No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

jueves, 31 de enero de 2008

The Nether, Chapter VIII: Chains of life (I)

La gigantesca Torre de la Redención se alzaba ante Nahara. Imponente e impertérrita, como siempre, daba la sensación de que intentaba arañar el negro cielo con su anillo de niebla que coronaba la bóveda de Nocheeterna.

Quizás solo había caminado desorientada, valiéndose de su guadaña para evitar perder el equilibrio, tras el encuentro con Higfried. Quizás había seguido inconscientemente el camino que Dimahl hubo recorrido de vuelta para volver a Guardaluz. Sin embargo, allí estaba, frente a la enorme entrada sin puertas, y su disposición para entrar en ella crecía por momentos.

“No te recomiendo empezar tu visita por ahí, pequeña... Demasiado... fuerte, quizás... para una primeriza”

Dos Nero flanqueaban la entrada, cruzando sus guadañas para impedir el paso. Permanecían ahí, erguidos, imperturbables, cubiertos con sus maltrechas parcas de un gris oscuro. Se podía vislumbrar en el interior del edificio la oscilante luz de multitud de antorchas, que dibujaban caprichosas sombras en la irregular superficie de la pared. La entrada de la Torre era la única parte de ésta que parecía surgir abruptamente del suelo. El resto de la enorme base circular de aquella estructura se extendía centenares de metros desde su centro, ya que parecía surgir poco a poco de las entrañas de la tierra. Y centenares eran también los metros a los que se alzaba su cumbre, que mantenía un diámetro relativamente regular hasta su ápice, el cual acababa en un agudo pico.

Nahara avanzó hacia la entrada, si bien no estaba segura de que los guardianes la fueran a dejar pasar.

De repente, a escasos pasos del umbral, se detuvo.

Su cuerpo se estremeció. En su cabeza, oyó una respiración ronca y agónica. Nahara se llevó una mano a la sien, creyendo estar alucinando, pero aquella respiración continuaba, jadeante, como si cada bocanada de aire estuviera matando a quien quiera que estuviera dentro de ella. Entonces, escuchó un susurro. Una suave voz de mujer, pero tan rota y ronca, que un escalofrío recorrió la espalda de Nahara. Hablaba lentamente, arrastrando las palabras, haciendo numerosas pausas para respirar con esfuerzo.

“Busca... a quien huye... de la luz de Luna...”

Y de nuevo, tan repentinamente como hubo aparecido, la voz se unió al sepulcral silencio de Nocheeterna mientras, como en respuesta a la alucinación de la Bianco, los Nero que flanqueaban la entrada apartaron sus guadañas. La estaban invitando a entrar.

Nahara asió con fuerza su propia guadaña. Pese a que una poderosa parte de ella clamaba a gritos salir de allí, se adentró en la Torre de la Redención.

Las paredes del interior, como ya había vislumbrado desde fuera eran tan amorfas como en el exterior. La entrada era una enorme sala sin mobiliario alguno, en cuyas paredes colgaban decenas de antorchas. A la derecha de la entrada había una larga barra de madera que colgaba horizontalmente a unos dos metros del suelo. Había algunas guadañas colgando de ella. A la Bianco ni siquiera se le pasó por la cabeza abandonar su arma en aquel lugar.

En el fondo de aquella sala, había otra entrada sin puertas, tras la cual parecía brillar un resplandor blanquecino. Nahara se adentró hasta allí, para encontrarse con las mismísimas entrañas de la Torre.

La luz provenía de una columna de neblina luminosa que se originaba en la misma cumbre del edificio. Nahara alzó la vista boquiabierta ante la colosal cámara en la que se encontraba. Rodeando la columna de niebla, a decenas de metros, unas escaleras, que comenzaban a la derecha de la entrada que Nahara acababa de cruzar, ascendían en espiral hasta donde alcanzaba la vista. Miles de antorchas intentaban futilmente competir con la niebla a la hora de iluminar aquella estancia.

A medida que la Bianco comenzó a ascender por aquellas escaleras, vio que en algunos puntos de éstas había amplios rellanos, que servían de bocas para profundos pasillos, también iluminados débilmente por antorchas. Nahara se asomó en algunos de estos corredores. Se trataba de pasillos con numerosas celdas, en la puerta de algunas de las cuales habían Nero montando guardia. Incluso se podía ver en algunos casos cómo aquellos “alguaciles” entraban en las celdas. En esos casos podían oírse alaridos espeluznantes. De vez en cuando veía a algunos Nero sacar a los reos de sus cubículos, con la guadaña muy cerca del cuello de éstos. Los prisioneros que abandonaban sus celdas estaban engrilletados de pies y manos. Al caminar, el eco del repiqueteo de sus cadenas se perdía en la inmensidad de la Torre.

