No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

lunes, 29 de noviembre de 2010

22 1/2






Ha fallecido, por complicaciones provocadas por una pneumonía, a los 84 años, el autor de las risas de nuestra infancia.

Y de nuestra no-infancia.

Le echaremos de menos, Agente Drebin...

lunes, 22 de noviembre de 2010

So it's your fault



No, si será por excusas... xD

¡Aun sigo vivooorl!

jueves, 28 de octubre de 2010

[IFS] Cursed Sword

Dibujo: Naïm Álvarez Carrillo (Jardius)

Relato: Andrés A. Martínez Bertomeu (Tréveron)



Existe una leyenda que habla sobre una espada.

Pocos bardos se atreven a contarla, ya que es una historia de codicia, horror, maldición y muerte. Sin embargo debe de ser relatada como advertencia para que aquellos aventureros que busquen la gloria sean conscientes de sí mismos.

Cuentan que fue forjada por el mismo demonio en el centro del círculo más profundo del infierno, y fraguada con fuego y sangre. Y fue de esta forma que el arma adquirió la vil personalidad de su creador, así como su terrible habilidad de leer los corazones de los hombres para hallar su perdición.

Todo comienza con susurros. Voces en la cabeza de los aventureros que se suelen confundir con ensoñaciones o simples quimeras de la imaginación. No obstante, en un estado similar a la hipnosis, la espada conduce al incauto hasta su emplazamiento, que siempre suele ser un rincón discreto y apartado del bullicio. Primero maravilla a aquel que tiene delante, refulgiendo con su hermoso acabado. Y cuando ya ha llamado su atención, comienzan las promesas.

Ella te conoce. Siempre lo sabrá todo de ti hasta un punto en que dejará de sorprenderte. Fuerza, poder, y todo lo que ello conlleva. Fama, dinero, mujeres… Ella siente si la voluntad flaquea. Sabe como acariciar con las palabras que se quieren oír para que, antes de que te des cuenta, se convierta en tu arma.

Promete fuerza, y la proporciona. Y pasa de alimentarse de avaricia a vivir de soberbia, así como de la sangre de los enemigos de su portador. Lo convierte en un auténtico animal sediento de sangre y, sobretodo, confiado. La espada corrompe el alma de quien la usa de una manera que satisfaría los más sádicos caprichos de su creador.

¿Qué le quedaría entonces a la espada por obtener?

La respuesta es evidente. El premio definitivo: el alma de su portador.

¿Y cómo lo consigue? Espera con la paciencia de un demonio a que quien la maneja busque la madre de todas las batallas. Aquella gesta en la que, si sale victorioso, éste se convertirá en leyenda. La espada espera el momento en el que más se la necesite. El clímax del combate.

Y en ese momento, abandona a su portador.

De la nada, la espada expande un par de poderosas alas para sorpresa y horror de quien la sostiene. Y antes de que este pueda si quiera reaccionar, echa a volar dejando a su portador a su suerte. Este acabará irremediablemente muerto en combate pero no sin antes volverse loco, invadido por la desesperación y la culpa. Y así, la espada del demonio encontrará otro sitio para descansar, y otro ingenuo al que embaucar.

Hay una canción infantil escrita por los propios niños que, a escondidas, escucharon a los bardos y convirtieron en un juego algo que conseguía quitarles el sueño por las noches:

“Hay una espada que habla

¡Qué miedo! ¡Qué miedo!

Dicen que está endemoniada

Si ves una espada que habla

¡No escuches! ¡No escuches!

Porque se lleva tu alma

Te dice cosas bonitas

¡Mentiras! ¡Mentiras!

Vive de tu avaricia

No te quedes la espada que habla

¡Te odia! ¡Te odia!

Y pronto se irá con sus alas”

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Seguimos poniéndonos las pilas con el Servicio de Fanarts Invertidos. Ahora... ¡A preparar la maleta para el Salón del Manga! ¡No dejéis de participar!


¡Cuídenseme!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Type and listen



¡Vuestros comentarios me ayudan a seguir! ¡Sé que estáis ahí jodíos! xD

Y ahora, ¡NOTICIAS!

Últimamente se han dado cierto número de novedades concernientes a un servidor de ustedes que me gustaría compartir.

¡La primera es que este año nos han seleccionado a Deed y a mí para el weezine de este año! Para los que no lo sepan, el weezine es la recopilación de las mejores tiras/páginas de los miembros del WEE (Webcómics En Español). Este es el primer año que se me ha votado para participar con dos tiras (¡enteras!) y no os imagináis la ilusión que hace. A mi churri, para no variar, le han dado dos páginas para ella sola =D

La siguiente noticia es para los amigos y lectores que ronden la Comunidad Valenciana. El amigo Valerian nos ha concedido el honor de participar en la segunda entrega de su recopilatorio Webcómics 2.0, donde también salimos un puñado de autores de este mundillo. ¿Por qué interesa a los Valencianicos? Pues porque tanto servidor, como la parienta, y junto con un puñado de autorazos (cuya lista no tengo uen mis manos, pero que recuerdo que impresionaba) presentaremos in person el susodicho recopilatorio. El día: este sábado 16 de octubre. El lugar: La sala de exposiciones Clínica Mundana (ver el link para la dirección). Todos los autores nos presentaremos y firmaremos ejemplares en lo que seguro que será una experiencia guay. ¡Espero ver alguna de vuestras jetas!

La noticia number three, la última, y no por ello la peor, es que gracias a la recomendación de mi buen amigo Koopa, a quien nunca dejaré de agradecérselo, voy a participar como colaborador en una de las revistas on-line sobre videojuegos más importantes de este país: la Games Tribune Magazine. Una revista mensual en la que participaré con una tira sobre videojuegos a partir del número de Noviembre, si no me equivoco. Iré comunicándolo por aquí para que le echéis un vistazo.

Bueno... Creo que salvo comentar que, para hacer algo de ejercicio, me he apuntado a clases de Judo en la universidad...

...no me queda comentar nada más. ¡Espero que sigáis ahí, gorriones!

¡Cuídenseme!

lunes, 4 de octubre de 2010

[IFS] Princess and the Mask



Dibujo: Nicol Valdés (Rei)
Relato: Andrés A. MArtínez Bertomeu (Tréveron)


Érase una vez una princesa incapaz de sonreír, pues se hallaba embargada por la tristeza. Era una tristeza tenue, más bien una falta de ánimos que, aunque débil, era terriblemente constante.

Sin embargo, era una princesa. Una de un reino feliz. Donde los aldeanos eran felices. Donde los paraderos, los herreros, los merceros, los agricultores y hasta los perros y gatos eran felices.

¿Cómo podía ser, si la heredera de aquellas tierras no hacía más que suspirar con melancolía? La respuesta es sencilla: ellos ignoraban por completo la pena de la princesa. Pues tenía una máscara.

Un rostro hermoso, idéntico al suyo, pero en el que lucía la más jovial de las sonrisas. Una máscara esculpida por la misma princesa, basada en sus propios recuerdos felices.

¿Y cuál era la causa de su interminable tristeza? Ni siquiera ella lo sabía.

Hay personas que, por naturaleza, sin razón, son alegres y extrovertidas. Lo que poca gente sabe, y menos aun quiere saber, es que los hay que se levantan tristes por la mañana y se acuestan tristes por la noche después de todo un día de vagar de aquí para allá como un autómata. A este especial grupo de personas pertenecía la princesa.
A veces pasaba horas enteras mirando su máscara, examinando cada uno de los rasgos de aquel rostro tallado finamente en madera. Intentaba recordar cómo se sonreía, qué músculos de sus mejillas debía contraer, qué momentos debía evocar. Pero no lo conseguía.

Sin embargo, era una princesa. Debía ser feliz. Ese era su deber.

A menudo se preguntaba, mientras observaba el gentío a través de los agujeros de la máscara con sus tristes ojillos, si alguno de sus súbditos se sentía como ella. Su reino era vasto, con multitud de personas distintas. ¿Tan extraño sería que hubiera alguien igual que ella?

Se le ocurrió pensar si la suya era la única máscara. Entonces, un pensamiento preocupante añadió otro granito de arena a la balanza de su tristeza: ¿y si, de hecho, todos los habitantes de sus dominios fueran como ella? ¿Y si todos llevaran una máscara, si nadie fuera feliz?

¿Y si preferían, como ella, mostrar una sonrisa que la verdad?
Aquella noche soñó, envuelta entra sábanas de fina seda y sudores fríos. Soñó un día en el que ella se despojaría de su máscara delante de todos sus súbditos que, en respuesta, se desharían de las suyas. Así, el reino sería un mar de tristeza en el que la princesa no era más que una gota.

Por suerte pudo despertar de aquel mal sueño, con la pregunta de qué sería mejor para su reino pululando por su mente. Una persona no debería vivir sin ser sincera consigo misma, por muy fuerte que esta pueda ser. La única opción entonces era desprenderse de su máscara. ¿Qué hacer si no?

Sin embargo, era una princesa…

Su sonrisa, aunque falsa, era necesaria para los corazones de los demás. Y para que su gente pudiera vivir con algo por lo que sonreír, para no vivir en un mundo de máscaras, no tuvo elección.

Hizo que su máscara fuera su mundo.

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¡Seguimos con otro bonito Fanart Invertido y con mi propuesta de ir acelerando su factura! x_D
Espero que os gusto y que no dejéis de participar.
¡Cuídenseme!

martes, 21 de septiembre de 2010

My life



Bienvenidos a mi mundo.

(No sé por qué, una de las tiras con las que más me he reído mientras la dibujaba. Perdón por el egocentrismo xD)

martes, 14 de septiembre de 2010

Femanons



Así, estrenando fuente nueva y el desprecio de las mujeres hacia mí (xD) empezamos el nuevo curso. ¡A ver si cojo ritmillo otra vez!

Y, mujeres, sabeis que os quiero de un modo que no requiere que mi churri me haga una lobotomia testicular a lo vivo ;)

martes, 24 de agosto de 2010

[IFS] Moon



Dibujo: Rumiko
Relato: Andrés A. Martínez Bertomeu (Tréveron)



Cuesta pensar que una historia pueda comenzar a raíz de algo tan leve, mucho menos una historia que trata de algo tan trascendente como el amor. Dicen que un batir de sus alas puede provocar huracanes, pero apenas cambió el aire de aquella noche. Y cierta pareja de amantes ni siquiera se percató de ningún movimiento a su alrededor.

La razón es simple: ambos miraban ensimismados la Luna.

Observaban la hermosa Luna llena que brillaba aquella noche entre suspiros por la inabarcable distancia que les separaba. Y como tantas parejas sumidas en la lejanía, en el momento de la separación, se despidieron con esta frase:

“Por las noches, si me echas de menos, mira atentamente a la Luna. Yo también la estaré mirando.”

