No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

martes, 23 de septiembre de 2008

The Nether, Chapter XIV: Oblivion (I)

De nuevo en las puertas de la Torre, Nahara contempló el macabro lienzo maltrecho, sobre el que un caprichoso pincel había orquestado el escenario de su locura. Acarició el borde de su capucha con la suavidad de sus finos dedos mientras observaba el campo abierto de Nocheeterna. No necesitó prestar demasiada atención para volver a oír, entre el alarido unísono de los condenados, aquel perturbador susurro femenino que parecía proceder de la misma luz de la Luna. Con un bufido de frustración, antes de reanudar su marcha, se echó la capucha sobre los ojos en un intento de disimular su presencia.

Giró hacia la derecha desde las puertas, disponiéndose a rodear la anchísima base de la Torre de la Redención, tras la cual, según Dimahl, nacía un pequeño arrollo nebuloso constituido por las almas de los caídos en Nocheeterna. Concretamente, por aquellos que habían elegido aquello que Yorüen había denominado como “Olvido”.

Nahara se percató, al iniciar su camino, que la base de la Torre de la Redención no era completamente circular. En su parte trasera se elongaba decenas de metros, dando la sensación de que aquella macabra estructura descansaba sobre esa parte. La Bianco recorrió el trecho que suponía esta elipse, cuya superficie era idéntica a la del resto de la fachada de la Torre. Mirándola, no sin cierto recelo, pronto encontró aquello que Dimahl le había indicado: manando del mismo suelo, no muy lejos de la base de la Torre, un pequeño riachuelo, con el lechoso e inconsistente color de la niebla de que estaba hecho, se perdía hacia la lejanía. Se elevaba unos centímetros desde el punto donde emergía, para volver a ras de suelo más adelante, como si presentara cierta densidad con respecto al ya de por sí espeso aire que lo rodeaba. Pequeños hilillos de niebla se iban desprendiendo esporádicamente del caudal principal para abrazarlo en espiral a medida que avanzaban hasta volver a unirse, como negándose a abandonarlo por completo. Nahara acabó de rodear la base para ponerse a escasos pasos del arrollo, que no emitía sonido alguno que confirmara que realmente estaba fluyendo. De esta manera comenzó a seguirlo.

Paso tras paso, cargando con su guadaña, la Bianco fue dejando atrás multitud de pequeñas casas sin ventanas que, según le había indicado Dimahl tiempo atrás en la taberna de Latvian, no eran sino casas de tortura. Sólidas aunque no imponentes edificaciones de diferente arquitectura: desde cabañas de madera que en otras circunstancias habrían resultado incluso acogedoras, hasta estériles estructuras de piedra, pasando por simples paredes de adobe que daban la sensación de haber sido construidas a toda prisa para poder llevar a cabo su propósito cuanto antes. Este pensamiento consiguió estremecer a la Bianco incluso tanto como los guturales gritos, tanto masculinos como femeninos, que se oían procedentes de estos lugares. Resultaba curioso, a la par que paradójico, que entre grito y grito se podía entreoír alguna carcajada. Si bien provenían de sádicos Nero o desafiantes reos, Nahara no lo pudo determinar.

Agradeció comprobar que, a medida que continuaba el sinuoso camino del riachuelo, el sonido de los gritos se acallaba poco a poco.

El paisaje comenzaba a cambiar, aunque de manera paulatina. Los esqueletos de árboles, a menudo presentes en el hostil suelo de Nocheeterna, no aparecían por aquella zona. Además, la oscuridad parecía haberse acentuado, incluso para el penumbroso estándar de aquel lugar. El alcance de la luz de la Luna pugnaba por alcanzar cada rincón, y Nahara, con cierta satisfacción, descubrió que fracasaba si uno se alejaba del epicentro del territorio de los Nero. Aunque deseaba que ello no supusiera un problema más adelante, ya que el camino parecía lejos de terminar.

El silencio empezaba a imperar alrededor de la Bianco, tan solo roto por el sonido de sus pasos y del extremo del cayado de la guadaña al chocarlo a cada paso contra el suelo. El ambiente lánguido, tranquilo e incluso apacible de aquel lugar le resultaba un cambio agradable. Y ese era un concepto que creía virtualmente imposible hallar en Nocheeterna.

