecho y por su espalda, hasta casi tocar el suelo. Lleva un mullido gorro cubriendo una revoltosa y desordenada melena de cabellos castaños oscuros, que asoma bajo él. Sus enormes ojos negros miran curiosos a su alrededor, mientras camina atropelladamente entre la muchedumbre, arrastrando un muñeco de trapo asido por una mano. Porta una pequeña bolsa marrón colgada del cuello, a un costado, que se balancea mientras camina.

- Disculpe, señor – dice, con la voz difuminada por la bufanda, ante un hombre trajeado y de peinado impecable - ¿Quiere jugar conmigo? – muestra orgullosa su muñeco de trapo

El hombre la ignora.

La niña se queda unos instantes mirando cómo se aleja. Bajo la bufanda su labio inferior se tuerce en un puchero. Vuelve a sostener al muñeco a ras de suelo y, tras unos instantes, sigue caminando, chocándose a menudo con las indiferentes personas que seguían su camino.

Agobiada, la pequeña gira por un estrecho callejón oscuro para evitar a toda aquella gente. En él numerosos cubos de basura abollados rebosan de desperdicios y oxidadas y goteantes cañerías reptan por las paredes mientras una escalera de incendios lucha por no perder la estabilidad de su estructura. De entre el humo que emerge de una alcantarilla, la niña consigue ver un hombre, acuclillado en el suelo, abrazado a sí mismo, con su rostro entre sus brazos. Cuando la pequeña se acerca, se percata de que se trata de un mendigo de ajadas ropas. La chiquilla observa cómo dos lagrimas caen por su rostro ennegrecido por la mugre y el hollín, entonces mira su muñeco de trapo, observando que hay un cierto parecido entre aquel hombre y su juguete. Sonríe bajo su bufanda.


- ¡Señor!

El hombre alza la vista, revelando su rostro, húmedo y sucio por el llanto. Su labio tiembla mientras frota sus manos en sus hombros.

- ¿Tiene usted frío? – pregunta la pequeña.

El hombre asiente, escondiendo de nuevo el rostro entre sus brazos, avergonzado. La niña se desenrolla rápidamente la bufanda y se la ofrece, con una radiante sonrisa. Ésta es mucho más larga que ella y sus extremos rozan el húmedo suelo. El hombre alza los ojos y mira la prenda de la chiquilla. Sus ojos se empañan aun más al conmoverse por aquel gesto y por la herida de su orgullo al verse alargar el brazo para tomarla y ponérsela alrededor de su cuello. Su tacto es cálido y su textura suave, al igual que su dulce aroma. Extrañamente, se siente mucho más confortado, el frío que siente amaina. Sus ojos ya no derraman lágrimas.

- ¿Ve qué bien? – dice la pequeña; entonces, una vez más, alza su muñeco para mostrarlo - ¿Quiere jugar conmigo?

El hombre la mira, enternecido y se levanta, aunque permanece algo encorvado. Sonriendo, toma el muñeco.

- Claro que sí, cielo... – dice él; su voz es grave y cansada

En ese momento, la oscuridad del callejón, procedente de sus apartados rincones, repentinamente crece, hasta envolverles a ambos. Sin embargo, ninguno de los dos parece asustarse o inmutarse siquiera. Nada es visible salvo ellos dos. Salvo ellos dos, y una borrosa multitud de personas que se encontraban lejos de ellos. Desde aquella distancia se puede intuir que todos ellos parecen sostener algo en sus manos. El hombre en seguida asumió que se trataba de más gente como él, invitada a jugar con los muñecos de la pequeña.


- He venido a por usted. – dice ella, sin dejar de sonreír. Su sonrisa era tan cándida como su voz y, a pesar de su mensaje, no inspiraba más que alivio.

- Lo sé, cielo, lo sé… - el hombre sonaba resignado, pero parecía sentirse mejor. Comenzó lentamente a caminar hacia la multitud.- ¡Todo irá bien, se lo prometo! – dijo la niña mientras veía cómo se alejaba – Ya todo irá bien…

La oscuridad se desvanece, y el callejón vuelve a aparecer. La niña suspira y rebusca en su bolsa, hasta sacar otra bufanda, similar a la anterior. Mete una vez más la mano en su bolsa y, esta vez, extrae otro muñeco de trapo. Se gira y observa, desde el callejón, a la gente pasar. Se envuelve el cuello y la boca con la bufanda una vez más y se adentra en la muchedumbre, atropelladamente.

Busca a más gente que sienta ese frío. Ese frío que sólo el abrigo de su bufanda puede sanar.

Busca a más gente que acepte ir con ella para jugar.

lunes, 2 de junio de 2008

Cooler than anyone



¡Sielos! Mi primera tira-ultra-hiper-super-mega-referencial-que-te-excrementas-y-que-uno-solo-pilla-si-ha-visto-"Soy Leyenda"-de-Güil-Esmiz!

Y así se acaba mi reserva de tiras para examenes...