El saberse compartiendo un mismo gesto, por insignificante que este fuera, les hacía sentirse más cerca. Tal vez solo fuera una de esas tonterías que hacen los enamorados. A veces, incluso, a alguno de los dos se les escapaba una sonrisa ante lo absurdo de ese gesto, que sin embargo no dejaban de hacer cada noche.

Qué terrible responsabilidad para la Luna, cabe pensar, el tener que guardar santísimas historias de amor. Pobre de ella, hay que añadir, al tener que recoger los pedazos de tantos y tantos corazones rotos por promesas vacías. Y es por esto que la misma Luna, esta vez, había decidido intervenir.

Amablemente le solicitó a una humilde mariposa nocturna, que flotaba en el viento en busca de dulce néctar, que intercediera por ella.

- Me gustaría, si no te importa – comenzó a decir la Luna – que revolotearas alrededor de ellos para sondear sus sentimientos. Quisiera saber si realmente vale la pena reflejar sus miradas.

La mariposa estaba confusa.

- ¿Pero cómo podría observar a ambos? Las mariposas somos insectos migratorios, pero aun no estoy lista para marcharme.

La Luna rió.

- Irás, si decides hacerme el favor, de la misma manera con la que te estoy hablando. Con mi blanca luz te hablo sin articular palabra, y con ella, de la misma manera, viajarás sin viento. Una noche aquí y la otra allí. Una noche con él, y la otra con ella.

La mariposa, siendo así, accedió. Pues ¿quién no querría complacer a la Luna?

Y de esta manera la peculiar misión de la pequeña mariposa comenzó. Primero le vio a él, que aquella noche caminaba por una pradera fragante por el aroma que arrancaba el rocío de cada brizna de hierba.

Hay que mencionar que los ojos de los insectos son compuestos. Es decir, se componen de cientos de pequeños prismas que ofrecen de manera independiente una imagen única que, en conjunto con la del resto de lentes, permite ver a estos diminutos seres. La Luna amplió esta capacidad de la mariposa, para facilitarle su cometido. A cada persona que ésta viera bajo la luz blanca que ilumina la noche, la vería como un mosaico de todas sus facetas, todas sus opiniones, intenciones y sentimientos ocultos revelados a los ojos del pequeño insecto.

La mariposa observó al amante con su portentosa capacidad. A decir verdad, como pensó el insecto, el hombre parecía algo simple, en vista de que no veía demasiadas imágenes diferentes de él. Sin embargo tenía buen corazón. A pesar de que estaba mirando directamente al hombre, veía el rostro de la mujer en multitud de las lentes que componían sus ojos. La veía sonreír, mirarle a los ojos con candor. Vio también al hombre trabajando e imaginando su futuro. Vio el sueño del amante, la enorme casa que su amada merecía. Vio el futuro que esperaba, los dos ancianos, cogidos de la mano, mirando por la ventana los días que les queden pasar. Juntos. Y en el centro de todas las imágenes, brillante y redonda, la Luna, como promesa de un amor que duraría para siempre.

Satisfecha, la mariposa voló en busca de ella.

En un batir de alas el servicial insecto recorrió la enorme distancia que les separaba, tal y como la Luna había prometido.

La amante, como es común entre todas las mujeres, era mucho más compleja que él. Los ojos de la mariposa se llenaron de imágenes, de planes, de sueños y esperanzas que la chica había puesto en el futuro. Pero había una especial. Una imagen pequeña, pero aun ahí presente. Si bien su amado siempre estaba presente en cada una de las visiones de la mariposa, había una casi imperceptible pero especialmente arraigada. Se trataba de la pareja en una casa. Ésta era difusa y cambiaba constantemente alrededor de los amantes, nítidos y sonrientes. Y eso era simplemente porque a ella algo tan banal como un edificio le daba igual.

La mariposa no necesitaba ver más.

La Luna estaba impaciente.

- ¿Y bien? – preguntó.

- ¿Sabes? – comenzó a decir la mariposa – No creo que debas perder tu tiempo contemplándoles…

- Oh… – repuso visiblemente decepcionada – Ya entiendo…

- Quizás deberías dejar que yo les vigile – propuso entonces con traviesa esperanza – Yo velaré por ellos, si quieres.

La Luna no necesitó una boca para sonreír. Porque igual que hay gente se deleita viendo algo tan hermoso como la Luna, hay quien prefiere admirar el amor auténtico.
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¡Seguimos trayendo Fanarts Invertidos, con el firme ritmo de un caracol con gota! Podéis seguir enviando obras de arte, para ver qué sale a su debido tiempo. ¡Espero que os haya gustado! ¡Sigo aquí! =D

miércoles, 28 de julio de 2010

Driving licence IV



Si estáis en el hemisferio norte y tenéis vacaciones, no corráis por la carretera. Recordad el sempiterno espíritu del verano y su principal objetivo:



¡HE VUELTO!

P.D. Tira dedicada a Marco. Tenías razón, me hacía falta quedar con mi gente para que surgieran las situaciones ;)

domingo, 27 de junio de 2010

Blocked

A la atención del señor juez:

Deseo morir. Aunque, tal vez, la manera adecuada de expresarlo sea “deseaba morir”. Porque, huelga decir, para cuando esta nota sea leída, yo ya estaré muerto. Y mi propósito con estas líneas es explicar la razón.

Soy escritor. Siempre lo he sido. Era escritor incluso antes de saber escribir. Lo era desde que empecé a observar mi alrededor e intentar describirlo en mi cabeza. Desde que quise captar cada matiz, cada sombra, cada facción de lo que me rodeaba. El día más feliz de mi infancia fue aquel en el que descubrí el poder de un simple lápiz y el abanico de posibilidades que ofrecía una hoja de papel en blanco.

Y sin embargo, desde hace más de un mes, soy incapaz de escribir ni una frase coherente.

Me siento atrapado entre las teclas de mi ordenador portátil. Perdido en el resplandor vacío de la luz de su pantalla, que me lanza destellos, suplicante, pidiéndome completarla con hermosas palabras que ya no se encuentran dentro de mí. Camino por la calle y, a pesar de que la habilidad de describir mi entorno sigue ahí, soy incapaz de que las ideas arraiguen en mi mente, de que broten relatos, de que mi cordura no se marchite.

Las frases más simples, que escribo de manera mecánica para cerciorarme de que no estoy teniendo ningún tipo de regresión patológica que merme mis capacidades, parecen reírse de mí. Me recuerdan que yo no solía ser mediocre. Me demuestran que no soy capaz de hacerlo mejor. Ya no.

¿Cómo se sentiría usted, Señor Juez, si no fuera capaz de comer? Si la comida careciera de su sabor de un día para otro, si le repugnara o tan solo si le fuera indiferente, ¿no acabaría muriendo de inanición? Puede que esta frase no tenga sentido para usted, pero tan solo intento ilustrar, reduciéndolo al absurdo, la situación en la que me encuentro. Ya no puedo saborear mis palabras como solía hacerlo. Ya no me alimentan. Muero de inanición.

Y es por ello, Señor Juez, que deseo terminar con mi vida. Soy una persona católica y sé lo que ello conlleva. Puede que el infierno me inspire. No lo pretendo, nunca he sido un blasfemo, pero ya no encuentro una razón que me ate a una vida que carece de sentido para mí.

La cuerda está preparada. Bien atada a una viga del techo, porque no pretendo marcarme un farol.

Permítame pues irme sumergido en la ironía de que lo mejor que he escrito desde hace un mes es esta nota de despedida.

Carta hallada a los pies de un escritor ahorcado en su domicilio.

viernes, 25 de junio de 2010

To me!



23 añazos ya... Los llevo bien, no os creáis...

Salvo por lo del pelo.

¡Cuídenseme!

miércoles, 23 de junio de 2010

Void



La cosa parece funcionar. Espero que no os despeguéis ;)

¡Os quiero, tontorrones! =_D

miércoles, 9 de junio de 2010

What's the internet for?



¡Volvemos de los exámenes! Algo falto de inspiración pero ¡no falto de ganas!
¡Os echaba de menos, pequeñines...! :_)

¡Cuídenseme!

jueves, 27 de mayo de 2010

Boogey!



Como todos sabéis, el mundo es un pañuelo.


Lleno de mocos.


Damas y caballeros, sigo alive, y pensando en cosas para hacer en cuanto acabe los exámenes. ¡No desconectéis este verano!

¡Gracias por seguir ahí a pesar de las ausencias! ;_)

lunes, 17 de mayo de 2010

Worth it! [EDIT]



Para mi gran amigo Jonathan y su gemelísimo hermano. Por ayudarme a retomar ese mal vicio que son las Magic (cabrones x_D).

[EDIT]



Perdón, que el nene quería una foquita suplicante... xDDD

sábado, 15 de mayo de 2010

You knew this was coming...



Y MALDITA SEA, sienta bien que haya sido yo...

En fin, mis pequeños, sé que últimamente esto está un poco muerto y que el reciclaje de tiras ya está muy visto, pero ya sabéis, exámenes.

Intentaré mantener esto a flote pero, de no conseguirlo, ¡más y mejor tras los exámenes!

¡Cuídenseme, no os olvido, chicos :_)!

martes, 11 de mayo de 2010

Naked Webcomic Day!



Las espuelas eran... completamente imprescindibles.

viernes, 7 de mayo de 2010

Conference



Y eso que todos lo estaban pensando.

¡LO SÉ!

viernes, 30 de abril de 2010

Girl Next Door

Estaba en la puerta de la habitación de mi compañera de piso, pegándole suaves golpes a la puerta porque sabía que me arrepentiría de lo que por otra parte me moría de ganas de hacer.

Desde poco después de que respondiera a mi anuncio en búsqueda de alguien con quien compartir un piso cerca de la universidad estoy enamorado de ella. Anoche salió mientras yo me quedé estudiando para un examen cercano. Ella no suele beber demasiado, pero a juzgar por los tumbos que oí a altar horas aquella vez debió de haberse pasado. Su ropa estaba toda tirada por el suelo y ella dormía plácidamente sobre su cama de sábanas blancas.

Dormía profundamente…

Titubeando, me adentré en su cuarto y me senté junto a ella en la cama. Con suavidad le acaricié la cabeza. Su pelo corto y rubio estaba aun algo engominado. No reaccionó, su sueño era realmente imperturbable. Con la mano temblorosa le bajé la fina sábana que cubría su cuerpo.

Dios… ni siquiera pensé en una excusa que explicara mi presencia allí si hubiera despertado.