A medida que avanzaba, siempre siguiendo el serpenteante arrollo que emergía de las entrañas de la Torre de la Redención, el terreno comenzaba a cambiar también. El suelo arcilloso, seco y quebradizo pasó a ser de una consistencia más arenosa que hacía el ademán de engullir los pies de Nahara a cada paso. Las botas en las que estaban enfundados, típicas de la indumentaria de los Nero, dificultaban el caminar hasta tal punto que la Bianco decidió detenerse unos instantes con el fin de descansar.

Se agachó a unos metros del riachuelo dejando caer su guadaña e hincando en la arena una rodilla, que se hundió ligeramente. Nahara tomó un puñado de aquel granuloso suelo y lo observó con el semblante sombrío por las circunstancias. Su tacto era suave al deslizarse delicadamente entre sus dedos. Fijándose en la manera de caer de la arena, y en el pequeño montoncito que se formaba en el suelo, pensó en lo irónico que resultaba que hubiera algo tan efímero como la caída de un grano de arena en una tierra en la que impera la inquebrantable quietud de la eternidad. Entonces se dio cuenta.

El suelo arenoso ensordecía el ruido de sus pasos; el silencio ahora era absoluto. Con un respingo, la Bianco se levantó tomando la guadaña y miró al arrollo, nerviosa. Éste, imperturbable, seguía su avance completamente indiferente de la creciente inquietud de Nahara. La única opción que se le presentaba era la más evidente: seguir adelante. Pero el ambiente cada vez se oscurecía más, y a pesar de que los ojos de la Bianco se acostumbraban con el transcurrir de sus pasos ello no resultaba tranquilizante en absoluto. No con aquel silencio.

El suelo tomó pendiente, incrementando la dificultad a ese camino cada vez más insoportable. Nahara, a pesar de ello, llegó a agradecer que sus jadeos de agotamiento rompieran la espesa quietud que la rodeaba. Al parecer, por lo que pudo deducir mirando a ambos lados, estaba ascendiendo por una gigantesca duna tan extensa que no valía la pena intentar rodearla. Hastiada, siguió ascendiendo hasta que, por fin, pudo ver el alargado vértice de la duna. Y vio que proyectaba una sombra a lo largo de su extensión: algo al otro lado de esa montaña de arena resplandecía. Y el arrollo que, como acababa de percatarse, también ascendía la duna, parecía dirigirse hacia allí.

El trecho que la separaba del cenit de la duna no le quedaba demasiado lejos, sin tener en cuenta la pendiente. Extenuada, casi a gatas, alcanzó ese mirador improvisado desde el cual pudo observar la fuente del brillo que ahora también dibujaba su sombra. Abrumada por la visión, observó boquiabierta la extensión del Mar del Silencio.

De pie en esa duna observó la infinita vastedad de ese océano que no estaba compuesto de agua. Se trataba ni más ni menos del lugar a donde habían estado yendo a parar los humanos que ya no querían existir ni en un mundo ni en el siguiente desde los albores de la historia. Hecho de una niebla brillante y blanquecina, de un espesor tal que apenas se alzaba de la superficie, aunque sí conseguía levantarse más de un metro y medio. Nahara siguió el pequeño riachuelo con la vista hasta su desembocadura en la orilla del Mar, en la cual se abría como un abanico para fundirse con la blancura en un punto indefinida. No importaba desde donde mirara la Bianco: a partir de la orilla el Mar no tenía ningún fin escrutable. Su final se perdía en un horizonte borroso por el lechoso y siniestro brillo que el Mar despedía, el cual dibujaba líneas en algunos puntos de su extensión, similares al arrollo que había estado siguiendo desde la Torre. Estos efímeros esbozos se perdían rápidamente poco después de hacerse visibles y no se materializaban cerca de la orilla, donde el brillo no era tan intenso.

Y ese silencio. Ese asfixiante silencio se introducía en la garganta de Nahara y parecía arrancarle el aire de sus pulmones para evitar que la quietud se rompiera. La Bianco se llevó una mano al pecho, oprimido por la violenta sugestión que le producía aquel agobiante ambiente que, mezclado con el cansancio que presentaba, estaba a punto de conseguir que perdiera la consciencia. Sin embargo, algo consiguió distraerla.

