- No puede ser...
Volví a sentir la hoja de la Espada de Hielo ensartada en mi pecho, pero, curiosamente, el dolor había desaparecido. La tomé por la parte cercana a mi pecho y pude notar cómo la Espada se deshacía al entrar en contacto con mi mano.
- ¡¿Qué?! – el miedo en su expresión se intensificaba
La parte de aquel arma que se había hundido dentro de mí y la que me atravesaba por detrás se derritieron en cuestión de segundos, quedando yo liberado al fin. Noté que la herida de mi pecho, aunque no dolía, había empezado a sangrar profusamente. Lejos de sentirme debilitado por ello, en las líneas que dibujaba mi sangre mientras se derramaba por mi cuerpo comenzó a expandirse la sensación de calidez que le devolvió el color a toda mi piel y, supuse, a mi pelo y ojos. A continuación, y sin explicación aparente, la sangre que permanecía en mi herida estalló en llamas, cauterizándola y cerrándola, dejando una desagradable cicatriz.
La hoja de la Espada seguía derritiéndose. Ya sólo quedaba el mango y la guarda de ésta, que Ella sostenía en sus temblorosas manos. Finalmente se convirtió en agua en sus manos, a lo que Ella respondió con un ensordecedor grito de pánico y agonía, cayendo de rodillas y llevándose las manos al pecho.
Gotas de agua me caían en la cabeza. Miré hacia arriba y observé cómo al pared del Desfiladero de Hielo también había comenzado a deshacerse. No como consecuencia de la fusión del corazón de Ella. Al parecer, el que estaba emanando calor era yo. Pude ver como también el suelo bajo mis pies se fundía, hasta llegar a ver el verde de la hierba. La multitud contemplaba atónita aquella inusual, aunque esperanzadora, escena.
Ella seguía acuclillada, jadeando. Entonces levantó la mirada hacia mí. Resultaba irónico que el frío proviniera de Ella cuando aquella mirada podría haber derretido un glaciar.
- Tú... no... has... ¡vencido! – masculló.
Pude ver cómo se tensaba cada músculo de su cuerpo mientras me observaba, sin realizar aparentemente ningún movimiento. Entonces, vi que cristales de hielo y nieve comenzaron a girar a su alrededor, más y más deprisa, impulsados por una repentina corriente aire. Ésta aumentó hasta tal punto que, por un momento, el hielo y la nieve impulsados no me dejaron ver a Ella. Con un levísimo gesto de su mano, toda esa corriente fue proyectada a una velocidad pasmosa hacia mí. Una vez más pude ver la atónita mirada en su rostro al ver cómo su corriente de frialdad se arremolinada a mi alrededor, y cómo los cristales de hielo y nieve se tornaban en inofensivas gotas de agua que caían, como lágrimas derramadas de unos ojos invisibles.
- ¿Así fue como mataste a aquellos que se levantaron contra ti? – Pensé en aquella pareja que había muerto congelada de pie.
Profirió un grito de desesperación y con una agilidad de nuevo sobrehumana, saltó más de diez metros hacia la salida del desfiladero, hacia la pradera. De nuevo observé que, efectivamente, la tierra bajo sus pies quedaba inmediatamente cubierta de una fina capa de hielo, que se espesaba con el tiempo.
- ¡¡TÚ NO HAS VENCIDO!! – Gritó desgarradoramente desde aquel lugar.
Levantó ambos puños con el rostro lívido por la furia, y golpeó el suelo bajo Ella. Éste tembló, rugió, y posteriormente se quebró y abrió de manera que casi emulaba la majestuosidad del Abismo de la Incertidumbre que por primera vez nos separó.
Y allí estábamos. Ella estaba al otro lado el Precipicio y la multitud y yo presenciábamos cómo se reía con una histérica sensación de triunfo.
- ¡Desviado de tu camino para siempre, patético perdedor! ¡Dirige tu a tu rebaño de idiotas ahora! – gritó con un atisbo de locura en su voz.
Me inquieté sobremanera. ¿Así acabaría todo? ¿Obligado a no seguir mi camino por los caprichos de Ella? ¿Abocándonos a mí y a toda la multitud a un cambio irreversible de nuestro destino? Tenía que pensar algo... aquel no podría ser nuestro final después de tanto tiempo... después de tanto vivido, de tanto sufrido, de tanto errado, de tanto aprendido... No... aquello no acabaría así... yo ya superé el Abismo de la Incertidumbre una vez... fue en un sueño, pero pude sentirlo en aquella ocasión, y podía sentirlo ahora. El fuego de la esperanza bullia en mi interior. El fulgor de los gritos de valor que resonaban en mi cabeza no podían ser ignorados. Debía suceder, iba a suceder. Sucedería.
Y sucedió.
Caminé hacia el precipicio dispuesto ante mí y de nuevo noté aquella sensación. De nuevo vi cómo pequeñas ondas, como al caminar sobre un charco, se dibujaban bajo mis pies. De nuevo noté tierra firme donde aparentemente no había nada. Y anduve. Anduve atravesando aquel precipicio ante el asombro de Ella, de la multitud y, por qué no decirlo, el mío.
He aquí la primera, tal vez la única enseñanza que yo podría haberle transmitido jamás al Chico: los sueños, como tales, pueden perderte, pero a veces uno puede encontrarse en ellos.
Ella cayó de rodillas al suelo, ahora helado, bajo sus pies. Estaba boquiabierta y con los ojos muy abiertos, casi en estado catatónico. Parecía estar siguiéndome con la mirada.
Me detuve en la mitad del recorrido sobre el precipicio y me di la vuelta para observar a la multitud. Como en mi sueño, se habían congregado en el borde e, inseguros, daban los primeros pasos sobre la nada, con el mismo efecto que conmigo. Pude ver, por primera vez, el regocijo en sus rostros a medida que iban cruzando. Terminé el recorrido pasando junto a Ella, que miraba al vacío igual de boquiabierta. No le dirigí ni una palabra. No le dediqué ninguna mirada. Simplemente, pasé junto a Ella. Dejándola atrás, por siempre jamás.
La multitud también pasó junto a Ella, de igual manera. Pero me volteé para ver qué estaban dispuestos a hacer, y me sorprendí al verles a todos quietos, en silencio, mirándome, expectantes.
Entendí lo que querían. Ante nosotros yacía una soleada llanura. Un nuevo camino... no, el camino de siempre se dispuso una vez más ante nosotros. Tras todo lo recorrido, tras todo lo aprendido, tras todo lo sentido, por fin fui capaz de dedicarles mi mejor sonrisa y decirles:
- Seguidme.
FIN
No grave will hold me...
viernes, 31 de agosto de 2007
jueves, 30 de agosto de 2007
Follow the Leader /Z/ (D)
"¡Vaya, ya no esperaba ver a nadie por aquí!"
- ¿Qué...?
"Supongo que no eres de los que hablan mucho..."
- ¿D-dónde... estoy? - Todo estaba oscuro.
"Déjame adivinar: sigues tu camino sólo... y eso no te acaba de hacer feliz, ¿verdad?"
- Esa voz... - Efectivamente, esa voz era terriblemente conocida...
"Ah, los sueños..."
- Pero n-no es posible... - No lo era
"Los que decidimos caminar solos quizás seamos los más valientes..."
Tal vez... Sí...
"...aunque también se nos considere los más insensatos"
Era tan simple como eso...
"¡Vamos, nuestro camino está ahí delante!"
Estaba como él...
"Dios, qué pesimismo..."
Yo...
"Mira, un camino no es solo el camino en sí, ¡sino cómo lo recorres!"
Estaba...
"¡Vamos, piénsalo!"
Muerto...
- Por fin lo has asumido, ¿eh? ¡Te ha costado, chaval!
Al fin logré ver algo en la oscuridad. Una imagen borrosa y distorsionada, aunque visible, apareció ante mí. La imagen se fue haciendo más y más nítida en medida de segundos, pero no lo necesité para saber quién se estaba materializando delante de mi: una vez más, la alegre mirada del Chico me estaba escrutando.
Tú... - ya no le recibía con el entusiasmo de antaño. Aquel debilucho se había ganado mi desprecio.
Se acercó a mí con paso decidido y con al sonrisa de siempre. Y cuando llegó junto a mi, y antes de que pudiese hacer nada por evitarlo, me dio un sonoro golpe en la nuca. No fue tanto por el escaso dolor que me produjo, sino por el desconcierto de la situación, que no reaccioné en absoluto ante aquella afrenta.
- Veo por el hecho de que estás aquí que no has aprendido absolutamente nada... -Aquello no era una reprimenda: en su voz no había rencor ninguno.
- ¿Y qué aprendiste tu mientras el Río se te llevó? - Mis palabras surgían de mi boca como serpientes ponzoñosas, pero no parecieron surtir ningún efecto sobre el Chico, que repuso:
- Morí, sí. Y siguiendo mi propio camino. Algo que es mucho más de lo que se puede decir de ti.
Puede que perdiera mis sentimientos, puede que mi frialdad rigiera mis actos desde aquel día, pero aquellas palabras me dolieron.
- ¿Qué haces aquí? ¿He muerto? - Pregunté, para olvidar el chasco que acababa de recibir.
- ¿Que si estás muerto? Eso depende de ti - sus palabras me sumieron en un repentino desconcierto. - En cuanto a mi presencia aquí, digamos que he sido invocado.
- Yo no te he llamado. Tu presencia aquí no es bien recibida.