Estábamos a finales de mayo y ya hacía un calor bochornoso, incluso por las noches. Por eso ella tan solo llevaba una camisa de pijama de manga corta y unas leves braguitas tanga de encaje rojo y algo transparente. Aquella visión acabó de despertar en mí los instintos más bajos y pueriles. Seguí bajando la sábana hasta la mitad de sus carnosos muslos y los acaricié con delicadeza a medida que mi mano ascendía por su cuerpo.

La camisa de su pijama era holgada y estaba mal abotonada, seguramente debido al estado de embriaguez en el que se desvistió. Poco a poco fui desabrochando los botones, de arriba abajo, hasta que por fin pude apartarla. Tragué saliva: ya lo había notado, pero no llevaba sostén. Sus pechos eran generosos y caían ligeramente con naturalidad. Ahogué un jadeo y paseé lentamente mi mano desde su vientre hasta su seno derecho. Lo acaricié con suavidad, como si se fuera a romper hasta que, en un arrebato, lo apreté ligeramente observando como sobresalía entre mis dedos. Me permití pasar un dedo por su rugoso pezón rosado, pero antes de que éste comenzara a sobresalir aparté la mano. Tenía un lunar junto a la aureola de ese mismo pecho.

Me fijé en sus labios, carnosos y aun con algo de carmín desgastado. Acerqué mi cabeza y rocé, casi con pánico, la comisura de sus labios con los míos.

Me di cuenta de que mi mente se estaba perlando cuando bajé la mirada de nuevo. Bajo las finísimas braguitas se intuía el vello de sus bajos. Puse mi mano en su cadera, con un dedo bajo el escaso hilo de su ropa interior y descendí. Casi como si lo hicieran solas, sus rojas braguitas acompañaron a mi mano por un lado, ligeras. Me recreé unos segundos viendo su vello púbico casi en su totalidad, así como el surco del hueso de su cadera.

Casi sin pensar, bajé mi cabeza y comencé a besarle el vientre con suavidad, cuidando que no reaccionara, que siguiera durmiendo. Humedecía mis labios a cada beso para que mi tacto fuera más suave y para probar el sabor de su vientre. Sin dejar de besarla, descendí hasta llegar a la cadera, hasta notar su vello en mi mentón.

Entonces se movió.

Tuve que detenerme, se estaba removiendo en la cama. Su expresión seguía siendo plácida y se movió ligeramente cerrando y frotando sus muslos, en un gesto que se me antojó como el más sensual que jamás había contemplado.

Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo. De en qué me estaba convirtiendo. De que no sería capaz de volver a mirarme al espejo si hacía lo que cada fibra de mi cuerpo me estaba pidiendo probar.

Aquella misma tarde, antes de que despertara, me fui de aquella casa. Ni una explicación. Ni una triste nota. Mucho menos una confesión.

Nunca más la volví a ver.

martes, 27 de abril de 2010

Unhinged



Realmente mi No-No-Cumpleaños es en Junio, pero ¿a que hubiera sido gracioso?

Perdón por mi ausencia últimamente. La acuciante sequedad de ideas que sufro últimamente se suma a la proximidad inminente de los exámenes. ¡Pero no sus abandonaré!
¡Vivediós que no lo haré!

miércoles, 14 de abril de 2010

The Nether, Chapter XVI: Ignorance

Bueno bueno bueno, damas y caballeros. Después de más de un año de no continuarlo (que no de no escribirlo) cuelgo el esperado (esperado por mí, no os podéis ni imaginar el agobio que tenía por lo atascadisimo que estaba) siguiente capítulo de The Nether. No sin antes hacer un pequeño resumen.

AVISO: este resumen es muy somero, y va dirigido a la gente que ya se haya leído el relato. Los que no lo hayan hecho es posible que no entiendan el hilo argumental.

Resumen:

Cuando alguien muere su alma no cae en el olvido. Al menos, no directamente. Todo ser humano será juzgado el día de su muerte, por una entidad conocida simplemente como el Juez. Los puros irán a Guardaluz,un territorio paradisíaco guardado por los agentes del Juez, los Bianco. Los malvados, por el contrario, serán conducidos a Nocheeterna, guardada por los otros agentes del Juez, los siniestros Nero.
El Nero Dimahl consigue convencer a la Bianco Nahara para que intercambien sus puestos, algo completamente prohibido, para poder así conocer la "otra cara" del ser humano. La manera de hacerlo conllevaba compartir sus mismas almas, mediante un beso.
Así, Nahara descubre el yermo de noche sempiterna donde habitan los Nero, y donde lo único que brilla es la Luna reflejada en la guadaña de éstos. Aquellos cautivos allí, siempre bajo la mirada de sus captores, son torturados, encerrados o abandonados a su locura. Una macabra estructura, conocida como la Torre de la Redención, reúne en su pico una espiral de niebla, que no es otra cosa que las almas de los reos que han caído en la propia Nocheeterna. Cuando esto ocurre en la propia Torre, según le explican a Nahara, pueden materializarse de nuevo para seguir siendo torturados, o elegir caer en el Olvido, un ser sumergido en niebla y que está compuesto por todas las almas lleguen a él. Además, Nahara descubre horrorizada a una mujer que, con el rostro cubierto, flota en la luz de la Luna, vigilando a todos los Nero.

Dimahl, en Guardaluz, descubre la paz que rodea el lugar, y es seguido durante toda su estancia en ese lugar por un simpático perro que no hace más que ponerle de los nervios. Allá conoce una cara desconocida de Guardaluz: los Arcángeles. Soldados enmascarados que vigilan por la paz del territorio de los Bianco. Así, se ve obligado a camuflarse entre ellos para ocultar su rostro.

Dimahl y Nahara escuchan las historias sobrecogedoras de las almas humanas, comprendiendo así que existe algo más que lo que ellos creían conocer.

Sin embargo, Dimahl no fue sincero.

Una intención desconocida le llevó a realizar su arriesgada empresa. Además, Caronte, el barquero que lleva las almas al Juez, descubre que éste ha desaparecido. Nahara ha comenzado a verse afectada por su estancia en Nocheeterna, y Dimahl descubre el Guardaluz cosas de su propia Nocheeterna que él mismo desconocía.

¡La historia continua! ¡Espero que lo disfrutéis!


____________________

Dimahl caminó durante una cantidad de tiempo que fue incapaz de definir. A él, por lo menos, se le antojó eterno. Pensaba, turbado y atribulado, en las palabras de Latvian.

Resultaban absurdas, evidentemente no podían tener sentido.

“Dicen que se ha ganado el favor de la Dama Luna”

“¿La Dama Luna?”, pensó el Nero, “¿Pero de qué demonios está hablando?”

No pudo preguntarle al tabernero, que también parecía absorto, porque no tardó en echarle de su local. Y no quiso preguntarle a nadie más, porque no quería llamar la atención más de lo que ya lo había hecho. Pero en su cabeza las preguntas estaban comenzando a presionar contra sus sienes. ¿Quién se supone que era aquella mujer y cuáles eran sus cualidades e intenciones? ¿Por qué tenía aquella sensación de que el propio Dimahl era el único que no sabía nada, si hasta Nahara había estado ante ella? ¿Sabría algo?

¿Y qué relación parecía tener con Yorüen?

La hierba fresca les daba el característico sonido susurrante a los pasos del desorientado Nero. Y tal fue así que, sin que siquiera se diese cuenta, se encontró a sí mismo frente a las gigantescas puertas de piedra tallada de Nocheeterna. La tranquilidad de la noche le rodeaba como abrazando a su tumultuoso y confundido interior. También se percató de que el perro que siempre le seguía se hallaba sentado junto a él, mirándole con unos ojos cubiertos por su flequillo y con la lengua fuera. Jadeaba.

Aun vestía las ropas de quienes habitaban en aquel lugar, así que se acercó al umbral y las puertas se abrieron con aquel pavoroso sonido agónico.

- Quédate aquí – le ordenó al animal, sin mirarle.

El perro se tumbó con la cabeza entre las patas y gimió, como cansado de recibir siempre la misma orden.

Todo seguía igual, todo era familiar. El mismo aire, el mismo abiente, la misma gente y la misma luz. Y sin embargo no lo era. Los dos Nero que flanqueaban la entrada le siguieron con la mirada en silencio, con sus ojos perdidos bajo la negrura de sus capuchas. Dimahl continuó caminando con la visa fijada en la Torre de la Redención que, como siempre, estaba rodeada por una espiral de niebla que confluía en su cima. Como siempre…

Mirándose sus manos vacías convocó a su guadaña, que se materializó a partir de su parca cuando se fundió en una fina neblina. La textura del cayado, el brillo de la hoja, su peso. Hasta la sensación de poder que le otorgaba era la misma.

Aquí y allá veía a más Nero ya fuera solos o acompañados por reos aterrorizados, agonizantes, enloquecidos o todo a la vez. De vez en cuando, si se quedaba quieto con la mirada fija en ninguna parte, podía ver volutas de niebla fluir raudas hacia la Torre para unirse a la espiral que convergía en su pico. Las almas de los reos que han caído a manos de los Nero, ya fuera porque habían ofrecido resistencia o porque su captor era más sádico de lo debido.

Dimahl suspiró. Todo parecía igual. Todo igual. Incluso el brillo de la Luna.

Llevaba ya un largo rato en Nocheeterna y ya se había acostumbrado a la brillante luz perlada de la Luna. Solía pasarse sus ratos libres apoyado en alguno de los alféizares de las ventanas de la Torre, observándola. La luz del Sol de Guardaluz hería sus ojos, pero la Luna le agradaba.

“La Dama Luna… Una mujer que observa a través de la Luna.”

No veía nada. Tan solo el enorme círculo blanco en el cielo.

“Es una estupidez…”

Hastiado dejó caer los hombros y volvió de nuevo a las puertas con paso resuelto. Espetó a los guardias y se dirigió al camino crepuscular que llevaba directo a Guardaluz. Una vez fuera de la puerta le dio un par de palmadas al lomo del perro que le recibió alegre con un par de ladridos y comenzó a seguirle de nuevo.

Tal vez fuera por la mitad del alma de Nahara que habitaba en su interior. Quizás fuera por la cantidad de tiempo que había pasado con los Bianco o sólo por la paz que parecía casi tangible en Guardaluz. Cualquiera de esas razones parecía poder explicar la sensación de desplazamiento que acababa de sentir en Nocheeterna. Comenzaba a preguntarse si su misión valía la pena, aunque sólo fuera por cómo comenzaba a sentirse en su hogar. O por poner a Nahara en peligro.

Su determinación flaqueó un instante.

Volvió en sí una vez el resplandor de Guardaluz comenzó a cegarle. Cambió su apariencia por el sudario blanco con capa con un pensamiento y se adentró una vez más.