“Así que era eso” pensó Nahara. “Este lugar no es más que una prisión”

A pesar de la imponente visión del interior de aquel lugar, la Bianco no podía dejar de pensar en aquella voz. ¿Había sido sólo una alucinación provocada por lo ocurrido en el Abismo del Desesperado? Los guardianes que flanqueaban la puerta la habían dejado pasar inmediatamente después. ¿Tan solo una coincidencia? “Busca a quien huye de la luz de Luna” ¿Qué se supone que debía significar eso? ¿Quién huiría de la luz de Luna en un lugar así?

Nahara se detuvo en uno de los rellanos, observando un pasillo desierto. Intrigada, se adentró en él. No llamada por la curiosidad. Había algo en ese pasillo que parecía llamarla. Había un haz de luz de Luna, procedente quizás de la ventana de una de las celdas. Caminó hasta llegar a este rayo perlado, ignorando a los ojos de los reos cautivos de las celdas que iba dejando atrás. Finalmente alcanzó la luz, que, tras los barrotes de aquel cubículo, solo bañaba sus grandes botas de Nero.

Un reo habitaba aquella estrecha sala. Era un hombre joven, de apenas unos treinta años. Estaba sentado en uno de los rincones más alejados de la ventana, temblando, abrazado a sus rodillas, mascullando.

- Me esta observando... – se balanceaba ligeramente, hablando con una voz temblorosa por el pánico que invadía todo su cuerpo – La Luna... me está observando... – señalaba la ventana, mientras se percataba de la presencia de Nahara

Los barrotes que sellaban la celda nacían del mismo suelo y se fundían en el techo. Aquellas barras de superficie irregular no tenían ningún punto por donde poder abrirse. Ese tembloroso hombre era a quien aquel extraño susurro se refería, no había duda de ello. Nahara alzó la guadaña y, con un movimiento seco y veloz, de derecha a izquierda, quebró aquellos barrotes con una facilidad inesperada. El hombre se alzó rápidamente contemplando su posible libertad y se abalanzó contra ella. Pero Nahara ya había tenido en cuenta un posible ataque, y con un movimiento opuesto al usado para partir los barrotes, golpeó al reo en el mentón con el extremo sin hoja de la guadaña. El prisionero perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, bajo la ventana. La tenue luz de la Luna bañaba ahora a ambos. La Bianco miró al astro un instante y parpadeó. ¿Era una silueta que se ocultaba tras su luz aquello que parecía estar viendo?

De nuevo, un estremecimiento. Para ambos. Una respiración agónica irrumpió en sus cabezas. Y, finalmente, una voz.

“Llévale... ante Yorüen...”

Y una vez más el susurro se extinguió. La Bianco miró de nuevo a la Luna. No había nada.

- ¡¡NO!! – gritó el reo, mientras volvía a levantarse, sin siquiera mirar a Nahara, con una expresión de pánico absoluto en su rostro.

Pero la Bianco volvió a ser más rápida y golpeó a éste en la cabeza. Inconsciente, cayó al suelo.

Nahara chasqueó la lengua decepcionada, al no obtener ninguna respuesta. “¿Quién demonios es ese Yorüen?” pensó. Su mente también analizó la imagen que creyó haber visto tras la luz de la Luna. Hubiera jurado haber visto una figura humana, flotando en el centro del astro pero, ¿quién podría hacer tal cosa? ¿Tendría que ver con aquella ronca y escalofriante voz que ya había oído dos veces?

Observó el cuerpo inerte de aquel hombre con un suspiro pesado. La idea de obedecer ciegamente una voz en su cabeza no la agradaba en absoluto, pero era la única manera aparente de comprender mínimamente aquel lugar. Con un pensamiento, deshizo la guadaña en una pequeña nube de humo que pasó a formar parte de su parca y se agachó para tomar al reo por los hombros. Salió de la celda y se encaminó a las escaleras de la gigantesca cámara central.