- No. Tú no me has invocado. Ha sido Él. - señaló con la cabeza hacia mi espalda.
¿Cómo...?
Me di la vuelta deprisa, como si esperara un ataque, pero lo que vi me chocó más que eso: detrás de mí estaba mi antiguo Yo, de pelo castaño, ojos verdes y piel pálida, aunque con color. Él también se dirigió hacia mí. Pero lo que recibí de Él no fue un ligero golpe. Me propinó un puñetazo con su mano derecha en mi pómulo antes de que pudiera hacer nada por defenderme, si bien no me lo esperaba. Del impulso caí de bruces al suelo.
Mientras me levantaba, mi antiguo Yo se colocó junto al Chico y se cruzó de brazos. Ambos me miraron de arriba abajo: Él con decepción en sus ojos, mientras que el Chico me miraba como si tan solo hubiera cometido una travesura. Él habló primero.
- ¿Cómo has podido perderte de esa manera...? - antes de abrir la boca para poder responder, prosiguió - ¿Y piensas que los que cayeron son los débiles? Has sido tú el que ha acabado siendo una marioneta, imbécil... Ella te ha manejado con los hilos que tú creaste al dejarte llevar. ¿Ahora pretendes revelarte de la tiranía que Ella representa y que nadie más que tú inventó? Esta paradoja es tan absurda como tu existencia desde tu "metamorfosis". Das pena.
Pude notar el rencor y el odio en sus palabras. Rencor y odio que sentía hacia Ella y que me transformaron, tornado ahora contra mí. Por primera vez desde que cambié, note una angustia asfixiante en mi pecho. Una horrible sensación de ahogo que me hizo encorvarme hacia el suelo. Abría la boca para intentar tomar un aire que parecía no existir a mi alrededor.
Pude ver como mi Yo anterior tenía tanta razón como cuando el Chico me habló hace tanto tiempo. Él parecía haber evolucionado, madurado, mientras que yo no había hecho más que caer en los hoyos que yo mismo cavé.
El Chico puso su mano por encima de su hombro y habló.
- Vamos, vamos, no se podía decir mucho más de ti cuando me encontraste... - Él giró la cabeza hacia otro lado, como refunfuñando, los tres sabíamos que era verdad. - Y sin embargo ahora le das lecciones a él. - Me miró a mí - Ambos tenéis que ser fuertes, pero no a costa de vuestras emociones, o vuestro juicio - Ahí le miró a Él.
Hubo un momento de silencio, tras el cual nos miramos Él y yo.
Venga, ambos sabéis lo que tenéis que hacer. - concluyó el Chico, con una gran sonrisa.
Extrañamente, sí que lo sabíamos. Y ambos nos acercamos el uno al otro. Estiramos nuestros brazos y nos dimos la mano en un gesto sincero.
Entonces ocurrió algo extraño: no podíamos soltar nuestras manos, como si una fuerza nos las hubiera atado. Seguidamente, Él, que no había dejado de mirarme a los ojos, comenzó a brillar con una luz rojiza, que pareció canalizarse a través de se mano. Deslumbrado, cerré los ojos y noté como si a través de mi mano un torrente de energía recorriera todo mi cuerpo.
En un instante, percibí como si la mente de Él se hubiera fusionado con la mía. Noté su rencor hacia mí, su aprecio por el Chico. Recordé todo lo vivido hasta el momento y lo juzgué con su capacidad, la que yo había perdido. Sentí también por qué Él había invocado al Chico. No era odio enfermizo lo que sentía hacia mí, sino preocupación por el qué sería de mí si continuaba así. Algo que me conmovió profundamente, notando, de esta manera, que mis sentimientos habían regresado a mi espíritu.
Entonces abrí los ojos. Él había desaparecido.
Miré al Chico, que me observaba con curiosidad. Jamás me alegré tanto de ver a alguien. Corrí para abrazar a la única persona realmente con la cual hubiera querido compartir mi camino. Le abracé muy fuerte, a sabiendas de que él había muerto, y que sólo estaba ahí para guiarme una vez más, una última vez. Derramé lágrimas de tristeza ante la que creía sería la última vez que lo vería. Nos separamos del abrazo, y él vio mis lágrimas, que no me molesté en enjugar.
Él me propinó un fuerte puñetazo en el hombro, sin dejar de sonreír, y por supuesto sin intención de hacerme daño.
¡Vamos, no dejes que tus lágrimas distorsionen tu visión! ¡Necesitas ver bien para lo que viene ahora! - debió deducir que pensaba que era la última vez que nos veríamos - Y no te preocupes, ya me has invocado una vez. No creo que sea difícil volver a hacerlo para echarnos unas risas.
Él rió de manera sonora. Yo sonreí tristemente. Entonces el Chico brillo con fuerza. Su cuerpo desprendía una luz azulada que, como la Él desprendía, me deslumbró, haciendo que cerrara los ojos.
Y entonces los abrí. Y me encontré de frente con la gélida mirada de Ella. La sonrisa de triunfo que coronaba su rostro se disolvió al instante.
Y, por primera vez, vi el terror en sus ojos.
miércoles, 29 de agosto de 2007
Follow the Leader /Z/ (C)
- Eres tú el que ha estado andando mi camino demasiado tiempo. – concluyó Ella - Lo que me sorprende es que hayas tenido fuerzas de llegar hasta aquí. Aunque eso ahora no importa...
Echó su espalda hacia atrás y extendió sus brazos. Pese a que yo aun seguía conmocionado al ver mi reflejo, torné mi vista hacia Ella, para ver el ritual más macabro que jamás pude haber presenciado.
Ella se estaba convulsionando, aun con los brazos extendidos y la espalda arqueada hacia atrás ligeramente. Las convulsiones eran pequeñas y rápidas, como si recibiera pequeñas descargas eléctricas. De repente, éstas cesaron, a la vez que algo aparecía en su pecho, a la altura de su corazón. Como si hubiera sido empalada por la espalda, una estaca de hielo había emergido y se mantenía en su pecho. Seguidamente, aun con la espalda arqueada, giró su cuello para dedicarme una malvada sonrisa, mientras tomaba el cristal de hielo que parecía atravesarla. Tiró de él, intentando arrancárselo. Pude ver que le costaba, y pronto entendí por qué. La estaca estaba ensartada más profundamente de lo que parecía y llegó un punto en que se ensanchó. Tras otra convulsión, la parte ensanchada también emergió, dejando ver que aun había más dentro de Ella. No había duda: una Espada de Hielo estaba surgiendo de donde debería morar su corazón. Con un último tirón, Ella desenvainó de su pecho la Espada y recuperó su postura. De su considerable herida abierta, de la cual debería haber sangrado a borbotones, no emanaba sangre, y desde mi posición pude ver cómo diminutos cristales de hielo se encargaron de cerrarla de nuevo.
Y allí estaba Ella, blandiendo su frío corazón en forma de Espada contra aquel que un día hubo sentido admiración por ella.
La visión de mi reflejo fue aparcada a un segundo plano al ver como cargaba hacia mí aquella abominación. Se movía con una velocidad extraordinaria y sin perder ni un ápice de su gracilidad característica. No tardó en cruzar la distancia que nos separaba. Mientras corría hacia mí, mantenía la Espada en su espada, y aprovechó el impulso de su terrible aceleración par asestar una fulminante estocada apuntando a mi pecho.
Sorprendentemente, la esquivé con una velocidad equiparable a la suya, colocándome detrás suya. Ella parecía contrariada por lo sucedido, momento que aproveché para, con un movimiento seco y rápido, arrebatarle la Espada de Hielo de sus mismísimas manos, para seguidamente propinarle una patada en la espalda para alejarla de mí. Tras perder el equilibrio, lo consiguió recuperar ágilmente impulsándose con sus menos en el suelo, volviendo a estar de cara a mí, en guardia.
Pero algo sucedía.
Ella estaba sonriendo de manera maquiavélica.
No lo entendía: la Espada estaba en mis manos y era Ella la que estaba desarmada y vulnerable. Y sin embargo, sonreía.
No me importaba. Aquello iba a acabar. Debía acabar al fin. Levanté la Espada sobre mi cabeza y me dispuse a cargar contra mi malefactora.
Entonces lo entendí.
Mi cuerpo no respondía. Miré a la Espada, firmemente sujeta en mis manos, pero algo no iba bien. El mango estaba muy frío. Más frío de lo que pudiera haber sentido en mi viaje a través del Desierto de Hielo. Mis manos se estaban congelando, pero no era eso lo más preocupante, el frío recorría mis manos por el interior, más rápidamente. Me sentía de nuevo como cuando caí tiempo atrás, cuando recibí aquella extraña pero bienvenida fuerza. Pero esta vez no me sentía fuerte. Volví a sentir cómo aquella sensación recorría todo mi cuerpo. Noté como se hacía con el control, a pesar de mis esfuerzos. Completamente en contra de mi voluntad, cambié la dirección del filo de la Espada: ya no la dirigía hacia Ella, la dirigí hacia mí.
Aquella maldita arma se erguía temblorosa, debido a mis esfuerzos por apartarla, frente a mi pecho. Noté como la alejé de él, tan sólo para tomar impulso, para asegurarme de que me atravesara completamente. Cerré los ojos, concentrando toda mi voluntad en desviarla de su inminente trayecto.
Entonces, la Espada atacó.
Funcionó. Cuando abrí de nuevo los ojos, la Espada estaba a escasos milímetros de mi costado, ensartada en la pared helada que había tras de mí.