Una figura, borrosa por la niebla, parecía levantarse sobre el Mar, a escasos metros de la orilla.

Dudando sobre si la consistencia de la superficie de aquel océano nebuloso permitía que alguien pudiera alzarse sobre la niebla, Nahara descendió por la otra cara de la duna, aun más empinada, y se acercó tan deprisa como pudo hacia la orilla. No podía confirmar si aquella imperiosa necesidad de conocer a quien estuviera allí procedía de una picajosa curiosidad o de la oportunidad de romper aquel agobiante silencio. Antes de percatarse de que quizás aquello era una temeridad imprudente sus pies se detuvieron a poca distancia de la orilla.

Restos de niebla residual, fina y apenas luminosa, la abrazaron a medida que salvaba la escasa distancia hasta el linde de la superficie lentamente. Aquella figura seguía erguida sobre el Mar, cabizbaja, sin ningún problema aparente a la hora de flotar. Nahara no estaba segura de si era conveniente llamar la atención de aquella persona, sin duda peculiar, ya que nada le aseguraba que saldría bien parada de ese encuentro. Sin embargo, asiendo fuertemente su guadaña de cara a un posible encuentro hostil, decidió romper el ya insoportable silencio que la infectaba.

- ¿Hola? – llamó, no sin cierto reparo.

Su aliento dobló, desfiguró y disolvió algunas de las líneas de niebla que flotaban sobre el Mar. La figura oyó la llamada y alzó la cabeza. La espesura aun impedía a Nahara poder ver su rostro, aun borroso. Aquella persona pareció acercarse, confirmando que se movía deslizándose sobre la superficie del Mar. Pero algo raro ocurría. No importaba cuánto se acercase, ni la escasez creciente de niebla que le quedaba por delante; sus líneas no se definían, seguía presentando esa forma borrosa y blanquecina. ¿Se trataba tan solo de un espejismo generado por la desesperada necesidad de Nahara por sentirse acompañada?

En poco tiempo se encontraba frente a frente con la atónita Bianco, que observó su cuerpo de aspecto intangible, tan brillante como el resto del mar. Como si emergiera de un fluido de gran viscosidad, los extremos de sus piernas se hallaban fundidos con la superficie del Mar. No presentaba esbozos de ropa alguna, aunque tampoco había evidencias que determinaran su sexo, si bien en su torso no se intuía las formas de unos senos. Aquel ente, mucho más alto que Nahara, no tenía rostro alguno en su cabeza sin cabellos. Su pecho no se movía para respirar. Observaba a la Bianco con aquella cara sin ojos que no evitaba que ella se sintiera vulnerable.

- ¿Qu... Quién sois? – preguntó ella, nerviosa e insegura tras unos instantes en los que aquel silencio volvía a invadirla.

- ¿Quién soy, preguntáis? – era extraño, allí no había nadie más que Nahara y aquel ser, y sin embargo, cuando éste hablaba se oían dos voces: una era masculina, la otra femenina. Aquellas voces serpenteaban en el aire como un susurro que volvía el arrollador silencio de su alrededor aun más inquietante.

- Así es. – respondió Nahara, algo más tranquila, aunque mucho más intrigada.

El ente alzó una mano vacía hacia la Bianco como respuesta. Dada su inconsistencia, cada vez que se movía parecía que su extremidad se disolvía para volver a materializarse en la posición escogida. Entonces, como movida por su voluntad, una pequeña veta de niebla serpenteó a gran velocidad desde algún rincón perdido del Mar y se arremolinó sobre su palma hasta formar una pequeña y brillante esfera. Entonces el ente cerró su puño y respondió.

- Mi nombre es Hyner – dijo, con aquella voz ambigua.

Nahara no había oído nunca hablar de ese tal Hyner. Y quizás debería, al tratarse de alguien tan inusual.

- Encantada, Hyner. – respondió dubitativa – Mi nombre es...

Pero el ente volvió a moverse. Alzando la otra mano, repitió el proceso anterior: otra fina línea de niebla se arremolinó rápidamente en la palma de su mano hasta formar una esfera. Tras cerrar otra vez el puño habló de nuevo.

- Soy Lenarderine.

Nahara entrecerró los ojos, suspicaz.

- ¿Pero no me habíais dicho...?

Una vez más, otra línea de niebla en su mano.

