No grave will hold me...

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Os estoy vigilando...

miércoles, 14 de noviembre de 2007

The Nether, Chapter V: Just a Mask [Preview]

Dimahl se acercaba a Guardaluz.

A diferencia de Nocheeterna, no había ningún límite que te asegurara que entrabas, pero él lo estaba sintiendo.

Ya no había crepúsculo. El cielo brillaba con una intensidad que el Nero jamás podría haber aventurado. Caminaba sobre la cada vez más verde y mullida hierba con los ojos entrecerrados. Esos ojos negros que, acostumbrados durante tanto tiempo a la penumbra, se estaban resintiendo. Y eso era una lástima porque aquel lugar merecía ser observado: infinitos prados de un color verde esmeralda con flores de todos los colores imaginables; bosques de árboles tan variados e inmensos que sus copas podían cubrir el mismo cielo; lagunas y estanques de aguas tan claras como un espejo; y todo ello aderezado con una fauna distribuida de manera homogénea y en armonía con aquellos que poblaban ese edén.

Al igual que en Nocheeterna, había unas cuantas estructuras artificiales salpicando Guardaluz. Sin embargo, al contrario que en el territorio de los Nero, su arquitectura era extremadamente elaborada y exquisita. La primera que pudo otear Dimahl era un edificio blanco gigantesco de paredes lisas y con anchas columnas que sostenían es techo triangular. El Nero recordó la conversación con Nahara: “Quizás en la Biblioteca encuentre algo que nos pueda ayudar...”, suspiró, “No puedo creer que me hayáis convencido...” Dimahl sonrió y se echó para atrás en la silla de la taberna.

No tardó en comenzar a ver a los habitantes de Guardaluz: los inmaculadamente ataviados Bianco y los, al igual que en Nocheeterna, variados huéspedes. Dimahl no podía dejar de sentirse algo ajeno a todo aquello a medida que comenzaba a introducirse en aquel paraíso prístino.

Pero antes de que se introdujera en la escasa multitud, un ruido extraño sobresaltó al Nero.

- “¿Guau?” – interpretó Dimahl, deteniéndose y arqueando una ceja, extrañado.

El sonido volvió a repetirse. Dos veces. Y cada vez se oía más cerca.

- ¿Pero qué...? – miró a su alrededor y descubrió la fuente de ese sonido.

De una pequeña laguna cercana, una criatura cuadrúpeda corría hacia Dimahl, galopando con la boca abierta y la lengua fuera, ondeando al viento. Se trataba de un animal de tupido pelaje blanco, con una enorme mancha gris en un lado de su lomo. A cuatro patas medía casi un metro de altura, y corría a toda velocidad hacia el guardián moviendo su peluda cola. Dimahl, sorprendido por ese aparente ataque, adoptó una posición de guardia.

- Maldita sea, ¡Mi guadaña! – el Nero apretó los puños, echando en falta su arma. Miró a su alrededor rápidamente: nadie se había percatado de ellos.

Sus posibilidades ante un posible ataque de aquella criatura eran dos: transustanciarse en Nero para defenderse y delatarse estrepitosamente o pedir ayuda y quedar en ridículo. Ninguna de las dos opciones le gustaba en absoluto, y para cuando quiso pensar una alternativa, le bestia se había detenido ante él.

El enorme perro estaba sentado frente a él, moviendo el rabo con efusividad, con la lengua fuera y jadeando ruidosamente. El guardián se quedó inmóvil, desconcertado, mirando a los inexistentes ojos del animal, ya que se los tapaba su flequillo.

- Ehm... ¿Hola? – Dimahl habló casi por instinto, a sabiendas que obtener respuesta era obviamente imposible.

Como “respuesta” el perro gimió levemente ladeando la cabeza. El Nero suspiró dejando caer sus brazos hacia delante. “Empiezo a odiar este sitio...” murmuró.

- A ver, chucho – Dimahl señaló al perro al dirigirse a él. Éste levantó las orejas y guardó su larga lengua en su boca - ¡largo de aquí, estoy ocupado!

El animal se puso en movimiento una vez más, olisqueando los pies del guardián. Una vez hubo husmeado lo suficiente, se alzó sobre sus dos patas traseras, apoyando las delanteras en el pecho de Dimahl y ladrando ruidosamente.