Pero había cometido un terrible y craso error. Ella estaba frente a mí: en mi lucha contra la Espada de Hielo, la había perdido de vista. Con un simple movimiento, me arrebató la Espada. Y donde el arma hubo fracasado, Ella triunfó.
Con una fuerza inusitada, atravesó mi pecho, empalándome contra la pared. Pude notar cómo la Espada me destrozaba por dentro. Un dolor indescriptible. Una agonía incesante. Entonces, la miré.
Su rostro quedó a centímetros del mío. Seguía sonriendo mientras me miraba a los ojos. Entonces, lentamente, como saboreando el momento, acercó sus labios a los míos, hasta que se encontraron. Aquel tierno beso fue extrañamente cálido y, por un momento, el dolor había desaparecido, así como la razón de aquel acto. La única parte de mí capaz de sentir algo eran mis labios, que se regodeaban en la dulzura de aquel beso. Quise disolverme en aquel bendito olvido por siempre jamás. Entonces, devolviéndome cruelmente a la realidad, separó sus labios de los míos y los acercó a mis oídos.
Con su suave voz, susurro:
- Muere.
martes, 28 de agosto de 2007
Follow the Leader /Z/ (B)
Y proseguí avanzando. Nunca me había sentido mejor. Mis emociones me habían abandonado, llevándose el pesar que cargaban con ellas. Ya no había pérdidas que lamentar; ya no había lágrimas que derramar. Pero aún quedaba algo...
El fracaso de mi pasado debía ser redimido. La humillación que mancilló mi honor debía ser saldada. Ella me despojó de mi dignidad. Debía morir.
Ahora yo era capaz de pensar como Ella, tomando cada decisión de manera fría y calculada. Anduve por mucho tiempo más, sí, pero ya nada era capaz de estorbarme. El frío y los obstáculos estaban siendo superados sin dificultad alguna. Seguían apareciendo cadáveres congelados, pero todos ellos fueron ignorados.
Realmente, todos menos uno.
Encontré una superviviente tirado en el suelo, con una pierna ensangrentada atrapada bajo un árbol. Apenas era capaz de mantener la consciencia, por lo que pude ver, pero parecía capaz de hablar. Era lo que necesitaba, alguien que me dijera lo que necesitaba oír. Me acerqué a la Mujer y me incliné hacia ella. Tal vez en otro momento, su extraña pero evidente belleza me hubieran cautivado, pero no en entonces. Solo veía el instrumento de mis objetivos yaciendo ante mí. Sus ojos verdes se posaron ante mí con sorpresa: evidentemente, dudé que esperara a alguien en aquel desierto de hielo. Sonrió. Eso me molestó.
¿Dónde está? – Pregunté. Hacía mucho que no escuchaba el sonido de mi voz, y había cambiado. Ahora sonaba como si cada palabra fuera un certero dardo. Me gustaba.
A... ayuda... n-no... p-pu... edo... – la voz de aquella mujer se estaba apagando con cada palabra que pronunciaba, pero no las estaba aprovechando en lo que a mí me concernía. Cerró los ojos, aunque seguía respirando débilmente, así que la cogí por el cuello e inquirí:
Responde, mujer – dicho esto, la mujer abrió lentamente los ojos de nuevo y pareció como si me viera por primera vez. Su rostro, entonces, se torció en una mueca de terror.
-T-tú... eres... c-co...como...
Y su vida se apagó para siempre.
Con un gesto violento y de una fuerza que ni yo esperaba, lancé a la Mujer que acabó aterrizando, lejos de mí, sobre un colchón de nieve. No había resultado útil en absoluto. No había obtenido respuestas que requiriera, solo palabrería que no me concernía. Seguí mi camino.
El frío continuó intentando apartarme de su senda, pero mi fortaleza no flaqueó ni un ápice. No volví a encontrar a ningún superviviente, pero sí más cuerpos sin vida. Escoria... su debilidad e incapacidad de superar las adversidades merecía todo mi desprecio.
Entonces lo vi.
Un desfiladero de hielo se erguía ante mí. Era vasto en altura y no fui capaz de ver su final, pero la anchura de su boca era angosta en comparación. Y allí, no muy lejos de su entrada, pude verles. Eran ellos. Los que me abandonaron. Los que siguieron la senda que Ella marcó. Pero era un grupo mucho más reducido que el que yo creía recordar. De ahí deduje... “Así que aquellos traidores son los caídos que me he ido cruzando...” ¿Ella los había llevado hasta allí? ¿Los había dejado morir? ¿Y ellos como perros falderos se habían dejado?
Sonreí ante lo que creí era una deliciosa ironía.
Aceleré el paso hacia ellos. Ella debería estar en la cabeza de la multitud. Ésta caminaba lentamente. Pude oír el eco de sus pesados y cansinos pasos en el desfiladero. No se percataron de mi presencia hasta que estuve prácticamente a escasos pasos de ellos.
En los primeros que me vieron pude llegar a ver un atisbo de alivio. Sin embargo, a medida que me seguían observando, su expresión fue cambiando a la inquietud; en algunos, incluso al miedo. La multitud se partió en dos para dejarme paso, entre sonidos de sorpresa y pasmo. Y, por fin, llegó el momento que estuve esperando durante tanto tiempo. A lo lejos, pude ver su esbelta figura.
Ella estaba caminando frente a mí, ajena aun a mi presencia.
Pero había algo extraño. Pude ver el camino dispuesto frente a Ella. Hacía tiempo que no veía la verdura de una pradera. Y sin embargo, ahí estaba. Lo extraño era, que la verdura se perdía bajo los pasos que Ella estaba dando. Bajo sus pies las briznas de hierba se perdían en una fina capa de hielo y nieve, que se extendía y engrosaba en cuestión de segundos. Una pregunta apareció fulminante en mi cabeza; una pregunta cuya respuesta no quería plantearme en ese momento.
¿Todo el frío provenía de Ella?
Pero ahora eso no importaba. Ella había sentido mi presencia y se había detenido. Lentamente, como disfrutando del momento, se dio la vuelta y me miró a los ojos. También había algo diferente en Ella. Su piel no difería de la de aquellos congelados que yacían tras nosotros. Su pelo, que solía reflejar el fulgor del sol, era ahora de un blanco puro; y pude ver que el azul de sus ojos se había difuminado hasta llegar a ser de un celeste blanquecino siniestro. Había algo que no había cambiado, a pesar de ello: la indiferencia de su rostro seguía siendo arrolladora.
Nuestras miradas se cruzaron después de tanto tiempo. Y, no obstante, no sentí nada. La apartaría de mi camino y seguiría mi rumbo como si Ella nunca hubiera existido.
-Ha pasado mucho tiempo – Ella rompió el tenso silencio de nuestras miradas.
-Demasiado. Demasiado tiempo has estado en mi camino. Vengo a apartarte de él para siempre.
-¿Tu camino? – rió con sorna – ¿acaso te has mirado al espejo últimamente?
No entendí lo que quiso decir. Al menos, no lo hice hasta que miré mi oscuro reflejo en las pulidas paredes de aquel desfiladero helado. Y la visión fue bastante reveladora. Mi piel también se podría haber confundido con la de los caídos en la nieve; mis ojos, que creí recordar, eran verdes oscuros, ahora eran de un azul claro; y mi pelo también parecía haber encanecido hasta ser blanco inmaculado.
Entonces el incompleto susurro de la Mujer volvió a mí como un relámpago. Y pude acabarlo en mi mente.
“Tú... eres como Ella...”
viernes, 24 de agosto de 2007
Follow the Leader /Z/ (A)
El camino nunca había sido más difícil de seguir.
Ya no tenía nada que ver con mis intenciones: parecía que la propia senda no quisiera ser caminada. El frío se había vuelto insoportable. Caminaba con mis brazos cubriéndome en la medida de lo posible, para intentar darme calor; estaba empezando a perder la sensibilidad de manos y pies; y las lagrimas que emanaban de mis ojos a causa del viento se congelaban en mis mejillas, sonrosadas a causa del frió. Las incesantes corrientes de aire helado cortaban mi piel como si fueran cuchillos.
Y la situación no parecía mejorar a medida que avanzaba. Llegué a una situación en la que no hacia mas que ver nieve y hielo, allá donde la vista de mis ojos entrecerrados abarcaba.
Intentaba distraer mi mente mientras daba cada paso, para evitar que la debilidad física me abatiera. Pensaba en el Chico, en todo lo que me dijo en el corto pero intenso camino que recorrimos juntos; en lo apegado que pude llegar a estar a él a pesar del poco tiempo en que compartimos nuestros pasos; en cómo me dolió su muerte; en cómo me calaron sus palabras. Pensé en mi sueño en la Cueva del Recuerdo, en cómo la dualidad de mi naturaleza se hizo tan evidente en algo tan transitorio como una simple experiencia onírica. Pensé en Ella...
Ella...
Al formar su imagen en mi cabeza, cerré los ojos, y pude notar como si el frío de mi entorno penetrara dentro de mí. Todo pensamiento se esfumó. Todo sentimiento se perdió. Solo quedaba ella dentro de mí, y la sensación de frío interior pareció extenderse como la sangre con cada latido. Tuve que hacer un esfuerzo titánico para apartarla de mi mente pero, tan pronto como lo conseguí, abrí los ojos y de nuevo el afilado viento que me azotaba me trajo a la realidad. La creciente sensación de frío mi interior dejó paso a la de mi entorno. Fui capaz de volver a pensar con claridad, de sentir con claridad.