Ya se había familiarizado con aquel entorno salvo, quizás, por el brillo del sol. Era hora de ponerse serios y comenzar a buscar. Aunque no sabía cómo iba a reconocer a quien estaba buscando.

Parecía una empresa de locos buscar a una sola persona en toda la inmensidad de Guardaluz. Sin embargo esa locura encerraba algo mucho más enrevesado y retorcido. ¿Cómo era posible que Dimahl, que únicamente tenía recuerdos como Nero, supiera de alguien del territorio de los Bianco? Esperaba que, quien quiera que fuera la persona que buscaba, tuviera la respuesta, si bien no la conocía.

A decir verdad, mientras Dimahl recorría sin rumbo las tierras de Guardaluz, fijándose aquí y allá en quienes lo habitaban, reflexionó. La sensación que despertaba el rostro que súbitamente apareció en la mente del Nero era la opuesta a la que sentía ahora al entrar en Nocheeterna. Era una sensación familiar de procedencia desconocida, pero que le impelía a saber más.

Dimahl caminaba ahora por los campos de amapolas donde conoció a Nirnarëth. Echó un vistazo rápido, pero no parecía que ella estuviera por allí aquella vez. Y con sus ropas negras le habría llamado la atención. El perro correteaba de un lado a otro haciendo cabriolas y disfrutando del espacio abierto.

Lo que a Dimahl sí le llamó la atención la presencia de un Arcángel, de pelo largo y pajizo, de espaldas a él. Éste le dirigió una mirada, alertado por los ladridos alegres del perro y el Nero pudo ver su máscara, fría e inexpresiva como siempre; la misma que supuestamente debería llevar él en todo momento. Una vez el Arcángel se hubo asegurado que la fuente de alboroto no era peligrosa, volvió la vista a aquello que estaba observando. Por curiosidad, Dimahl se dirigió hacia él, no sin mantener cierta distancia.

A unos veinte metros de ambos había una mujer, apoyada a los pies de un almendro en flor. Estaba acuclillada y parecía sufrir los espasmos propios de los sollozos y el llanto. Todavía más lejos, en otra dirección, otro Arcángel observaba a la misma mujer.

Dimahl sabía que tenía que pasar desapercibido, pero algo le empujaba a acercarse a ella. Rodeándola, se colocó frente a ella, a una distancia suficiente como para poder verla con claridad mientras la observaba como un Arcángel más. Se trataba de una joven, o al menos aquella era la apariencia que había adquirido tras su muerte. Balbuceaba entre sollozos.

Tal vez por el nerviosismo de la mujer o por la distancia, Dimahl era incapaz de entenderla. Los Arcángeles seguían observando en silencio, con ojos vacíos y las expresiones igualmente vacuas de sus máscaras. La imperiosa necesidad de acercarse aumentaba. Sin embargo, hacerlo al descubierto era demasiado arriesgado: su rostro podía delatarle.

Las divagaciones acerca de las palabras de Latvian desaparecieron, ahogadas por la tensión del momento. Pensó en Nirnarëth, pensó en su máscara, la necesitaba. Con sutileza, Dimahl miró a su alrededor. La había arrojado en aquel campo de amapolas, pero era demasiado extenso y frondoso y no recordaba el punto exacto de su encuentro con Nirnarëth. Instintivamente se miró las manos vacías y recordó cómo apenas unos momentos antes había invocado a su guadaña. Entonces pensó.

Con la misma reacción que en Nocheeterna provocaba su parca, los extremos de las mangas del sudario se fundieron un instante, materializando así, de igual manera que con su arma, una máscara blanca similar a la del resto de Arcángeles. Sus mangas, además, también se alargaron, cubriendo sus manos. Con un suspiro se colocó la máscara en el rostro y dejó caer sus brazos. Su apariencia, entonces, se camufló con la del resto.

No le dejó de resultar extraño lo similares que eran las cualidades de los Nero y de los Arcángeles. O más bien, de los Bianco en general.

Dimahl volvió a mirar con disimulo al resto de los enmascarados que observaban a la mujer. Aparentemente ninguno se había percatado de su sutil cambio de apariencia. El perro parecía distraído interrumpiendo el vuelo nupcial de un par de mariposas a base de ladridos juguetones. Aquella parecía ser la oportunidad idónea del Nero camuflado para acercarse a la mujer.

Seguía llorando abrazada a sus rodillas. Aun balbuceaba, solo que aquella vez podía entenderla.

- Mi… mi hijo… – decía.

Dimahl se acercó hasta ponerse a su altura. Se sintió observado por el resto de los Arcángeles, pero los ignoró.

- ¿Le ocurre algo, mujer? – su pregunta estaba más movida por la curiosidad que por la compasión.

Fue ignorado.

- Mi hijo… no está conmigo… – repetía.

El Nero sintió la necesidad de preguntarle, pero en el estado en el que se encontraba aquella joven, sabía que volvería a ignorarle. Sin embargo, ella siguió hablando.

>> No está conmigo. Le echo de menos. Le echo de menos. Le echo de menos. Ojalá. Ojalá. Ojalá…

Dimahl estaba comenzando a sentirse incómodo. Y ni siquiera se había dado cuenta de que el resto de Arcángeles habían dado un paso hacia ellos.

>> Ojalá no le hubiera salvado…

- ¿Qué…? – aquello le pilló por sorpresa.

- ¡Ojalá hubiera muerto! – gritó.

La mujer se levantó de repente, iracunda, pegándole un puñetazo al nudoso e irregular tronco del almendro. Entonces Dimahl vio algo que no había visto jamás, ni allí ni en Nocheeterna. Algo que, tuvo que admitir, le pilló por sorpresa y le aterrorizó: como su una capa de la niebla propia de Nocheeterna los cubriera, sus ojos brillaban con un cadavérico tono grisáceo e irregular.

>> ¡OJALÁ LE HUBIERA MATADO YO MISMA!

Dimahl retrocedió. No había visto nunca algo así. Tampoco había oído hablar de nada parecido.

>> ¡ASÍ ESTARÍA CONMIGO!

Miró a su alrededor. Todos los Arcángeles cercanos habían formado un círculo alrededor de ambos. Algunos miraban a la mujer. Otros, le miraban a él. Entonces lo comprendió.

Él nunca había visto el cambio de aquella clase de personas. Solo el resultado final, su llegada a Nocheeterna.

Aquella mujer era una “gris”.

Y los Arcángeles esperaban que Dimahl la llevara, a favor o en contra de su voluntad, a Nocheeterna.

jueves, 1 de abril de 2010

Dancing Queen



Tan triste como cierto...

Y con esto vuelvo a la blogosfera después de unas vacaciones impuestas por la rebeldía de mi portátil. Siento mi ausencia, pero... ya estoy aquiiiiii... (léase como la niña de Poltergeist).

P.D. Próximo posteo, siguiente capítulo de The Nether, que incluirá resumen más que nada para mí, porque hace ya demasiado que no lo seguía... xS ¡Poneos al día! ;)

¡Cuídenseme!

viernes, 19 de marzo de 2010

And the winner is...

Damas y Caballeros, lectores todos de este humilde blog.

He de anunciar que servidor de ustedes...

¡¡HA GANADO SU PRIMER CONCURSO DE TIRAS!!

Os pongo en contexto: tanto mi churri como yo estamos bastante viciados últimamente a un juego on-line (MMORPG) llamado Dofus. Es un RPG en 2D de tipo táctico con unos diseños geniales, una música guay y, en general, bastante entretenido (tanto es así que, a pesar de tener su parte gratuita, estamos abonados porque además es muy barato). El caso es que en el foro del juego dedicado a los hispano parlantes (tanto de España como de Latinoamérica) convocaron un concurso de tiras cortas que explicara alguna anécdota sobre el juego relacionada con un gremio (un grupo de jugadores asociados, vaya) ya fuera real o ficticia. Decidí probar suerte, aunque no creí que fuera a ser de los ganadores porque, la verdad, el nivel en algunos casos era altísimo.

¿Que qué he ganado, os preguntáis?

Para responder diré que...

LOS ORGANIZADORES SON UNOS JETAS xDDD

Veréis, el juego es de origen francés, aunque se ha extendido por el resto de Europa (y del mundo, si no me equivoco). El premio consistía en una entrada a una convención del juego que tiene lugar en la ciudad del amor, París.

...

LA ENTRADA, que no el viaje...

Pero bueno, en la convención me hubieran dado una bolsa con regalos y se supone que esa bolsa, si no me puedo costear el viaje (que creedme, va a ser que no)me será enviada sin costes ninguno... x___D

En fin, aunque no me enviaran la bolsa, me hubiera bastado con saber que he ganado, me ha hecho una ilusión terrible... x___)

Anticipandome a vuestra pregunta, no, Deed, no ha participado.

...

Por eso he ganado yo.

Sin más ni más, os dejo con la tira. Os explico las referencias del juego que puede que no entendáis: un Cháfer es un tipo de esqueleto, un Jalató es una ovejita la mar de mona que se puede invocar y que da jostias como panes, y un Sacrógrito es una clase de combate cuerpo a cuerpo. ¡Yastá!

¡Espero que os guste! (perdón si los textos se ven algo pequeños, la presenté en un tamaño mayor pero la he tenido que reducir para ponerla aquí).



Aquí os dejo el enlace de facebook con el resto de ganadores (aunque puede que si no habéis jugado al juego se os escapen cosas... u.u). Evidentemente, si no tenéis facebook no creo que podáis verlas xP

¡Victoria! :___P

P.D. Ya solo me queda ganar algún concurso de relatos para que mi vida sea plena...

P.P.D. Sí, Deed, asúmelo. Mi vida no es plena...

P.P.P.D. Deed, mi cabeza tampoco será plena si sigues pegándome con esa silla...

lunes, 15 de marzo de 2010

Mischief



Eh, yo no estoy insultando a Pic... Solo era joven e ingenua...

jueves, 11 de marzo de 2010

Beyond Z Survival (3/3)

“¡Seré gilipollas!”, pensé. No había vuelto a cerrar la puerta de mi casa cuando acabé con el muerto antes de cenar.

Me quedé quieto para escuchar atentamente, tan tenso que ni siquiera pensé en quitar la música para oír mejor. Lo que pude identificar fue un golpe en la pared del pasillo. Entonces escuché lo que sólo podían ser un par de pies arrastrándose lentamente.

Otro Allanamiento. Tres en un día. Perra suerte…

Intentando hacer el menor ruido cogí el hacha. La casa fuera de mi cuarto estaba totalmente a oscuras, así que no quise arriesgarme a salir. No había oído ningún ruido de forcejeo por lo que lo que quiera que fuese que estaba en el pasillo no se había encontrado con mi madre, cuya habitación estaba más cerca de la entrada que la mía.