Para evitar un esfuerzo mayor, en lugar de seguir ascendiendo, descendió por las escaleras, dispuesta buscar a tientas a aquel tal Yorüen. Nahara giró en el primer rellano en el que desembocaba un pasillo de celdas al ver cómo un Nero se adentraba en él.

- ¡Eh! – llamó, pero el Nero ya se había perdido de vista en uno de los cubículos.

Nahara caminó hacia dicha celda. Con gran esfuerzo contuvo un grito al ver lo que estaba sucediendo.

La rea que habitaba aquella colgaba, entre convulsiones, en el techo de la cámara, con los ojos en blanco. Ensartada desde la parte superior del cuello hasta atravesarle la cabeza, estaba la guadaña de una bella Nero, cuya capucha se había desprendido. Tenía el pelo moreno, corto y alborotado, y unos ojos oscuros tan penetrantes como los de Dimahl. Cuando el cuerpo de la prisionera dejó de convulsionarse y se disolvió en fina niebla blanquecina, este haz nebuloso se desplazó raudo hacia la luminosa columna de niebla de la cámara central. La ejecutora arrancó su arma del techo y miró a Nahara sonriendo con desdén.

- ¿Qué miras...? – inquirió grosera. La Bianco no pudo evitar recordar a Dimahl de nuevo.

- Yorüen... – fue la primera y única palabra que salió de su garganta. La Nero miró entonces al reo que Nahara sostenía y su sonrisa se acentuó.

- Oh... – la Nero se acercó a ella y la ayudó a llevar al reo agarrándole por el otro hombro – Sí... hace tiempo que no le veo... – se mordió el labio y comenzó a moverse fuera de aquel pasillo.

Ambas Nero se movieron con mucha más soltura que la que hubiera mostrado Nahara por sí sola. Pese a que era la primera vez que mantenía contacto directo con un Nero que no fuera Dimahl, no pudo evitar sentir agradecimiento hacia...

- ¿Cómo te llamas? – preguntó Nahara

- Nevan – respondió la Nero con indiferencia

- Encantada, Nevan, yo soy...

- No me importa – Nahara resopló. Era una Nero, sin duda.

Tuvieron que ascender varios pisos en la cámara central de la Torre. Nevan se detuvo en un rellano algo más amplio que el resto. Y éste se hallaba frente a un pasillo definitivamente diferente al resto.

Nahara observó con horror cómo en las paredes del pasillo, entre múltiples antorchas y algún ventanuco que dejaba entrar la luz lunar, colgaban multitud de cuerpos, algunos de los cuales aun se movían o emitían algún sonido angustioso. Algunos de estos reos colgaban de cuerdas atadas a sus cuellos. Otros estaban clavados a la pared por múltiples partes de sus cuerpos. Nahara vio cómo una de ellas se sostenía en la pared con un cuchillo atravesando su garganta.

Pero quizás lo más inquietante se hallaba al fondo del pasillo.

Se trataba de un único hombre completamente rodeado de cadenas. Éstas abrazaban en espiral sus antebrazos. Uno de los extremos de cada cadena descendía hasta dar una vuelta a la mano y, como si se tratase de una extensión de los brazos de aquel hombre, colgaban hasta el suelo, extendiéndose hasta sendas argollas situadas en la pared. El extremo opuesto de cada cadena llegaba hasta el cuello y lo rodeaba, descendiendo hasta el desnudo torso, donde se cruzaban a nivel del esternón y continuaban hasta rodear también la cintura. Sobre unos pantalones negros con multitud de cremalleras, que se confundían con las cadenas, éstas seguían descendiendo, enrollándose como serpientes de metal bajo sus rodillas, del mismo modo que en los antebrazos. Finalmente, terminaban en otras argollas clavadas en el suelo, a unos centímetros de cada pierna, impidiendo casi cualquier movimiento. El cuerpo de aquel hombre, pese a estar firmemente sostenido sobre sus piernas, parecía colgar hacia delante de cintura para arriba. Una larga melena de color rojo sangriento, iluminada por la luz que dejaba entrar una claraboya que se abría sobre él, ocultaba su rostro. Y una respiración pausada y tranquila daba la sensación de que estuviera descansando.

Nevan sonrió, y ella y Nahara avanzaron hacia él. Pero de repente, tras dejar atrás una de las ventanas, Nevan se detuvo en seco.