Seguí caminando y pronto llegué a perder totalmente la noción del tiempo. No supe cuánto había caminado, ni durante cuánto me estaba llevando hacerlo. Llegué a pensar que mi determinación para dar un paso más era lo único que me mantenía con vida, que me desplazaba de manera completamente mecánica. Y más de una vez tuve que luchar contra aquel sentimiento devorador que erosionaba todo pensamiento , recuerdo o sentimiento que pudiera haber dentro de mí.
Finalmente, tras lo que pude definir perfectamente como una eternidad, encontré la primera irregularidad en el camino en mucho tiempo. Encontré una figura casi enterrada bajo la nieve de aquel desierto helado, que no pude identificar hasta que estuve junto a ella. Mi corazón dio un respingo cuando acerque mi cabeza a aquel objeto (ya que mis ojos entrecerrados limitaban mi visión): era una persona, apenas un niño, de rostro angelical, que hubiera jurado que estaba durmiendo, de no ser por que su piel carecía de color de tal forma que se confundía con la nieve: había fallecido a causa del frío.
Me arrodillé frente a ese pequeño cuerpecito sin vida, como si lo que hubiera muerto fuese una parte de mí, completamente hundido por el peso de lo que estaba viendo, asfixiándome, apenas capaz de respirar pequeñas bocanadas de aquel aire que helaba los pulmones, incapaz siquiera de derramar una sola lágrima, ya que ésta se congelaría inmediatamente tras asomarse.
Abracé arrodillado a ese infante, notando el frío intenso de sus mejillas en las mías, sabiendo que su corazón nunca más infundiría calor, que ningún hálito de vida se escaparía de su boca al respirar. Quise quedarme junto a él, protegerlo, intentar que ningún mal pudiera dañarlo. Jamás. El tamaño de la situación no me dejó ver la estupidez que ello suponía: ese niño había muerto, y si me quedaba acabaría muriendo yo también. Pero en aquel momento nada importaba. Estábamos el Niño y yo. Nadie más. Nada más. Nunca más.
Otra eternidad transcurrió. Una eternidad de gritos y sollozos. De intentos infantiles para que el Niño despertara, algo que, en un lejano y rechazado rincón de mi corazón, sabía que no iba a pasar jamás. Una eternidad tras la cual por fin me levanté, dispuesto a seguir, a abandonar al Niño en la inmensidad helada.
Al inmenso dolor que sentía pronto le sustituyó en terror: ¿Iba a ser eso lo que me acabaría ocurriendo a mí? Mi terror aumentó cuando el proseguir mi camino me entregó más cadáveres, algunos más o menos enterrados, otros incluso en pie. En cuánto a éste último caso, me conmovió especialmente ver a una pareja, de pie, completamente congelada. Ambos estaban cogidos de la mano y con los ojos cerrados. Una expresión de inmensa paz coronaba sus rostros.
Mi desesperación iba en aumento. Si seguía ese camino, me acabaría congelando o volviéndome loco, y ninguna de las dos opciones me placía. De nuevo pensé en el Chico, para intentar conservar mi cordura. Entre sus consejos seguro recibiría energía para continuar. Pero, por un instante, mi mente tropezó de nuevo con la imagen de Ella. Y en ese instante, con mas fuerza que nunca, el cáncer que ya me había intentado corroer varias veces, venció.
Mi mente, cuerpo y alma, fueron devorados por aquella extraña sensación de frialdad, entre las contorsiones de dolor que producía en mi cuerpo, entre los latigazos de mi mente en su fútil lucha por permanecer cuerda. La sensación se extendió furiosa, imparable, desde el corazón hacia todo mi cuerpo, enroscándose en cada músculo, como una vid. Oprimió todos mis órganos, todo mi ser, hasta el punto de pensar que moriría ahogado, estrangulado como si lo que me estaba atacando fuera una serpiente constrictora.
Pero pronto noté alivio. Pronto dejé de sentir nada. Nada en absoluto.
Abrí los ojos para ver el desierto helado aparentemente infinito que durante tanto tiempo me había aterrorizado y seguí caminando. El frío ya no me molestaba. Ningún pensamiento me turbaba. Ningún sentimiento me detenía. Ya sólo quedaba avanzar.
No tardé en dejar de pensar en el Chico. ¿Qué había hecho él, al fin y al cabo? Aquel niñato cayó bajo el peso de su propia debilidad, pensé, igual que aquel inútil Niño congelado. Débiles. Todos débiles.
Y yo ya no lo era.
Por fin lo había entendido.
Por fin entendí a Ella.
El camino yace ante nosotros para ser caminado. Sin dudas. Sin vacilaciones. Sin clemencia. Sin escrúpulos. Sin misericordia.
“Y así se hará.”
jueves, 23 de agosto de 2007
Mi primer FanArt!!!
Se supone que un fanart es un dibujo de un fan a alguien a quien admira....
PERO SOY YO QUIEN ADMIRA AL DIBUJANTE!!!
¿Os habeis fijado lo bien que capta la esencia de mi personalidad?
En fin, Pote, eres muy grandioso
MANDAD MAS TODOS LOS QUE SEPAIS DIBUJAR!!!
xS
P.D. Se puede dudar en un principio cuál de los dos soy yo... ¡¡pero mirad esa perilla!! ¡¡Es jodidament inconfundible!!
miércoles, 22 de agosto de 2007
My Song
Plagiando descaradamente la idea de Nixiarim (PORQUE LA ODIO, NO OS CREAIS QUE NO!) me gustaria compartir con vosotros la que considero probablemente sea mi cancíón favorita.
Su nombre es "The End of the Heartache" (El Final del Dolor de Corazón) del grupo Killswitch Engage.
Supongo que lo suyo sería decir por qué es mi canción favorita... En fin, para alguien que ha sufrido tanto del corazón (sentimentalmente hablando) a lo largo de su vida, resulta un consuelo que otro alguien sepa lo que se siente (en fin, ya sabeis: "mal de muchos...")
La letra de esta canción (que adjunto junto con su traducción) no es especialmente compleja. Realmente, es más cómo la canta (y no por las caras que pone el cantante, que ya veréis...), el sentimiento que le pone, lo bien que se plasma en la canción todos las sensaciones que se sienten en este tipo de situaciones.
en fin, recomiendo a todo aquel que haya sufrido desamor, y sea tan gilipollas como yo de regodearse en su propia miseria, que le preste unos minutos a escuchar la siguiente canción. Espero que os llegue, como me llegó a mi.
The End of the Heartache, Killswitch Engage
Seek me,
Call me,
I'll be waiting
Seek me,
Call me,
I'll be waiting
This distance,
This dissolution
I cling to memories while falling
Sleep brings relief,
And the hope of a new day
Waking the misery of being without you
Surrender, I give in
Another moment is another eternity
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
(Seek me) Completion,
(Call me) I'll be waiting
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
You know me, you know me all too well
My only desire - to bridge our division
In sorrow I speak your name
And my voice mirrors, mirrors my torment
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
(Seek me) Completion,
(Call me) I'll be waiting
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
For comfort...
For solace...
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting) For the end of my broken heart
Traducción:
Búscame,
Llámame,
Estaré esperando
Búscame,
Llámame,
Estaré esperando
Esta distancia
Esta disolución
Me mantengo unido a los recuerdos mientras caigo
El dormir trae alivio,
Y la esperanza de un nuevo día
Despertando la miseria de no estar contigo
Ríndete, yo me doy por vencido
Otro momento es otra eternidad
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Me conoces, todos me conocéis muy bien
Mi único deseo, acentuar la división
En mi dolor, no menciono ningún nombre,
Y mi voz refleja, refleja mi tormento
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
(Búscame) Plenitud
(Llámame) Estaré esperando
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Para tu comodidad...
Para tu consuelo...
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Hacedme saber si os hace sentir igual que a mi, a ver si me siento un poquito menos solo x)
Espero que os haya gustado
Su nombre es "The End of the Heartache" (El Final del Dolor de Corazón) del grupo Killswitch Engage.
Supongo que lo suyo sería decir por qué es mi canción favorita... En fin, para alguien que ha sufrido tanto del corazón (sentimentalmente hablando) a lo largo de su vida, resulta un consuelo que otro alguien sepa lo que se siente (en fin, ya sabeis: "mal de muchos...")
La letra de esta canción (que adjunto junto con su traducción) no es especialmente compleja. Realmente, es más cómo la canta (y no por las caras que pone el cantante, que ya veréis...), el sentimiento que le pone, lo bien que se plasma en la canción todos las sensaciones que se sienten en este tipo de situaciones.
en fin, recomiendo a todo aquel que haya sufrido desamor, y sea tan gilipollas como yo de regodearse en su propia miseria, que le preste unos minutos a escuchar la siguiente canción. Espero que os llegue, como me llegó a mi.
The End of the Heartache, Killswitch Engage
Seek me,
Call me,
I'll be waiting
Seek me,
Call me,
I'll be waiting
This distance,
This dissolution
I cling to memories while falling
Sleep brings relief,
And the hope of a new day
Waking the misery of being without you
Surrender, I give in
Another moment is another eternity
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
(Seek me) Completion,
(Call me) I'll be waiting
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
You know me, you know me all too well
My only desire - to bridge our division
In sorrow I speak your name
And my voice mirrors, mirrors my torment
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
(Seek me) Completion,
(Call me) I'll be waiting
(I'll be waiting here) For the end of my broken heart
For comfort...