Un paso más.

Los pasos seguían acercándose con una parsimonia que me estaba desquiciando. Me alejé un par de pasos de la puerta entornada de mi habitación y esperé, con el hacha alzada, a que se acercara. Los segundos se me hicieron eternos. La idea de abrir la puerta y encontrarme con un zombie rodeado de oscuridad me helaba la espalda de sudor frío.

Otro paso más.

La atmósfera de mi habitación me estaba asfixiando, como si una mano invisible me atenazara la garganta. Golpeé con el mango del hacha en la pared para hacer ruido y atraer a la criatura hacia mí. Las piernas me temblaban.

El último paso.

Como si el mundo se ralentizara, tuve una consciencia casi sobrenatural de lo que me rodeaba. El zombie se hallaba ante la puerta de mi cuarto y se habia detenido, atraído por la ténue luz de la lámpara o el ruido. Prayer seguía sonando.

En un impulso, abrí la puerta como una exhalación.

Mi madre me observaba desde el otro lado. Con unos ojos que horas antes habían tenido un color azul precioso.

El corazón pareció pesarme como plomo dentro del pecho. De tan furioso que estaba tras el Allanamiento ni siquiera le había preguntado si le habían mordido. Ahora, una venda mal colocada y empapada de sangre coagulada colgaba de su brazo izquierdo.

Ella permaneció inmóvil bajo el dintel de mi puerta, con los hombros caídos y echados para delante mientras una gota de baba sanguinolenta colgaba de la comisura de sus labios. Yo también estaba inmóvil. Tanto fue así que ni siquiera noté que una lágrima caía por mi mejilla.

Era como si mi cerebro se hubiera congelado. Mis brazos se dejaron caer. El hacha me colgaba de la muñeca por el cordel que le até. Mi boca estaba abierta y balbuceaba cosas que ni yo mismo recuerdo. El silencio que nos rodeaba era tan espeso como la melaza.

Entonces, mi madre dio un paso.

Estaba completamente fuera de mí. En un segundo mi sangre pasó de ser escarcha a lava hirviendo. Me abalancé sobre ella, hacha en ristre, y fui a por su cabeza sin que mi ira dejara paso a un atisbo de duda. La canción Prayer estaba a punto de terminar.

Turn to me, return to me, return to me, you've made me turn away

- ¡JODER, MAMÁ! – el primer hachazo fue directo a la frente; su cráneo se astilló.

Living just isn’t hard enough

>> ¡MIERDA! – un segundo hachazo, éste a la coronilla.

Burn me alive inside

>> ¡COÑO! – otro más, mi madre cayó al suelo.

Living my life’s not hard enough

>> ¡JODER! – otro más; ya no los contaba.

They take everything from you

>> ¡¡MIERDA!!

El último hachazo se lo di al aire. El cordel de mi muñeca se rompió y el hacha voló por los aires hasta el otro extremo del pasillo mientras todo el peso de la situación cayó sobre mí como los escombros de un edificio en ruinas. El cadáver dos veces muerto de mi madre tenía la cabeza partida en dos. Sus hermosísimos ojos, ahora lechosos y sin vida, colgaban ligeramente de sus cuencas, debido a la fuerza de los golpes.

Me aparté de mi madre, pero mis piernas no me dejaron seguir más allá de un paso y me arrodillé junto a ella, deshaciéndome en llantos. No me dijo nada, quiso mantener lo sucedido en secreto hasta el final porque no quería que yo pasara por lo mismo que mi hermana. La… idiota de mi madre no pensó en que, tarde o temprano, éste iba a ser el final.

No sé cuánto tiempo pasé llorando junto a su cuerpo, cuando el desasosiego se fue disipando. Ya solamente albergaba odio.

Con la vista casi nublada fui a donde se había caído mi hacha y, sin arreglar el cordel, la cogí de tal manera que estaba seguro que no se me caería jamás.

Salí de mi casa. En el primer piso, al fondo de las escaleras, un zombie deambulaba sin saber cómo subir. Pero yo sí sabía cómo bajar. Agarrándome de la barandilla, apoyé todo mi peso y le propiné una patada en la cabeza con mis dos piernas. El cadáver chocó contra la pared opuesta y trastabilló, cayendo al suelo. Me dejé caer sobre su cuello que, débil y quebradizo, se separó de su cuerpo.

Aquel no iba a ser el último zombie caído aquella noche.

Me dediqué a lanzarme contra todo muerto viviente que veía. No usé la 9mm ni una sola vez. Un frío disparo no era suficiente para saciarme. Necesitaba sentir los crujidos de sus huesos, las salpicaduras de sus fluidos fríos y muertos. Necesitaba oír sus últimos suspiros y saber que habían muerto por mis manos una vez más.

Uno tras otro, hombres, mujeres y niños, fueron sucumbiendo a la fuerza de una humilde hacha de mano de podador. Los músculos me ardían, mis pulmones buscaban desesperadamente el aire suficiente para mantenerme vivo. Completamente enajenado y cubierto de sangre y restos de vísceras continué mi matanza, mi vendetta personal contra un mundo que yo no había elegido. Pero el mundo siguió jugando conmigo.

Fue el momento en el que me detuve. En el que pensé “a la mierda…”. Había estado matando muertos por toda la Ciudad y llegué al extremo diametralmente opuesto de la zona donde yo vivía. De lejos vi a mi siguiente objetivo, una mujer que, de pie, me miraba como si me desafiara. Corrí hacia ella esperando a estar lo suficientemente cerca para saltar sobre su cabeza con el hacha. Pero tuve que detenerme en seco.

Era el cadáver animado de Martha mi hermana desaparecida.

Ella me vio, y comenzó a renquear lentamente hacia mí. Exhausto, dejé caer el hacha, que con un ruidoso estruendo metálico marcó el final de mis ansias y de mi esperanza.

- A la mierda…

Me di la vuelta y deambulé sin rumbo, como uno de ellos, hasta que me dejé caer en un banco de un parque cercano. Con la letra de Prayer, de Disturbed aun en la cabeza, me quedé dormido allí mismo, presa de la extenuación, pensando que si algún muerto viviente me encontraba y me devoraba, que así fuera.

No ocurrió nada, como si el mundo siguiera riéndose de mí.

A la mañana siguiente, con un cielo encapotado como cabía esperar, fui a ver a Al. Con los ojos húmedos después de oír mi historia me dejó acompañarle a recoger las provisiones del ejército. Una vez en el punto de recogida, cuando pasaba el avión de suministros, Al encendió una brillante bengala roja, señal acordada que significa que hay un voluntario para unirse a las filas militares.

Ahora mismo me encuentro en un avión del ejército, rodeado de soldados de edades no muy lejanas a la mía, todos con la misma expresión que debo tener yo.Escribo estas palabras en un puñado de papeles arrugados que no sé si alguien leerá, con un bolígrafo que amenaza con gastarse. Resulta una metáfora curiosa.

Nos dirigimos a la Capital, grueso de la batalla debido a la gran cantidad de habitantes que solía haber allí. Sigo pensando en la letra de Prayer.

Tal vez, quien quiera que pueda leer esto pueda pensar que estoy loco. Debe de ser así. Hay que estar loco para sobrevivir en un mundo de locos. Loco para enseñar a niños de seis años a usar armas de fuego. Loco para guardar el cadáver de tu mujer en una jaula. Para atacar sin miramientos a lo que horas antes fue tu madre.

A veces, cuando alguien escucha una canción, lee un libro o ve una película, hay una frase o algún sentimiento que parece que esté hablando exclusivamente de ti, como me ocurrió a mí con Prayer. En esos momentos te sientes comprendido, sabiendo que no eres el único que alguna vez ha dicho o pensado o sentido lo mismo. Cuando eso ocurre, por lo menos en mi caso, siento que se crea una especie de conexión entre los autores y yo.

Escribo esto como un llamamiento a la esperanza en un mundo abocado al fracaso. Mientras siga habiendo ese tipo de vínculos entre los hombres y mujeres del mundo, puede que aun no sea nuestro final.



En fin, terminada queda. Espero que os haya gustado, porque a mí me encantó escribirla.

¡Cuídenseme!

martes, 9 de marzo de 2010

F**K YEAH!



Y ahí termina mi crónica sobre las jornadas Cromel, en L'Eliana, Valencia... x___D

viernes, 5 de marzo de 2010

Beyond Z Survival (2/3)

¡Bang!

¡Bang!

El cráneo del muerto que estaba sobre mí estalló. Afortunadamente cuando le di el cabezazo lo aparté lo suficiente como para que no me salpicara en la cara.

Reconocí aquellos disparos como de escopeta. Era un sonido inconfundible para mí, ya que desde muy pequeño acompañaba a mi padre a campeonatos semanales de tiro al plato.

Aparté el cadáver de mí y me incorporé. El otro muerto había caído también, con un boquete donde antes estaba su cara. Miré a mi salvador, que no era otro que Al, el tendero. Su escopeta, una Beretta de cañón superpuesto, me apuntaba directamente a mí.

- ¿Te han mordido, chico?

- No, Al, tranquilo…

Me examinó unos instantes, sin dejar de encañonarme. El mundo ahora era así. Si librabas a alguien de un ataque pero le habían mordido, debías hacerle el favor de ahorrarle la miseria de caminar como uno de ellos. Al siempre ha sido un buen tipo. Tal vez me hubiera dicho “lo siento” antes de disparar.

Una vez lo hubo creído conveniente, me tendió una mano. Me levantó con facilidad. Era un hombre corpulento, como mi padre, y un buen amigo suyo. Lamentó mucho su muerte. Una vez me levantó me siguió sosteniendo la mano, a modo de saludo.

- Ha estado cerca – me dijo.

- Sí, lo sé… – intenté no mostrarlo, pero estaba avergonzado.

- Ni se te ocurra hacerme darle a tu madre tu cadáver.

No creo que pudiera soportarlo. Yo tenía dos hermanas, Martha y Stelle, de 12 y 10 años más que yo respectivamente. Stelle estaba casada y tenía tres hijos. Un día, su marido y su hijo mediano, de cinco años, fueron a jugar a en una cancha de fútbol con buena visibilidad y rodeado por una valla metálica. Pero aquello no fue suficiente. Horas más tarde de su desaparición entraron, inusualmente juntos, renqueando en su casa. Mi hermana acabó con ellos pero no sin pagar un precio muy alto. Después de hundir la misma hacha de mano que colgaba de mi muñeca en sus cabezas, perdió totalmente la cordura. Como resultado acabó ahogando a su bebé de año y medio en la bañera, lanzando a su hija de ocho años por el balcón de su quinto piso, y por último saltando ella después. Puedo decir casi con toda seguridad por qué lo hizo: no quería volver a ver la imagen de alguien de su familia con la expresión vacía y macabra de los muertos.