- Me llamo Kenfest

La Bianco se estaba asustando y retrocedió. Aquel ser seguía reuniendo niebla en sus manos y diciendo nombres sin ningún tipo de relación.

- Soy Utrend. Soy Frenz. Mi nombre es Swann. Me llamo Lesser. Soy Mys. Hamil. Orfen. Jinh. Wertel. Mothrien. Nemarien. Jan, Lesdiem...

- ¡Basta! – gritó Nahara exasperada, interrumpiendo al ente con una esfera de niebla en su mano izquierda - ¡¿Quién eres en realidad?! – espetó, aferrándose a su arma, como dispuesta a atacar si no obtenía una respuesta que la satisficiera.

El ser extendió las manos.

- Soy todos, niña... – la Bianco le observaba, inquieta, nerviosa, tensa – Y en realidad, no soy nadie.

Aquella enigmática respuesta, unida a la ambigua voz que usaba para expresarse, embargaban a Nahara de una sensación de vacío que le revolvió las entrañas.

>> Soy el Final de la esperanza del Hombre. – mientras hablaba, la niebla de su alrededor comenzó a fluir, rodeando al ente, como si amenazara con engullirle movida por un hambre primordial y siniestra – Quien recibe con los brazos abiertos su locura y desesperación. Quien acalla sus gritos de agonía para toda la por siempre jamás. – extendió un brazo en dirección a la Bianco, como demandando que se acercara – Ven conmigo, niña, si quieres dejar tu mundo atrás. Acércate a mí si buscas formar parte de la condescendencia vindicadora de la eternidad.

>> Pues yo soy el Olvido.

8 comentarios:

Tréveron dijo...

Ains... uno echaba de menos el abrir el word, coger el capítulo escrito y vomitarlo en el blog...

Tras estas conmovedoras palabras, vuelve The Nether, con (creo) mejor calidad en la redacción al haber pillado más oráctica y seguido constructivos consejos.

Espero pillar algú n lector más porque dudo que los pierda, al fin y al cabo, no he metido chistes malos en el relato (aunque la idea aun esta fraguándose)

Disfrutad y, ya sabéis, espero críticas, halagos, fanarts y demás (ya no puedo pedir desnudos de cuerpo entero, por aquello de tener novia y eso... ¡¡pero puedo pediros dinero!!)

Anónimo dijo...

Dinero no xD

Pos aquí estoy en el CTQ sumergiéndome en el místico mar de tu prosa. La verdad es que creo que la descripción está muy bien para reflejar el mundo Nocheeterna, y al Olvido me lo he imaginado muy bien...

Me alegro de qeu haya vuelto The Nether y que sigas con ella, me parece una gran historia.

Por cierto, chiquillo,corrección importante: es arroyo, fill meu ^^

Anónimo dijo...

Bueeeno, primer comentario en tu blog, aunque llevaba siguiendo The Nether desde hace tiempo. Caí por aquí de casualidad, y me pareció una historia muy buena, bastante imaginativa y con algunos detalles geniales. Tienes una manera de escribir muy amena, fácil de entender. Las descripciones, por cierto, se te dan increíblemente bien.

Y supongo que enviaré algún fanart (ya que me animé a dejar un comentario, también te haré algún fanart, leches).
Ojalá pongas el próximo capítulo pronto y que aquí tienes una lectora más :)

Anónimo dijo...

mola





muerte


biomate=mierda

Daialian dijo...

Kuanto tiempo sin pasarme por aki, bueno ni por aki , ni por internet xD toy disfrutando de mis ultimos dias de vacaciones.

Me alegro que sigas con tu arte de escritor :P

Nixarim dijo...

desnudos ni de cuerpo entero, ni de medio, penco XD

muy chulo el relatillo, por fin conozco al ente nebuloso primohermano de mi Ariatte del que tanto me has hablado ^^

lo que más me ha molado ha sido cuando ha empezado a decir todos los nombres... no lo esperaba. Queda muy macabro... másmola =P

JJ dijo...

hola, solo decirte hola.

Cloud Strife dijo...

No he comentado hasta ahora porque llevaba la historia a la mitad y no era plan de leerme el último, pero ya acabé. Me encanta, y sólo espero que el próximo capi no tarde tanto como ha tardado este respecto al anterior. XD