- ¡Te huele el aliento, bestia inmunda! – el Nero retrocedió te inmediato con cara de repulsión - ¿¡Pero qué diablos te pasa!?

El perro siguió mirándole por debajo de su peludo flequillo moviendo el rabo con euforia. De nuevo, el guardián suspiró.

- Esto es una pérdida de tiempo... – se dio la vuelta y reemprendió la marcha.

Muy a pesar de Dimahl, el perro no dejaba de seguirle. A través de los floridos campos de Guardaluz, el animal no dejaba de correr a su alrededor, ladrándole y llamando su atención.

- Maldita sea...

El Nero apretó los dientes mirando a su alrededor: el perro no sólo había conseguido llamar su atención, sino la de todo aquel que les rodeaba. A cada paso que daba más y más ojos se clavaban en ellos. Los de las almas residentes de Guardaluz, con curiosidad. Los de los Bianco, miraban de manera inquisidora. Dimahl se veía obligado a bajar la mirada demasiado a menudo para ocultar sus ojos al resto de guardianes. Pero algo iba mal: el perro había dejado de ladrar, tan solo le seguía, y cada vez más Bianco le miraban de manera acusadora. Apenas levantaba los ojos del suelo, eso no le podía estar delatando. Entonces, ¿por qué...?

De repente, Dimahl se detuvo en seco, sorprendido de su propia estupidez. Sus ojos, abiertos como platos, miraban el vacío más absoluto, ya que una idea apareció en su mente, ocupándola por completo. Una idea arrolladora como una tromba.

“La cicatriz...”

No se había molestado en ocultarla. No sabía como justificarla ante los demás. Nahara no le advirtió. Había sido descubierto sin tan siquiera haber empezado.

“No... No... ¡No!”

Miraba con nerviosismo a su alrededor, donde cada vez más ojos se clavaban en su rostro marcado. Sabía lo que les ocurría a aquellos que desobedecían decretos del Juez, y él había faltado al más estricto de todos. Su mente se nubló. Fue inundada por horrorosas ideas que obnubilaron sus sentidos. Su cabeza funcionaba a toda velocidad. Debía buscar una escapatoria segura. ¿Para él? No... Nahara también estaba. “¡Maldición!” Debía ser una escapatoria para ambos. Si no hubiera sido por él, ninguno de los dos estaría metido en aquel embrollo. Dimahl, sin darse cuenta, cayó en una espiral de pensamientos que le estaba ahogando. Debía huir de allí. Ir a Nocheeterna. Avisar a Nahara. Pero para cuando lo intentara tendría a todos los Bianco en su contra y los oídos del Juez estaban por todas partes.

Finalmente, alguien se dirigió a él, sacándole de su angustia actual para, quizás, sumergirle en otra peor.

- Eh, tú. ¿Por qué vas así?

7 comentarios:

Tréveron dijo...

he hecho esto para que veais que sigo con vida y escribiendo...

intentaré colgar el resto antes del finde

(lo colgare como una edicion de este mismo post)

Espero que os guste!

Anónimo dijo...

Qué bonico el perro!!! Ñaaaaaaa. Odio las previews a menos que tengan un plazo de finiquitarse y lo conozca XD.

Molaaaaa

Anónimo dijo...

una fauna distribuida de manera homogénea

M'has matao X____D

Ay, la Biología, cómo se nota XD

Jo, el perro me recuerda a Max, el perro de Eric en La Sirenita ^^

Me he quedado con ganas de más, maldita sea... ¡escribe! XD

Sinkim dijo...

Hecho de menos el lametazo en toda la cara que le tenía que haber dado el perrito cuando se pone a dos patas, para que el pobre Dimahl acabe callendose de culo XDDDD

Vorian dijo...

Me gusto bastante

Solo que te deja enganchada y terminas maldiciendo cuando ves que no sigue XD

Espero que actualices pronto (No me conformo nunca...)

Nixarim dijo...

que paranoia de hombre, por favó, pero es taaaan mono! ^^

y el chucho me recuerda a mi perro (que cosas....) cuando se pone a hacer el tontolaba con los pajaritos XD

masmola, a ver cuando la continuas!

Siltha dijo...

A mí el perro me ha recordado tanto al de la sirenita como al de Miri... xDD Me he reído un montón con la escena del perro, y además Dimahl es muy achuchable en esta escena. xD

Jo, pero ahora que me he leído los cinco capítulos de golpe, me quedo con las ganas... :(