Mi hermana Martha vivía sola en un apartamento cerca de casa. Desapareció hacía unos meses. No teníamos esperanzas de encontrarla.

Al permaneció unos segundos mirándome a los ojos.

- ¿Qué tal está tu madre?

- Anoche soñó con mis hermanas otra vez… Está cansada de vivir así, se le nota en los ojos…

- Es una lástima. Tiene unos ojos azules preciosos.

La tienda de Al había sido, creo, la única tienda de la Ciudad desde que estalló el brote. Los suministros llegaban por vía aérea cada mes. El ejército lanzaba enormes cajas con paracaídas una vez a la semana. Esto era señal, al menos, de que no se habían olvidado de nosotros, y de que nuestra situación, aunque fuera en comparación con las grandes ciudades donde aun se batallaba, fuera más sostenible. Así, los martes o miércoles de cada semana, en un punto aleatorio de la Ciudad, Al cogía un enorme carro y transportaba en varios viajes todos los suministros. La situación más lógica hubiera sido que cada vez que llegara la comida todos nos abalanzáramos como los mismos zombies, pero conseguimos alcanzar un consenso y acordamos que una sola persona se encargara de la distribución desde un único establecimiento. Al se ofreció voluntario.

Nos acercamos a la tienda de Al una vez me recompuse un poco. Aun así, no me llegué a relajar mucho. No a mucha gente le hizo gracia que Al fuera el único voluntario y la razón se hallaba en su tienda.

Una vez cruzamos el umbral de su puerta, me abrumó el olor que reinaba en todo el exterior, solo que más concentrado. El establecimiento se componía únicamente de una amplia cámara con un mostrador en el fondo y estantes en las paredes. La variedad de productos no era gran cosa: comida deshidratada o en lata, productos de higiene y poco más. De vez en cuando Al exploraba las casas cercanas que estuvieran vacías para coger las cosas que se pudieran aprovechar y que no proporcionara el ejército, principalmente relacionadas con el entretenimiento (libros, revistas, juegos de mesa…). En un mundo así, el entretenimiento es esencial para no perder la cordura.

Pero el olor no provenía de los productos, provenía de la razón por la cual la gente no le tenía mucho aprecio a Al. Al fondo de la tienda, detrás del mostrador, había un cubículo grande totalmente cubierto por una cortina. Aquella cortina, roja y tupida, no siempre estuvo ahí.

- ¿Qué quieres, hijo?

- ¿Tienes algo de sopa?

Fue a una de las estanterías del fondo y cogió un par de sobres de sopa de fideos deshidratada. Al pasar junto al cubículo cubierto se oyó un ruido en su interior. Al me sorprendió mirándolo fijamente.

- Aquí tienes. No dejes sola a tu madre – se le notaba arisco –.

- Gracias – respondí –. ¿Tú cómo estás?

- Ya apenas la oigo… – súbitamente pareció abatido.

Suspiró y miró al cubículo.

Poco después de que estallara el brote fue cuando el índice de mortalidad estaba en auge. La gente, confusa y asustada, se hacinaba en las carreteras, se encerraba en casas con poca protección o, simplemente, perdía la razón y salía a la calle intentando huir. La mujer de Al murió. Él perdió la razón.

Por eso guardaba su cadáver reanimado en el cubículo, completamente incapaz de separarse de ella.

Cambié de tema.

- ¿Qué sabemos del frente?

Junto con las provisiones el ejército informaba del estado de la batalla en una especie de periódico rudimentario impreso por algún aficionado militar.

- La batalla por la Capital parece que se ha recrudecido – se le veía agradecido por dejar de hablar de su mujer –. No ha habido bajas, dicen, pero no parece que vaya a acabar pronto. Los muertos siguen y siguen viniendo… Al menos siguen bastante lejos de la Provincia.

Puesto que el mundo, como ya he dicho, había perdido todo su sentido, muchos conceptos hasta entonces de sentido común, se fueron a la mierda también. Uno de ellos era la geografía. Abandonar el País no sólo era complicado físicamente sino virtualmente suicida. Así que, simplemente, optamos por dejar de llamar a los lugares por su nombre y pasar a conocerlos simplemente como Ciudad, Provincia, País…

En un mundo como este, si queremos sobrevivir, todos tenemos que pertenecer a la misma patria.

Me despedí de Al y me dirigí hacia mi casa.

Con el sobre de sopa en la mano me di cuenta de que empezaba a tener hambre. Me dio por pensar, como ya había hecho tantas veces, en si ese era el estado permanente de los zombies. Imaginé una vez más cómo tenía que ser vagar sin rumbo, sin un pensamiento en la cabeza, sin un recuerdo de tus seres queridos, aficiones, gustos o sentimientos. Sólo con la sensación de hambre insaciable en un mundo borroso y sin sentido.

Quizá fuera porque divagué demasiado, pero no me di cuenta hasta pasados unos segundos de que la puerta de mi casa, una vez llegué, estaba en el suelo.

Dejé caer la sopa, y subí el último tramo de las escaleras de tres en tres. Crucé el umbral a toda velocidad y me dirigí al pasillo. No me hizo falta llamar a mi madre a gritos.

En el fondo del pasillo había un zombie, el cadáver de un hombre, que renqueaba con lentitud, dándome la espalda. Delante de él estaba mi madre, en el suelo, retrocediendo a trompicones hasta dar con la pared. No me vio. Él tampoco.

Una milésima de segundo antes de que la ira ciega se apoderara de mí opté por no usar la 9mm, ya que no sólo podría herir a mi madre, sino que haría demasiado ruido. Así el hacha de mano y me abalancé a toda velocidad. Con un rápido arco hundí el hacha en el cráneo tres veces. Tiré de él con mucha más fuerza de la necesaria para que cayera al lado contrario de donde se encontraba mi madre.

Podía notar los martillazos de mi corazón taladrando mis sienes. La vista se me había nublado y estaba algo mareado de pura rabia. En lugar de comprobar en silencio si el cadáver emitía el más mínimo signo de haber sobrevivido me dediqué a patearle la cabeza hasta que su cráneo no era más que pulpa amorfa que salpicaba las paredes de mi casa al igual que mi ropa.

- ¡¿QUÉ QUERÍAS, EH, HIJO DE PUTA?! – grité.

Me mantuve mirando al muerto jadeando hasta volver en mí. Miré a mi madre y me horrorizó ver que su expresión de terror no había desaparecido. Me miraba a mí.

Suspiré, solté el hacha de mi muñeca y la dejé caer. Le tendí una mano a mi madre pero, ya fuera por el shock o por alguna otra razón que no me apetece plantearme, tardó en cogerla unos segundos.

- ¿Estás bien? – le dije.

- Sí, hijo, no te preocupes…

La ayudé a levantarse y la miré a los ojos.

- ¿En qué cojones estabas pensando, mamá? ¿Cómo te has dejado acorralar así? – realmente no era propio de ella; era más fuerte que yo en muchos sentidos.

- Yo… no sé, cariño… – su voz sonaba queda y rota; sus ojos estaban húmedos.

No hizo falta que dijera nada más. La estreché entre mis brazos sabiendo de sobra en qué… en quién estaba pensando. Mi madre no tenía fuerzas ni para levantar los brazos. Estaba temblando.

- Acuéstate, mamá. Yo limpio esto…

Permanecimos abrazados unos instantes más, después de los cuales se marchó a su cuarto aun conmocionada. Esperé a verla entrar y volvía mirar al zombie caído. Parte del contenido negruzco y viscoso de su cráneo destrozado aun se derramaba lentamente sobre el suelo del pasillo. Limpiar todo aquello iba a resultar costoso, así que me dirigí a la cocina no sin antes propinarle una patada en el pecho. Algo crujió.

Después de dejar caer el cuerpo por el balcón (esta vez no venía nadie) cogí una de las garrafas de lejía que nos quedaban en la galería. El suelo de toda mi casa estaba salpicado por enormes manchas de corrosión a causa de la lejía que usamos para desinfectarlo cada vez que se da un Allanamiento. Hacía tiempo que nos acostumbramos a que el olor de la lejía entrara directamente al cerebro.

Volví a la escalera de mi edificio a coger los sobres de sopa y me asomé a la habitación de mi madre.

- ¿Te preparo la cena, mamá?

- No tengo hambre…

Lo suponía. Dormía muy mal últimamente y se merecía descansar.

Fui a la cocina y cogí un cazo. Antes de llenarlo de agua miré la hora. Eran las siete y media de la tarde, así que lo llené de agua y encendí el gas para que hirviera. Las compañías de luz, agua y gas seguían funcionando pero sólo en determinados intervalos horarios que equivalían a los periodos entre los cambios de guardia de algunos soldados especializados en los edificios correspondientes. De esta manera no sólo se racionaban agua y gas en un periodo en el que no era fácil renovarlos, sino que se impedía que un puñado de hombres sin experiencia militar permanecieran demasiado tiempo en un mismo edificio.

Terminé de hacerme la cena y la puse en un plato. Luego, puse este en una bandeja de plástico y me fui a cenar al sofá de la sala de estar. Era curioso cómo, después de años sin emisión, seguía cenando con la mirada fija en el televisor apagado.

Después de terminarme la sopa coloqué el plato en el fregadero y volví a mirar el reloj. Tendría que fregar al día siguiente.

Aquella noche me fui pronto a mi cuarto, no sin antes recoger el hacha de mano que había dejado caer en el pasillo. Saqué apuntes de microbiología de segundo curso de biología y los abrí por una página al azar. Si el mundo no se hubiera ido a la mierda, yo estaría ya dos años licenciado en esa carrera, por la Universidad de la Provincia. Evidentemente ésta no estaba en funcionamiento, o al menos no se me había hecho saber. La educación en la cuidad, por lo menos, se limitaba a enseñar a leer, a escribir y a sobrevivir.

Puesto que ya era noche cerrada encendí la lámpara de mi escritorio así como el mp3 conectado a altavoces, todos ellos funcionando con batería cargada a las horas adecuadas. Puse un disco del grupo Disturbed a un volumen moderado por si mi madre me llamaba y releí por enésima vez mis apuntes escritos a mano. Entorné la puerta de mi cuarto, para que el ambiente fuera menos tétrico.