For solace...
(Seek me) For comfort,
(Call me) For solace
(I'll be waiting) For the end of my broken heart
Traducción:
Búscame,
Llámame,
Estaré esperando
Búscame,
Llámame,
Estaré esperando
Esta distancia
Esta disolución
Me mantengo unido a los recuerdos mientras caigo
El dormir trae alivio,
Y la esperanza de un nuevo día
Despertando la miseria de no estar contigo
Ríndete, yo me doy por vencido
Otro momento es otra eternidad
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Me conoces, todos me conocéis muy bien
Mi único deseo, acentuar la división
En mi dolor, no menciono ningún nombre,
Y mi voz refleja, refleja mi tormento
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
(Búscame) Plenitud
(Llámame) Estaré esperando
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Para tu comodidad...
Para tu consuelo...
(Búscame) Para tu comodidad
(Llámame) Para tu consuelo
(Estaré esperando aquí) Al fín de mi roto corazón
Hacedme saber si os hace sentir igual que a mi, a ver si me siento un poquito menos solo x)
Espero que os haya gustado
lunes, 20 de agosto de 2007
Follow the Leader III (B)
Y con el mismo gesto de mano que Ella usó para crear el puñal, el Chico condenso la aún más lejana para él niebla hasta crear una espada de un blanco intenso. Ante esto, Ella pasó la mano por la hoja de su puñal, que aumentó hasta convertirse en una cimitarra de tamaño similar a la espada de su antagonista. Tras hacerla girar habilidosamente y apuntar con ella al Chico, caminó hacia él.
Entonces no se oyó nada más que el estrepitoso choque de metal contra metal, como los truenos de una tormenta en ciernes. Ninguno de los dos ofrecía cuartel, y definitivamente ninguno de los dos lo pediría. La niebla que les rodeaba de lejos parecía cernirse sobre ellos como se cernió sobre mi, hasta que ellos también se convirtieron en dos siluetas oscuras y difuminadas.
De nuevo caí de rodillas con los ojos fuertemente cerrados y con las manos en la cabeza, creyendo que ésta me iba a estallar. Las colisiones del metal de las espadas cesaron para cuando volvía abrir mis ojos, pero algo había cambiado. Ella, el Chico y yo ya no parecíamos estar en el mismo lugar, aunque la niebla aún persistía.
De nuevo caí de rodillas con los ojos fuertemente cerrados y con las manos en la cabeza, creyendo que ésta me iba a estallar. Las colisiones del metal de las espadas cesaron para cuando volvía abrir mis ojos, pero algo había cambiado. Ella, el Chico y yo ya no parecíamos estar en el mismo lugar, aunque la niebla aún persistía.
Ella y el Chico aún blandían sus armas, pero ambos se habían detenido, ante la visión de un brillante monolito de hielo que había surgido de la nada, y que se hallaba a unos diez metros de nosotros. Como bien pudimos observar, era de ese monolito del cual parecía surgir la bruma, que éste dibujaba en finas espirales trenzantes a su alrededor.
Los dos combatientes se miraron de repente con un gesto de sorpresa y preocupación, y ambos comenzaron a correr desesperadamente hacia aquella extraña estructura. Yo corrí tras ellos para presenciar qué era lo que les inquietaba tanto. Cuando logré alcanzarles ambos parecieron cargar contra el monolito, armas en ristre. Solo un momento antes de que las armas colisionaran contra el pilar de hielo pude ver que había alguien en su interior. Ella cargaba directamente contra él, y parecía que el Chico también. Sin embargo, pude darme cuenta que éste bajó su espada, apuntando al parecer a la base del monolito.
Y por fin las armas entraron en contacto con el pilar.
Y el tiempo se detuvo.
No podía explicar lo sucedido, pero mientras me movía para ver el resultado del ataque, resulta que yo era el único que se movía. Aun desconcertado, decidí acercarme hacia aquella extraña estructura, y hacia el pobre diablo que se hallaba en su interior.
Una vez más, la abrumadora verdad me hizo caer de rodillas, boquiabierto y con los ojos cubiertos de lágrimas.
Yo era quien estaba encerrado en la prisión de hielo.
Miré hacia los que, ahora estaba claro, intentaban atacarme y liberarme respectivamente. Y cuál fue mi sorpresa, cuando vi que ya no eran ni Ella ni el Chico: ambos tenían mi aspecto también.
¿Qué significaba eso? ¿Qué macabro fenómeno era este, que no hacía mas que imbuirme la mas absoluta de las desesperaciones?
Entonces un susurro familiar resonó dentro de mí.
“Ah, los sueños... Si te dejas perder en ellos no harás más que caminar en círculos encerrado en la prisión de tus deseos más profundos.”
Y desperté.
Estaba cubierto de un sudor helado y un desagradable escalofrío recorrió mi espalda. No obstante, desperté con una extraña claridad en mi mente: comprendía lo que había pasado.
Ninguno de los personajes de mi sueño eran reales, o al menos, no más de lo que lo era yo. La multitud que me ignoraba no era más que mi sentimiento de rechazo y soledad, que culminó con la aparición de Ella. La figura de Ella representaba la parte de mí que reconocía todos mis errores y me culpaban por ello, la parte más oscura de mí que sólo quería acabar conmigo. Por el contrario, el Chico, aquella parte de mí empeñada en salvarme y no hacerme caer al abismo de la locura. Aquella parte dispuesta a luchar por mi bien.
Y la niebla... La niebla no era más que mis recuerdos. Que nublaban mis sentidos, y que tanto Ella como el Chico usaron como sus respectivas armas. Ambos carecían de niebla a su alrededor porque ellos procuraban claridad de pensamientos: Ella aportaba la poca claridad que puede suponer el asumir mis errores como la esencia de mí; el Chico, por su parte, la de la esperanza de no temer a mi futuro, la de levantarme una y otra vez con determinación.
En cuanto al pilar de hielo, simplemente, era yo.
Una parte de mí quería acabar conmigo; otra parte quería salvarme.
Y así salí de lo que el Chico hubiera denominado seguro como la oscura “Cueva de los Recuerdos” y proseguí mi camino hacia el cada vez más frío horizonte.
domingo, 19 de agosto de 2007
Follow the Leader III (A)
Aunque terriblemente abatido, proseguí con mi camino.
Jamás me había costado tanto dar cada uno de mis pasos. Pese a todo lo que me dijo el Chico, ahora parecía que aquellas palabras carecían de sentido, y nunca me había sentido tan tentado de dejar de andar, pensando que no llegaría a ninguna parte, anduviera lo que anduviera. Y sin embargo, continué, tal vez, porque eso hubiera sido lo que él hubiera hecho.
Mi pesar no me hizo percatarme de los lugares en los que me encontraba. Estaba tan apesadumbrado, que más de una vez di pasos en falso, tropezándome para caer de bruces y estrepitosamente contra el cada vez más frió y duro suelo. Cada vez que sucedía, me levantaba con gran frustración y maldiciendo mi camino, y el momento en que comencé a andarlo.
A medida que avanzaba, pude notar como la temperatura a mi alrededor descendía paulatinamente, hasta que el frió comenzó a ser muy real. Una vez hube llegado a un oscuro valle, en cuyas montañas pude observar cómo la nieve coronaba sus cumbres, encontré una cueva lo suficientemente grande y profunda, consideré, como para refugiarme del creciente frió.
Era como la boca de un lobo: apenas lograba ver lo que se encontraba a un paso de distancia de mí, y, pese a haber pasado un rato en ella, mis ojos no llegaron a acostumbrarse a semejantes tinieblas mucho más. Finalmente, me aposenté en una zona de la cueva lo suficientemente alejada de la boca de la misma y lo suficientemente poco pedregosa como para poder conciliar el sueño.
Pero no tardé en darme cuenta que “conciliar el sueño” era más complicado de lo que había previsto, a pesar de mi agotamiento: el ulular del viento allá, en la entrada de la cueva, y su eco y murmullo a través de toda la longitud de ésta hicieron que me revolviera en mi improvisado lecho y que me sobresaltara.
Pero finalmente, caí dormido. Y el despertar no fue un alivio en absoluto.
La cueva había desaparecido, y aunque el frío parecía haber amainado, no me sentía nada cómodo. No por la temperatura, sino por algo más. Una sensación de desesperanza que se me antojaba familiar y que sin embargo no hubiera sabido determinar en ese momento.
Decidí mantener la mente fría y analizar meticulosamente mi situación. Efectivamente, mis alrededores habían cambiado por completo y sin ninguna explicación aparente. Me encontraba en un páramo sin vegetación ni vida en general cubierto por una espesa niebla. La densidad de ésta no me dejaba ver senda alguna, emprender el camino parecía un autentico viaje a ciegas. A tientas, di pasos en una dirección aleatoria en busca de algún punto de referencia para situarme, pero no encontré nada. Sin embargo, pasado un tiempo de caminar a ciegas llegué a oír algo. Algo que hacía quizás demasiado tiempo que no oía: el silencioso murmullo de una multitud.
Rápidamente, busque de manera frenética el origen de ese sonido; habia más almas perdidas como yo en aquel lugar. No tardé demasiado en encontrar la sombra, a través de la niebla, de lo que pude distinguir como una muchedumbre. Corrí con ímpetu hacia ellos: tal vez pudieran ayudarme, tal vez... dejaria de estar solo por fin. Llegué a la multitud sin aliento, pero con una sonrisa de esperanza que hacía demasiado tiempo que no sentía. Todas aquellas personas caminaban hacia mí, aunque ninguna, de momento, había reparado en mí, al parecer.