- Demonios... – murmuró, y dejó de sostener al reo. A la Bianco no le dio tiempo a compensar el peso y el prisionero cayó de bruces al suelo. Éste empezó a recobrar la consciencia – He de irme, me reclaman en una de las celdas.

Dicho esto, Nevan se dio la vuelta y comenzó a marcharse, no sin antes, en la desembocadura del pasillo, mirar fugazmente a Nahara, sonriendo y guiñándole un ojo.

- Disfruta

Un suave repiqueteo de cadenas indicaba que el hombre del fondo del pasillo había comenzado a moverse, consciente de que no estaba solo.

- Tu corazón... – una voz grave y profunda salía de la garganta de aquel hombre – no lo había oído antes...

Nahara sintió un escalofrío recorrer su espalda.

- No... – siguió hablando – no late como el de un Nero...

Aquel hombre alzó la cabeza. Sus largos cabellos pelirrojos descubrieron la mitad de su rostro. Un ojo de color miel, que refulgía con el brillo de las antorchas que iluminaban la estancia, atravesó a Nahara, que no puedo evitar retroceder un paso. Aquella perturbadora mirada se paseó del cuerpo de la Bianco al reo que yacía ante él. Tras sonreír de manera inquietante volvió a posar su vista en Nahara.

- Mi nombre es Yorüen

11 comentarios:

Anónimo dijo...

"La luz provenía de una columna de neblina luminosa que provenía de la misma cumbre del edificio."

Pero proviene, no?

En fin, vaya tela, cuanto sadismo gratuito, tortura y cositas feas (no es que me disguste ni nada, pero considero que te gusta demasiado el tema XD).

Siento curiosidad por el nuevo personaje... aunque no es mi tipo XD Yo sigo esperando aquel personaje que dijiste que tenía que aparecer también ;)

Anónimo dijo...

Ah, con que éste era el hombre pelirrojo con cadenas... XD Interesante...

Ay, pobre Nahara, de verdad. Cuánto sufrimiento tiene que ver. Si no se endurece después de esto, ya...

El ambiente está muy conseguido, chiquillo. Es todo muy "acogedor" XD Pero me gusta, es más o menos lo que imagino cuando pienso en el infierno.

Anónimo dijo...

Tampoco es que Nahara esté pasandolo tan mal, o al menos no lo parece, cuanta entereza tú, muy determinada y fuerte emocionalmente la veo yo, pa venir de donde viene...

Tréveron dijo...

gracias Kei por tu sutileza a la hora de echarme en cara fallos.. ¬_¬

Encima que lo escribo cuando deberia estar estudiando!

demasiado bien me ha salido, leches! hmf!

Anónimo dijo...

No te quejes, mañana tengo examen he leído y comentado el capi la primera cuando debería estar estudiando. Demasiado bien cuidao te tengo hmpf!

X___D

PD: Trevviepunto!

Delerium dijo...

mm

ya lo sabes

te odio

ñaa

algun dia, cuando domine el mundo...

¬¬ te señalare y te obligare a hacer todos los cuentos que quiera

(porque dominare el mundo antes que tu, esta claro)

Sinkim dijo...

Un capítulo muy bueno, aunque tienes el desquiciante don de cortar la historia en lo más interesante, eres una mala persona, que lo sepas XDDD

Por cierto, hay que ver que mal se les da finjir a los pobres, les pillan a los dos a las primeras de cambio :-D

Anónimo dijo...

oye porque lo ambientas debajo de mi cama.....


pero nahara no iba a noche eterna, que hace en guardaluz?

esk no hay infierno?

Nixarim dijo...

. . .

mi.... pelirrojillo.... *_____*

mooola el capi!! tengo ganas saber que es lo que hace Yorüen con los reos, jujuju... :3

PD: Por cierto, la nueva personaja tambien mola. No se porqué me la he imaginado como Miranda Lotto.... xD

Anónimo dijo...

el pelirrojo juega al corre ke te piyo con los reos, pero siempre se le escapan.....

Vorian dijo...

No habia podido comentar por falta de tiempo, pero ya vengo a reparar mi eror XD

Me gusto bastante y a la vez me sorprendio, Nahara se las trae yo pense que iba a estar toda fofita y no iba a pelear como se debe por la buena vida en guardaluz, pero se ha mostrado mas que a la altura de la situacion ^^

En cuanto al nuevo personaje, pues tendria que leerlo mas... aunque de momento promete...

^^