Empecé a estudiar biología por vocación, ya que lo tuve claro desde que era muy pequeño. Siempre me habían gustado los bichos. Ahora me servía de distracción y para comprender en parte a… otros bichos. No me servían para deducir el método de acción de lo que fuera que provocó el brote y tampoco pretendía investigar al respecto. Pero ciertas asignaturas o temas me ayudaron a comprender algunas de las características de los muertos vivientes.

El rigor mortis por ejemplo. El hecho de que los zombies se muevan con lentitud y torpeza se debía a que los músculos de sus miembros motores estaban rígidos, como ocurre con los cadáveres ordinarios. Este proceso se debe al principio de que los músculos, y no sólo los humanos, requieren energía no sólo para contraerse, sino también para distenderse. Es por ello que los zombies, con su aparato digestivo muerto e infuncional, no obtenían energía al comer y se tenían que desplazar con unos miembros que apenan les respondían.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que empecé a bostezar. Recuerdo que aun sonaba Disturbed. Concretamente, su canción Prayer.

Oí un ruido.

martes, 2 de marzo de 2010

Earth Unquaked



A mis amigos de Chile y a la gente de Haití:

¡Ánimo!

viernes, 26 de febrero de 2010

Beyond Z Survival (1/3)

Niños y niñas, os presento por fin un relato de zombies (yo lo escribo así xD)que llevaba mucho tiempo escribiendo y que por fin terminé hace algún tiempo tras el cual filtré erratas e incoherencias (Samo, Secun, Eric, ¡muchas gracias!). Me ha quedado bastante largo, por lo que lo pondré en tres partes (tranquilos, que intercalaré alguna tira), pero la verdad es que estoy bastante satisfecho con el resultado. En fin, lo de siempre, espero que os guste tanto como a mí me gustó escribirlo. ¡Cuídenseme!
___________________________

¡Tromp!

- ¡Eh!

Dejé caer el cuerpo desde el balcón de mi tercer piso. No me había fijado de que un tipo pasaba por ahí. No le di, pero casi. La verdad, me hubiera dado igual. Tenía cosas de las que preocuparme en aquel momento.

- ¿Estás bien, mamá?

- Sí, hijo, sí…

Mi madre siempre ha sido fuerte, no se solía alterar demasiado después de los Allanamientos. Y debería.

Desde que estalló el brote el mundo dejó de tener puto sentido. Los muertos se alzaron e invadieron toda la civilización moderna, infectando a la gente y añadiéndola a sus filas. El ejército se movilizó y ambos bandos fueron diezmados. Los zombies contaban con ventaja numérica y los militares con táctica. El resultado final, lejos de que cualquiera de los dos bandos venciera, alcanzó un extraño equilibrio. De eso han pasado años, y la situación actual se ha tornado peculiar.

La palabra que mejor describe la situación, a falta de un término más adecuado, es “convivencia”.

- Ve a comprar algo de sopa de sobre, Fred, por favor.

- Voy mamá. ¿Estarás bien?

- Sí, no te preocupes.

Cogí la 9mm de mi padre y un par de monedas. También cogí el hacha de mano. Le había clavado un pequeño trozo de cordel para poder atarlo en mi muñeca y evitar que se me cayera. En la entrada de mi casa la puerta blindada estaba echada abajo. La levanté como pude y la encajé en el marco. Solo aparentaba seguridad, y llevaba así ya más de dos semanas.

Vivo en un apartamento en un tercer piso. Antes de bajar las escaleras el seguro de la 9mm ya tenía que estar levantado. Bajé las escaleras con naturalidad pero rápido y siempre con el arma desenfundada y con el hacha bien asida. Estaba solo.

Salí a la calle y miré a mi alrededor. Había un muerto caminando en la esquina que debía doblar para ir a la tienda. Miré en la esquina contraria y no había nadie, así que me tomé mi tiempo para apuntarle al zombie a la cabeza con la 9mm.

Disparé.

La bala atravesó su cráneo limpiamente y el muerto se desplomó permaneciendo en el suelo. Esperé un minuto, mirando a mi alrededor constantemente. No hubiera sido la primera vez que me llevaba una sorpresa desagradable. No ocurrió nada.

Podría haberme dirigido a la esquina que estaba despejada, pero limpiar las calles no sólo era algo así como un “deber cívico”, sino que, para mí, era un placer. Tenía buena puntería por una mezcla de una gran afición a los videojuegos y seguramente por herencia paterna. Mi padre fue el dueño de una prestigiosa armería hasta que murió por intentar defender a su comunidad de la plaga de cadáveres andantes. La armería ahora está cerrada, pero pude acaparar todas las armas y la munición en mi casa.

- ¡Buen disparo!

Una señora caminaba por la acera de enfrente con su hija pequeña, de unos seis años. Ambas me sonreían y yo hice lo propio. No solía haber muchas oportunidades de sonreír en la Ciudad, uno casi se olvida de lo bien que sienta. Además, no podía evitar sentir orgullo por hacer bien lo que me gusta, pero eso era una gilipollez, dadas las circunstancias.

- ¿A dónde van? – pregunté.

- ¡Vamos a la Gasolinera, necesitamos otra garrafa!

- ¿Quieren que les acompañe?

A modo de respuesta la hija pequeña sacó una Derringer, una pistola pequeño tamaño y calibre, de su bolsillo, levantándola por encima de la cabeza.

- ¡No eres el único chico prodigio! – me dijo la madre mientras la niña sonreía pizpireta.

Había un tiempo en que semejante imagen hubiera horrorizado a cualquiera. Sin embargo después del Brote el manejo de armas era una asignatura más en los escasos colegios de Enseñanza Primaria.

Seguí caminando hacia la tienda, pasando por encima del cadáver recién abatido, y miré la calle que se abría ante mí. Había un par de zombies a lo lejos, caminando lentos y sin rumbo, así que seguí mi camino ya que iba a tardar un buen rato. Desde que el mundo se vino abajo todo el comercio se llevó, evidentemente, su parte del desastre. La sociedad, a pesar de todo, consiguió subir a flote y lamerse las heridas. Las escasas fuerzas militares que permanecían en activo estaban diseminadas en los llamados “puntos calientes”, donde los muertos se encuentran en un número mayor. Había ciudades a lo largo y ancho del mundo completamente devastadas y no solo por las hordas de zombies, sino por desesperados ataques nucleares de mandatarios de gatillo fácil o cuyas regiones tenían el destino sellado. Por otro lado, algunas ciudades habían permanecido relativamente intactas desde un punto de vista estructural. Es decir, en mi Ciudad, por ejemplo, la población había sido reducida a un diez por ciento como mínimo, pero la mayoría de los edificios conservaban su integridad, permitiendo que un puñado de humanos (humanos VIVOS) pudiéramos seguir adelante. O al menos intentarlo.

Edificios como el mío eran relativamente seguros. Eso era simplemente por su diseño arquitectónico. No tenía una entrada, digamos, “directa”, sino que había que cruzar una puerta negra metálica de rejas que da a un amplio portal, tras el cual se entraba en el edificio propiamente dicho. El hecho de que un zombie tuviera que cruzar dos puertas, una de ellas metálica y robusta, hacía bastante improbable que pudiera entrar en el edificio. Y si a eso le sumamos que mi madre y yo vivimos en un tercer piso, reduce bastante las posibilidades. Sin embargo, los accidentes ocurren.

Ya sea porque una de las puertas de abajo no está bien cerrada, o incluso porque acúmulos de no muertos forman auténticas rampas que permiten a otros muertos superar el muro de la entrada, cuando entran en casa, lo llamamos “Allanamiento”. Aunque suene estúpido esto no tiene por qué significar problemas graves. A base de experiencia propia he determinado que los zombies carecen completamente de cualquier esbozo de inteligencia. Si uno de ellos entra en nuestra casa, o en cualquier casa, será porque los propietarios han tenido una suerte perra. En cualquier caso, estar atrincherado en una habitación con la puerta bien asegurada el tiempo suficiente suele bastar para que el invasor acabe por abandonar. He visto algunos apartamentos en pisos altos que han retirado las rejas de sus balcones para que los muertos que entren acaben cayendo y reventando su cabeza contra el pavimento. De todas maneras yo soy de los que no les gusta que nadie extraño pise su casa. Si uno de esos monstruos pone un pie en mi casa, muere otra vez.

Hacia un día bonito. Aun me resultaba sorprendente que, a pesar de que la civilización había sido casi exterminada, aun pudieran hacer días buenos. El Sol brillaba en un cielo apenas salpicado de nubes algodonosas cuando lo que cabía esperar sería un cielo del color de la sangre o una noche encapotada de tormenta sempiterna.

Alcancé mi objetivo tras media hora de camino. De lejos, pude ver que había un par de zombies pululando sin rumbo, a escasos metros de la puerta de la tienda. Miré a mi alrededor. Sólo había uno de ellos a la vista, pero bastante lejos y de espaldas a mí. Me acerqué unos metros y, apoyado en la pared de la esquina del bloque de la tienda, me tomé tiempo para apuntar a la cabeza de uno de ellos.

Disparé.

La bala atravesó la nuca del muerto y este cayó al suelo. Apunté rápidamente al otro, que se había girado al oír el ruido.

Disparé de nuevo.

Fallé.

- Tsk…

Tomé una bocanada de aire y respiré profundamente. El cadáver me había visto y se dirigía hacia mí, pero no tuve miedo. Era muy lento y la distancia que nos separaba era suficiente.

No me gustaba fallar. Yo siempre me he considerado alguien orgulloso, lo suficientemente bueno como para no fallar un objetivo así. Mi padre me hubiera dicho algo así como “¿en serio ha fallado un hijo mío…?”. No debí haber pensado aquello porque entonces empecé a sentir cómo me temblaba el pulso.

Tal vez fue aquella frustración la que me impidió darme cuenta de que algo gimió detrás de mí, a la vuelta de la esquina. Cuando quise darme cuenta, unos dedos fríos y viscosos asieron mi cuello.

- ¡Hijo de puta!

Tuve que dejar caer la pistola para poder agarrar las muñecas frías y muertas de la criatura. Hice fuerza para que me soltara pero el muy cabrón era fuerte y se estaba resistiendo. Solté una coz alta, apuntando a su torso. El zombie gruñó y dio un paso atrás, soltándome. Por fin pude darme la vuelta para ver a mi enemigo.

Aun después de todos los años que habían pasado después del brote uno no se podía acostumbrar a verles de cerca. En su tiempo, aquello que estaba delante de mí había sido un hombre alto y fornido. Ahora apenas era un reflejo empañado de lo que un día fue. Su mandíbula inferior le colgaba, creando la mueca macabra de una boca anormalmente abierta. Su lengua, gris y seca, se movía como un gusano pugnando por salir de una manzana podrida. Sus ojos, vacíos y lechosos, ni siquiera me miraban. No le hacían falta para estirar sus manos empapadas de sangre coagulada hacia mí. Un escalofrío recorrió mi espalda como un trueno, pero no me podía permitir darle tiempo al terror para que se apoderara de mí. Retrocedí un par de pasos para mantener la distancia. Entonces recordé.