- ¡Eh! ¿Hacia donde os dirigís? – pregunté con la esperanza de que alguien supiera la salida de aquel páramo.
Sin embargo, no obtuve respuesta alguna.
La atmósfera de había tornado de lo más inquietante: la multitud llegó hasta mí, y a pesar de mis constantes toques de atención nadie me miró, siquiera. La avalancha de gente se me tragó y ni siquiera tras las múltiples colisiones que tuve con ellos me prestaron un mínimo de atención. Una vez me hubieron adelantado, me quedé de nuevo solo, observando cómo la masa amorfa que formaban a través de la niebla se fue tornando cada vez más blanquecina hasta fundirse en la bruma completamente.
- ¡Malditos seáis! ¡¿Hacia dónde os dirigís, desgraciados!? ¡¡RESPONDEDME!!
- No lo harán
En un instante, la familiar sensación de desesperanza y desasosiego fue finalmente recordada, cuando, sorprendido por la respuesta, me di la vuelta, para que mis ojos confirmaran mi terrible sospecha: Ella estaba ahí, devolviéndome la mirada.
El familiar sentimiento de fracaso cayó en mi como la noche sobre el día. Las piernas me fallaron y caí de rodillas ante la personificación de toda la soledad, todo el pesar, toda la desesperación que pude haber sentido desde que nos separamos.
- ¿Por qué deberían responder a un estúpido y arrogante fracasado? – sus crueles palabras parecieron devorar por completo mi voz.
No podía hacer más que mirar boquiabierto su pura belleza. Advertí además, para mi asombro, que alrededor suyo, en un radio que me engulló a mí, la niebla había desaparecido, permitiéndome verla con absoluta nitidez.
- El día en que sepas qué es ser alguien a quien merezca la pena seguir, serás escuchado.- siguió hablando, con su dulce voz, convirtiendo sus terribles palabras en gélidas estacas. – O lo serías, si no fuera demasiado tarde para ti.
Las lágrimas no tardaron en aparecer en mi rostro, que seguía sin poder dejar de mirarla. Sin poder dejar de observar cómo, con un movimiento de su mano, pareció condensar parte de la niebla que quedaba fuera del círculo límpido que la rodeaba, hasta que tomó la forma de un pequeño puñal plateado. Sin poder dejar de ver cómo se dirigía con paso firme hacia mí.
Ese iba a ser mi final. Cerré los ojos, con la intención de abrazar la muerte por fin.
Aquella muerte de bellos ojos...
- Oh, vamos, no creo que haga falta ser tan cruel...
Otra voz... la última que esperaba oír, no en aquel lugar, sino la última voz que creería oír jamás.
El Chico se acercó a mí por mis espaldas, blandiendo la típica sonrisa que siempre coronaba su cara, y mirando de manera desafiante a Ella.
Mi absoluto asombro no me permitió percatarme, hasta pasados unos instantes, que el Chico también presentaba un halo alrededor suyo en el cual la niebla se había disipado. Curiosamente, además, éste era de un radio mucho mayor al que emanaba de Ella.
El Chico caminó hacia mí y me ofreció su mano, para ayudarme a levantarme de nuevo. Acerqué mi temblorosa mano a la suya, dudando que fuera real. Pero lo era.
Ella se detuvo en seco cuando el Chico apareció y, por primera vez desde que sé de ella, pude ver en su rostro un atisbo de inquietud. El Chico se interpuso en su camino, entre Ella y yo, y se le quedó mirando, sin inmutarse.
- ¿Así que ésta señorita es la que tanto te turbó? – dijo él sin obtener respuesta de ninguno de los dos – y apuesto, entonces que esa muchedumbre que acaba de pasar - dijo señalando a sus espaldas - son sus... “seguidores”
- Apártate de mi camino – espetó Ella
- ¿Tu camino? – el Chico puso una expresión curiosa - ¿Así que tu camino ha de llevarse por delante a esta “pobre alma”...? – dijo esto último con desdén, como si fuera lo que Ella realmente pensara de mí.
- Y te atravesaré a ti, si es necesario
- Je... – dicho esto, la expresión del chico cambió radicalmente, pasando a ser de un serio sombrío – Inténtalo.
Jamás me había costado tanto dar cada uno de mis pasos. Pese a todo lo que me dijo el Chico, ahora parecía que aquellas palabras carecían de sentido, y nunca me había sentido tan tentado de dejar de andar, pensando que no llegaría a ninguna parte, anduviera lo que anduviera. Y sin embargo, continué, tal vez, porque eso hubiera sido lo que él hubiera hecho.
Mi pesar no me hizo percatarme de los lugares en los que me encontraba. Estaba tan apesadumbrado, que más de una vez di pasos en falso, tropezándome para caer de bruces y estrepitosamente contra el cada vez más frió y duro suelo. Cada vez que sucedía, me levantaba con gran frustración y maldiciendo mi camino, y el momento en que comencé a andarlo.
A medida que avanzaba, pude notar como la temperatura a mi alrededor descendía paulatinamente, hasta que el frió comenzó a ser muy real. Una vez hube llegado a un oscuro valle, en cuyas montañas pude observar cómo la nieve coronaba sus cumbres, encontré una cueva lo suficientemente grande y profunda, consideré, como para refugiarme del creciente frió.
Era como la boca de un lobo: apenas lograba ver lo que se encontraba a un paso de distancia de mí, y, pese a haber pasado un rato en ella, mis ojos no llegaron a acostumbrarse a semejantes tinieblas mucho más. Finalmente, me aposenté en una zona de la cueva lo suficientemente alejada de la boca de la misma y lo suficientemente poco pedregosa como para poder conciliar el sueño.
Pero no tardé en darme cuenta que “conciliar el sueño” era más complicado de lo que había previsto, a pesar de mi agotamiento: el ulular del viento allá, en la entrada de la cueva, y su eco y murmullo a través de toda la longitud de ésta hicieron que me revolviera en mi improvisado lecho y que me sobresaltara.
Pero finalmente, caí dormido. Y el despertar no fue un alivio en absoluto.
La cueva había desaparecido, y aunque el frío parecía haber amainado, no me sentía nada cómodo. No por la temperatura, sino por algo más. Una sensación de desesperanza que se me antojaba familiar y que sin embargo no hubiera sabido determinar en ese momento.
Decidí mantener la mente fría y analizar meticulosamente mi situación. Efectivamente, mis alrededores habían cambiado por completo y sin ninguna explicación aparente. Me encontraba en un páramo sin vegetación ni vida en general cubierto por una espesa niebla. La densidad de ésta no me dejaba ver senda alguna, emprender el camino parecía un autentico viaje a ciegas. A tientas, di pasos en una dirección aleatoria en busca de algún punto de referencia para situarme, pero no encontré nada. Sin embargo, pasado un tiempo de caminar a ciegas llegué a oír algo. Algo que hacía quizás demasiado tiempo que no oía: el silencioso murmullo de una multitud.
Rápidamente, busque de manera frenética el origen de ese sonido; habia más almas perdidas como yo en aquel lugar. No tardé demasiado en encontrar la sombra, a través de la niebla, de lo que pude distinguir como una muchedumbre. Corrí con ímpetu hacia ellos: tal vez pudieran ayudarme, tal vez... dejaria de estar solo por fin. Llegué a la multitud sin aliento, pero con una sonrisa de esperanza que hacía demasiado tiempo que no sentía. Todas aquellas personas caminaban hacia mí, aunque ninguna, de momento, había reparado en mí, al parecer.
- ¡Eh! ¿Hacia donde os dirigís? – pregunté con la esperanza de que alguien supiera la salida de aquel páramo.
Sin embargo, no obtuve respuesta alguna.
La atmósfera de había tornado de lo más inquietante: la multitud llegó hasta mí, y a pesar de mis constantes toques de atención nadie me miró, siquiera. La avalancha de gente se me tragó y ni siquiera tras las múltiples colisiones que tuve con ellos me prestaron un mínimo de atención. Una vez me hubieron adelantado, me quedé de nuevo solo, observando cómo la masa amorfa que formaban a través de la niebla se fue tornando cada vez más blanquecina hasta fundirse en la bruma completamente.
- ¡Malditos seáis! ¡¿Hacia dónde os dirigís, desgraciados!? ¡¡RESPONDEDME!!
- No lo harán
En un instante, la familiar sensación de desesperanza y desasosiego fue finalmente recordada, cuando, sorprendido por la respuesta, me di la vuelta, para que mis ojos confirmaran mi terrible sospecha: Ella estaba ahí, devolviéndome la mirada.
El familiar sentimiento de fracaso cayó en mi como la noche sobre el día. Las piernas me fallaron y caí de rodillas ante la personificación de toda la soledad, todo el pesar, toda la desesperación que pude haber sentido desde que nos separamos.
- ¿Por qué deberían responder a un estúpido y arrogante fracasado? – sus crueles palabras parecieron devorar por completo mi voz.
No podía hacer más que mirar boquiabierto su pura belleza. Advertí además, para mi asombro, que alrededor suyo, en un radio que me engulló a mí, la niebla había desaparecido, permitiéndome verla con absoluta nitidez.
- El día en que sepas qué es ser alguien a quien merezca la pena seguir, serás escuchado.- siguió hablando, con su dulce voz, convirtiendo sus terribles palabras en gélidas estacas. – O lo serías, si no fuera demasiado tarde para ti.
Las lágrimas no tardaron en aparecer en mi rostro, que seguía sin poder dejar de mirarla. Sin poder dejar de observar cómo, con un movimiento de su mano, pareció condensar parte de la niebla que quedaba fuera del círculo límpido que la rodeaba, hasta que tomó la forma de un pequeño puñal plateado. Sin poder dejar de ver cómo se dirigía con paso firme hacia mí.
Ese iba a ser mi final. Cerré los ojos, con la intención de abrazar la muerte por fin.
Aquella muerte de bellos ojos...
- Oh, vamos, no creo que haga falta ser tan cruel...
Otra voz... la última que esperaba oír, no en aquel lugar, sino la última voz que creería oír jamás.
El Chico se acercó a mí por mis espaldas, blandiendo la típica sonrisa que siempre coronaba su cara, y mirando de manera desafiante a Ella.
Mi absoluto asombro no me permitió percatarme, hasta pasados unos instantes, que el Chico también presentaba un halo alrededor suyo en el cual la niebla se había disipado. Curiosamente, además, éste era de un radio mucho mayor al que emanaba de Ella.
El Chico caminó hacia mí y me ofreció su mano, para ayudarme a levantarme de nuevo. Acerqué mi temblorosa mano a la suya, dudando que fuera real. Pero lo era.
Ella se detuvo en seco cuando el Chico apareció y, por primera vez desde que sé de ella, pude ver en su rostro un atisbo de inquietud. El Chico se interpuso en su camino, entre Ella y yo, y se le quedó mirando, sin inmutarse.
- ¿Así que ésta señorita es la que tanto te turbó? – dijo él sin obtener respuesta de ninguno de los dos – y apuesto, entonces que esa muchedumbre que acaba de pasar - dijo señalando a sus espaldas - son sus... “seguidores”
- Apártate de mi camino – espetó Ella
- ¿Tu camino? – el Chico puso una expresión curiosa - ¿Así que tu camino ha de llevarse por delante a esta “pobre alma”...? – dijo esto último con desdén, como si fuera lo que Ella realmente pensara de mí.
- Y te atravesaré a ti, si es necesario
- Je... – dicho esto, la expresión del chico cambió radicalmente, pasando a ser de un serio sombrío – Inténtalo.
Gone
Por ti. Por haberme enseñado lo que es el verdadero amor, para poder sentir su ausencia y el infierno que mi corazon es capaz de crear. Por ser capaz de convertir un beso en un instrumento de tortura, una mirada en el mayor de mis anhelos perdidos, una sonrisa para mí en un sueño ahora inalcanzable.
Por ti. Porque me envenenaste desde el primer momento convirtiéndote en mi unica droga, que acabaria por corromper mi alma hasta tal punto que no puedo ser más que una carcasa que espera que su vida se acabe. Que espera pacientemente, navegando en el mar de lágrimas que creaste para mi.
Por ti. Porque me hiciste capaz de entregarme tanto y de aguantar con tan poco a cambio, que quedé vacío. Vacio por siempre jamás. Lo hiciste bien. Conseguiste hacerme un poco como tú, y ahora rechazo virtualmente todo contacto humano, acercándome cada vez más a la misantropía.
Por ti. Porque conseguiste acabar con meses y meses de admiración en un instante, y lograste permanecer impasible sin inmutarse. Acabaste con el amor de quien, con toda seguridad, más te quiso como quien patea un guijarro dispuesto en su camino. Un guijarro que impide avanzar. Un simple obstáculo.
Por ti. Que conseguiste ser un pilar en mi vida, logrando que tu ausencia la desmoronara y la convirtiera en una masa amorfa de escombros, que no tengo fuerzas de reconstruir, por mucha ayuda que se me ofrezca. Una ayuda que no quiero aceptar. Una ayuda que tu no aceptarías.
Por ti. Cuya mirada veo cada vez que cierro los ojos, llenando así de pesadillas los pocos instantes de sueño. Pesadillas en las que despierto con el rostro cubierto de lágrimas. Pesadillas, porque son instantes contigo: aquella con la que jamás podre volver.
Por ti. Porque has logrado que este pobre insensato fuera capaz de olvidar lo ocurrido si lo pidieras, siendo plenamente consciente de que no lo harás. Asi, has conseguido que me deteste y que reniegue de mis ojos en los espejos, que mi respiración no sea más que el tic-tac de un reloj cuya pila malfunciona, ansiando detenerse.
Por ti, mi amor, a los vientos, y a todo aquel que quiera escucharlo, clamo:
Nunca más...
jueves, 16 de agosto de 2007
Follow the Leader II (B)
Nuestra conversación se detuvo al contemplar donde nos hallábamos: habíamos llegado a la rivera de un imponente y caudaloso río. La poderosa corriente hacía virtualmente imposible el cruzarlo a nado. Miré a ambos lados del mismo y no pude vislumbrar un puente en kilómetros. Contemplé la idea de la inminente desviación de mi camino con decepción. Cuando quise preguntarle al Chico qué opinaba, le vi casi en el agua, haciendo estiramientos.
- No iras a atravesarlo nadando, ¿verdad? – pregunté, casi temeroso de la respuesta.
- ¿Y por qué no? ¡Vamos, nuestro camino está ahí delante!- contestó él, animoso.
- ¡Pero es demasiado peligroso! ¡No lo conseguiremos!
- Dios, qué pesimismo... –dijo, cubriéndose el rostro con las manos. Cuando se descubrió el rostro, pude observar que no había perdido la sonrisa.- Mira, un camino no es solo el camino en sí, ¡sino cómo lo recorres! ¡Vamos, piénsalo! Seguro que has caminado las mismas tierras que yo, ¿a que sí?. Atravesaste las Praderas del Reposo sin que su atractivo te tentara a abandonar tu senda. Recorriste el Bosque de la Duda sin que los árboles, que no te dejaban ver el camino, te detuvieran. Escalaste las Montañas de la Dificultad, sin que las pequeñas heridas de las piedras afiladas ni la magnitud de su altura te impidiera continuar. ¡Y atravesaste el Pantano del Terror sin que el miedo te devorara! ¡Además, ambos cruzamos el Desierto de la Soledad juntos! Fíjate en esa corriente. – lo hice, y su rugido constante no me tranquilizaba, aunque lo que me acababa de decir me hizo reflexionar- ¿Dejarás que te arrastre el Río de la Adversidad después de haber llegado hasta aquí o incluso que te desvíe de donde tanto te ha costado llegar? !Yo no pienso hacerlo!
Y una vez más tuve que callar ante la evidencia de lo que había dicho. Tenia tanta razón... Tanta, que fui el primero en lanzarse al Río, con una desafiante sonrisa.
La corriente era terrible. La poderosa fuerza de su empuje hacían de cada brazada un esfuerzo titánico. En aquella situación, los segundos se me antojaron eternos, y fueron varias las eternidades que tuve que soportar para alcanzar la otra parte del Río, completamente exhausto.
En el camino escuche el sonido del Chico el zambullirse pocos segundos tras de mí, así que cuando llegue a la otra orilla del Río, me di la vuelta para ver cómo le iba.
La visión hizo que se me detuviera el corazón.
El Chico estaba nadando completamente contra la dirección del Río, no hacia el otro lado del mismo. La corriente le había desviado hasta tal punto que éste tan solo nadaba para que no le llevara. Su rostro, en el que pese a conocerle de poco tiempo siempre había brillado una sonrisa, estaba contorsionado por el dolor y el esfuerzo. Pero yo sabía que si seguía así tan solo conseguiría agotar las fuerzas que tanto necesitaba.
No lo dudé ni un instante. Agotado como estaba, me lancé de nuevo a las terribles aguas ante las que me hallaba y nadé hacia el Chico. Pero llegué tarde. El Río era demasiado ancho y para cuando quise llegar hacia donde él estaba, pude ver cómo sus ojos se cerraban, desmayándose de cansancio, y la corriente ya le había reclamado... para siempre jamás.
Sin asumir lo que acababa de ocurrir, y a sabiendas de que mi prioridad en ese momento era no dejarme llevar por la corriente, nadé hacia la orilla que me quedaba mas cerca en ese instante, que no era otra más que en la que estábamos al principio.
Sin aliento, la alcancé y entonces el peso de lo que había sucedido cayó sobre mí como una tromba de agua. No pude reprimir el más doloroso de los llantos ni las innumerables lágrimas que le siguieron. Rabioso, golpeé el suelo con mi puño hasta que el dolor fue insoportable, con la esperanza de que el dolor físico sustituyera al interior. Pero no fue así. Ni por un instante.
Aun agotado, me levanté y contemplé el Río de la Adversidad, que avanzaba impasible y apático. Mi primer pensamiento fue seguir su curso desde la orilla, para así no ser arrastrado también. Comencé a caminar pues siguiendo a la rugiente corriente del asesino de la única persona, aparte de Ella, con la que hubiera compartido mi camino.
Aun agotado, me levanté y contemplé el Río de la Adversidad, que avanzaba impasible y apático. Mi primer pensamiento fue seguir su curso desde la orilla, para así no ser arrastrado también. Comencé a caminar pues siguiendo a la rugiente corriente del asesino de la única persona, aparte de Ella, con la que hubiera compartido mi camino.
No...
El Río no me iba a vencer a mí.
Sin haber descansado y con un grito desgarrador, me lance al Río y por tercera vez sentí su furia en mi cuerpo. El esfuerzo de nuevo fue enorme con cada golpe, muy superior incluso a los dos intentos anteriores. Pero era lo que el Chico decía, no me iba a dejar arrastrar por la Adversidad.