El muerto al que estaba apuntando seguía detrás de mí.

Miré hacia atrás. Lo tenía casi encima. Y la pistola había caído demasiado lejos de mí.

El tiempo que perdí mirando a la 9mm fue suficiente para que el zombie que me había atacado me empujara en un intento por agarrarme de nuevo. Di de bruces contra el otro muerto y perdí el equilibrio, cayendo al suelo. Uno de los cadáveres andantes, ya no recuerdo cual, se dejó caer con todo su peso sobre mí. Pude sostenerlo usando toda mi fuerza, pero apenas pude alzarlo unos centímetros, mucho menos defenderme. Pude notar cómo su aliento erizaba los pelos de mi cuello, cómo su gemido sombrío y muerto hacía que mi corazón se saltara un latido. A la desesperada le di un cabezazo en la sien para apartar sus dientes de su trayectoria. Si con el golpe me hubiera hecho una herida por el impacto contra su cráneo medio podrido, hubiera tenido problemas, pero en aquella situación no tenía otra opción. Pude alzar la cabeza, sólo para ver que el otro zombie caía de rodillas junto a mí.

Estaba jodido. Allí acababa mi historia.

lunes, 22 de febrero de 2010

Epic



No sólo una parodia de escenas que tienden a repetirse en animes y mangas, sino una bonita alegoría de lo que debería ser la guerra.

Doble placer, sensación única.

¡Tréveron os enseña!

martes, 16 de febrero de 2010

You asked for it...























Revolution is coming...

Mucha gente ha pedido esto, espero haber estado a la altura de la jefa.

¡Cuídenseme!

jueves, 11 de febrero de 2010

[IFS] Venezzia




Dibujo: Ana María (Sdk0)
Relato: Andrés A. Martínez Bertomeu (Tréveron)



Podía intuir el deseo en su mirada bajo su máscara de media cara.

Oía el cuarteto de cuerda y podía sentir el calor del gentío del salón. Todos bailando con garbo, viviendo sus vidas. Pero yo solo podía mirarla a ella.

¿Qué tenía ella de especial en una mascarada, donde todo el mundo es nadie?

¿Fueron sus bucles dorados, que caían más allá de su cintura? ¿Tal ves su precioso vestido blanco cuyo corsé marcaba su estilizada figura? ¿Fue la lujuria que despertaba en mí su generoso escote?

Puede que fuera lujuria, sí… La que desprendían sus ojos.

Vino hacia mí caminando con gracia, esquivando a los demás invitados. Entre la música y las risas yo sólo oía sus pasos, incluso a pesar de que la enorme alfombra granate que cubría el salón los ensordecían. Su máscara dorada refulgía bajo los resplandores de la lámpara de araña que coronaba la estancia, marcando sus filigranas y sus relieves de hiedra. Se detuvo frente a mí y me miró ladeando la cabeza y sonriendo con sus labios carnosos pintados de rojo. Mis ojos se posaron en si cuello desnudo, en su suave y cremosa piel blanca como la porcelana.

Era toda una dama…

Alzó sus brazos rodeándome el cuello, dándome permiso para sostenerla por la cintura. Sonaba el vals de El Cascanueces, de Tchaikovsky, pero a mí ya me daba igual. Bailamos siguiendo nuestro propio ritmo surgido de la catarsis de aquel momento. Con sus manos me acariciaba el cuello, por lo que apuesto a que notó que mi piel se erizó de puro placer. Solo Dios sabe el tiempo que estuvimos bailando tan bien como sabe lo poco que me importaba. Y esos ojos… No los apartó de mí en ningún momento, razón por la cual yo hice lo propio. Me tenía completamente hipnotizado, sumergido en el pensamiento de que me estaba devorando con a mirada.

Fugazmente sus ojos se desviaron. Mi cuerpo casi prende cuando me di cuenta de que miró a la puerta de salida antes de dirigirse a mí de nuevo, soltando una risilla inocente que me llegó al corazón.

La cogí de la mano, ocultando como pude el hecho de que me temblaba. Trague saliva cuando, mientras la llevaba hasta la puerta, noté cómo acariciaba mis dedos con los suyos. El ansia me estaba matando, pero no quería ser brusco y llevarla a rastras. Ya tras el umbral de la puerta vimos cómo un par de parejas se besaban con pasión. La miré de soslayo y vi que se mordía el labio. Yo estaba a punto de estallar.

Me dirigí a un callejón que apenas estuviera iluminado. Era preciosa incluso con la máscara, pero por eso mismo, por llevar máscara, por el anonimato, por no saber quiénes somos… por el puro morbo de la situación la llevé a un lugar donde nuestra pasión se pudiera desatar sin que se desvelara el misterio de nuestras vulgares identidades.

Cuan grande fue mi sorpresa cuando fue ella la que me presionó contra la pared con una fuerza que de ninguna manera podía surgir de aquel cuerpo, cuando se abalanzó contra mi cuello clavando unos colmillos anormalmente afilados, cuando noté cómo ignoraba mis gritos ahogados de agonía.

Cuando se sintió saciada se separó de mí, dejándome de pie, inmóvil de puro pánico y mareado por la falta de sangre. Sus hermosos y carnosos labios estaban en aquel momento teñidos de un color rojo aun más intenso. Sin más, se dio la vuelta y comenzó a marcharse.

Pero tuvo en gracia darse la vuelta para mirarme por última vez como ya lo hizo al principio de la noche, mientras se limpiaba los labios con delicadeza con un suave pañuelo de seda.

Toda una dama…

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¡Otro genial fanart invertido! El servicio sigue funcionando lento (mucho x_D) pero seguro! ¡Sigo recibiendo fanarts y no espero menos! ;)

¡Cuídenseme!

lunes, 8 de febrero de 2010

You missed



¡Lo siento chicos, no puedo hablar! ¡Deed aun no ha visto esta tira y cuando la descubra...!

¡Oh mierda!

¡¡OH, MIERDA!!

viernes, 5 de febrero de 2010

D.L. Ends



¡A la primera, como los machotes!

A partir de ahora, Alicante y sus alrededores se considerarán... zona cero.

lunes, 1 de febrero de 2010

Engarde!




No intentéis entenderlo, lo hizo un mago...

Tira dedicada a mi querido P.Josh

En otro orden de cosas... ¡NOVEDADES!

Supongo que ya os habréis percatado del lavado de cara de la cabecera del blog, pero aprovechando el término de la época de exámenes (extenuante, pero satisfactoria en el resultado) a un humilde servidor le ha dado por... ¡EXPANDIRSE!

Así mismo y desde el día de hoy, podréis seguirme también en Subcultura (para los que no la conozcan, una web donde uno puede sostener webcómics de manera más que decente). ¿Que qué encontraréis que no tengáis aquí? ¡Pues las mejores tiras de Treveron's Paradox, redibujadas! ¿La razón? Pues que se me ha informado ya en varias ocasiones que algunas de las primeras tiras están rotas, y como algunas estaban hechas con una gran falta de experiencia... digamos vulgarmente que tienen más mierda que el palo de un gallinero xD. Así pues, con Photoshop y mi nueva tableta gráfica (cortesía de mis cuñados) he redibujado las tiras más representativas de este, su blog (¡acepto recomendaciones!).

Podréis acceder a mi webcómic de subcultura cliqueando el siguiente banner, que podréis ver en el sidebar.



¡Y no sólo eso, demonios! Desde el día de hoy (también xD) y en contra de todos mis principios morales...

¡¡Podéis seguirme en Facebook!!

Sip, he caído como caen los excrementos en el inodoro. He creado los grupos de Treveron's Paradox y de mi cómic en subcultura para que podáis, los que quieran, seguirme de cerca. Tenéis los enlaces también en el sidebar.

En fin, eso es todo. Intento mantenerme a la moda, como podéis ver... xDDD

¡No olvidéis dar vuestra opinión de la nueva cabecera y sugerirme vuestras tiras favoritas en el chatter o en los comentarios!

¡Y cuídenseme, por supuesto! :D

lunes, 25 de enero de 2010

Fairy Tale

Todos y cada uno de nosotros vivimos en un mundo de cuento de hadas.

En un mundo donde una Blancanieves abotargada fue envenenada por el colesterol de una hamburguesa. Donde Caperucita Roja atropelló al Lobo Feroz con su Hammer dejando a su cadáver destripado tirado en la cuneta.

Un mundo donde la Bella Durmiente no despertó de un sueño provocado por la aguja de una jeringuilla con heroína demasiado pura, y donde la Cenicienta perdió sus zapatos de cristal, sus bragas y su dignidad por volver a casa pasada la medianoche.

Vivimos allí donde Peter Pan fue encarcelado por tocar a sus niños perdidos, donde Aladino sólo le pidió al genio una puta más, y donde Rapunzel se rapó al cero cuando su príncipe estaba a cincuenta metros de altura.

Donde los Patitos Feos se suicidan antes de convertirse en cisnes, donde niños como Hansel y Gretel mueren de comas diabéticos. Donde la Sirenita se ahogó envuelta en una red de pesca al perder su cola por unas piernas que abría para cualquiera.

Este es el mundo donde Alicia se cortó las venas con un trozo del espejo que no pudo atravesar, donde los miembros de Ricitos de Oro fueron arrancados de cuajo por tres osos furiosos. Donde una Dorothy aterrorizada se niega a salir de su habitación porque cree que su espantapájaros la asesinará.

Allá donde los peleteros forran sus ropas con la piel de mil y un dálmatas, donde Pedro abandonó a una Heidi embarazada. Donde los muñecos de madera como Pinocho han sido sustituidos por muñecas hinchables a quien ninguna Hada escucha.

Vivimos donde Pedro nunca bromeó sobre el Lobo que le acabó devorando, donde un ex-músico sociópata sodomiza ratas con su flauta en una oscura habitación de Hamelin. Donde una Bella con el rostro amoratado descubrió que su príncipe era una Bestia aunque ya no tuviera cuernos.

Aquí Pocahontas aun guarda las cabelleras bañadas en la sangre reseca de los colonos, aquí un rastro de anfetaminas y no de migas de pan nos conduce al cadáver rodeado de vómito de Pulgarcito. Aquí los pesticidas ya no dañan a la abeja Maya.

Los cuentos de hadas se han adaptado a una realidad tan adulta e insensible como nosotros.

Abrid bien los ojos y preguntaos:

¿Quién lee a quién?