“Tal vez algún día caeré” pensé, “¡PERO NO SERÁ HOY!”
Al borde del desmayo logré alcanzar la orilla y gatear fuera de la influencia de la corriente.
Cuando volví a abrir los ojos estaba completamente seco. Cuánto tiempo permanecí inconsciente es algo que nunca sabré. Me incorporé, me puse en pie y, por última vez, observé el Río.
Sin dejar de sentir un profundo pesar en lo más hondo de mi corazón, comprendí el legado que el Chico había dejado en mí:
Cuando volví a abrir los ojos estaba completamente seco. Cuánto tiempo permanecí inconsciente es algo que nunca sabré. Me incorporé, me puse en pie y, por última vez, observé el Río.
Sin dejar de sentir un profundo pesar en lo más hondo de mi corazón, comprendí el legado que el Chico había dejado en mí:
Jamás volvería a temer mi camino.
domingo, 12 de agosto de 2007
Follow the Leader II (A)
A pesar del desasosiego, seguí caminando.
El puente Blanco quedó ya atrás, así como mi esperanza. Pero un hombre no puede vivir de la esperanza así que, aunque vacío y sin rumbo, había un camino frente a mí. Realmente, el que estuviera solo facilitaba la elección de mi senda a seguir puesto que, esta vez, no había alma que dependiera de mis elecciones, y yo era lo suficientemente maduro para asumir las consecuencias de mis actos.
Caminé por paisajes cambiantes: vastas praderas acolchadas por infinitas briznas de verde hierba, frondosos bosques cuyos imponentes árboles borraban tanto el cielo como el horizonte, escarpadas montañas de afiladas rocas y alturas vertiginosas, lúgubres pantanos cuyos suelos enfangados amenazaban con devorarte a cada paso...
Y no podía dejar de pensar en lo que ocurrió... Su mirada quedó grabada a fuego en mi cabeza, así como la certeza de que nuestros caminos jamás de cruzarían de nuevo. Ello me llevaba a pensar que cada paso que daba carecía de sentido, que no importaba por donde caminara, si la senda que elegí me hacía tan miserable.
Pero, sin embargo, un día, me lleve una sorpresa.
En un árido desierto, bajo un Sol de justicia, divisé a lo lejos lo que en un principio pensé que era un objeto inerte, pero que una vez me hube acercado lo suficiente descubrí, para mi sorpresa, que era alguien caminando. No supe cómo reaccionar. Los demás decidieron ya acertadamente que no debían seguirme. Sin embargo, por curiosidad, aceleré el paso y me puse a su altura.
Era un chico, mas joven que yo, un poco mas bajo de mirada inquieta y que lucía una contagiosa sonrisa en su apuesto rostro. Cuando me vio, su sonrisa se expandió por la agradable sorpresa y no tardó ni un segundo en entablar una conversación conmigo.
-¡Vaya, ya no esperaba ver a nadie por aquí! ¿Qué, cómo va tu paseo?- dijo en un tono alegre y sin dejar de sonreír
-Yo... ehm... - Admito que en un principio desconfié del desconocido
-Oh, bueno – se rascó la cabeza – supongo que no eres de los que hablan mucho. A mí también me gusta escuchar de vez en cuando.
-Discúlpame, soy muy descortés... Supongo que... no esperaba encontrar a nadie a estas alturas
-Déjame adivinar – el chico se llevó una mano al mentón y me escrutó con su mirada – sigues tu camino sólo... y eso no te acaba de hacer feliz, ¿verdad?
Debió advertir en mi expresión que había acertado
-¡Je! ¡Igual que yo! ¡Pero mírame! – ciertamente no aparentaba infelicidad alguna- Vamos, ¿qué fue lo que ocurrió?
Mirándole no pude evitar sonreír, así que proseguimos el camino juntos mientras le conté cómo mis compañeros eligieron el camino que Ella decidió correcto y yo partí por otro distinto, cómo el Abismo de la Incertidumbre nos interrumpió el paso. Le hablé del Puente Blanco y de cómo creí ser capaz de andar sobre el Abismo.
-Ah, los sueños... Si te dejas perder en ellos no harás más que caminar en círculos encerrado en la prisión de tus deseos más profundos. – Su extraño consejo me divirtió. Parecía, por otra parte, saber de lo que estaba hablando. – Yo tenía una compañera junto a la cual llevaba caminando desde que tengo uso de razón. Nuestros caminos también se separaron, pero ambos estábamos felices de que el otro hubiera sido capaz de tomar una decisión tan importante. Así que nos deseamos suerte y partimos. Y, bueno, ¡aquí me tienes!
-Un momento – repuse yo - ¿Tan sólo caminabas con ella y os separasteis?
-Sip. Uno camina con quien decide hacerlo. No solo escoges tu senda a lo largo de tu vida, sino también quién decides que camine contigo. ¡Mírate! Tomaste la elección de caminar solo, a pesar de todo lo que perdiste, y, sin embargo, estás aquí, conmigo, escuchando lo poco que tengo que decir.
No pude responder. Era cierto.
-Mira - comenzó de nuevo – Los que decidimos caminar solos quizás seamos los más valientes, aunque también se nos considere los más insensatos. Hemos tomado la decisión más difícil de todas aún con lo que ello conlleva. ¡Por eso estoy contento!
De nuevo no tuve más remedio que guardar silencio, lo que acababa de decirme me había calado más hondo de lo que ninguno de los dos hubiera esperado.
-Entonces, ¿por qué este desasosiego? – dije yo, ávido de respuestas- ¿Qué nos diferencia a ti y a mí?
-¿Hm? ¿Y tú por qué te empeñas en buscar diferencias?
El puente Blanco quedó ya atrás, así como mi esperanza. Pero un hombre no puede vivir de la esperanza así que, aunque vacío y sin rumbo, había un camino frente a mí. Realmente, el que estuviera solo facilitaba la elección de mi senda a seguir puesto que, esta vez, no había alma que dependiera de mis elecciones, y yo era lo suficientemente maduro para asumir las consecuencias de mis actos.
Caminé por paisajes cambiantes: vastas praderas acolchadas por infinitas briznas de verde hierba, frondosos bosques cuyos imponentes árboles borraban tanto el cielo como el horizonte, escarpadas montañas de afiladas rocas y alturas vertiginosas, lúgubres pantanos cuyos suelos enfangados amenazaban con devorarte a cada paso...
Y no podía dejar de pensar en lo que ocurrió... Su mirada quedó grabada a fuego en mi cabeza, así como la certeza de que nuestros caminos jamás de cruzarían de nuevo. Ello me llevaba a pensar que cada paso que daba carecía de sentido, que no importaba por donde caminara, si la senda que elegí me hacía tan miserable.
Pero, sin embargo, un día, me lleve una sorpresa.
En un árido desierto, bajo un Sol de justicia, divisé a lo lejos lo que en un principio pensé que era un objeto inerte, pero que una vez me hube acercado lo suficiente descubrí, para mi sorpresa, que era alguien caminando. No supe cómo reaccionar. Los demás decidieron ya acertadamente que no debían seguirme. Sin embargo, por curiosidad, aceleré el paso y me puse a su altura.
Era un chico, mas joven que yo, un poco mas bajo de mirada inquieta y que lucía una contagiosa sonrisa en su apuesto rostro. Cuando me vio, su sonrisa se expandió por la agradable sorpresa y no tardó ni un segundo en entablar una conversación conmigo.
-¡Vaya, ya no esperaba ver a nadie por aquí! ¿Qué, cómo va tu paseo?- dijo en un tono alegre y sin dejar de sonreír
-Yo... ehm... - Admito que en un principio desconfié del desconocido
-Oh, bueno – se rascó la cabeza – supongo que no eres de los que hablan mucho. A mí también me gusta escuchar de vez en cuando.
-Discúlpame, soy muy descortés... Supongo que... no esperaba encontrar a nadie a estas alturas
-Déjame adivinar – el chico se llevó una mano al mentón y me escrutó con su mirada – sigues tu camino sólo... y eso no te acaba de hacer feliz, ¿verdad?
Debió advertir en mi expresión que había acertado
-¡Je! ¡Igual que yo! ¡Pero mírame! – ciertamente no aparentaba infelicidad alguna- Vamos, ¿qué fue lo que ocurrió?
Mirándole no pude evitar sonreír, así que proseguimos el camino juntos mientras le conté cómo mis compañeros eligieron el camino que Ella decidió correcto y yo partí por otro distinto, cómo el Abismo de la Incertidumbre nos interrumpió el paso. Le hablé del Puente Blanco y de cómo creí ser capaz de andar sobre el Abismo.
-Ah, los sueños... Si te dejas perder en ellos no harás más que caminar en círculos encerrado en la prisión de tus deseos más profundos. – Su extraño consejo me divirtió. Parecía, por otra parte, saber de lo que estaba hablando. – Yo tenía una compañera junto a la cual llevaba caminando desde que tengo uso de razón. Nuestros caminos también se separaron, pero ambos estábamos felices de que el otro hubiera sido capaz de tomar una decisión tan importante. Así que nos deseamos suerte y partimos. Y, bueno, ¡aquí me tienes!
-Un momento – repuse yo - ¿Tan sólo caminabas con ella y os separasteis?
-Sip. Uno camina con quien decide hacerlo. No solo escoges tu senda a lo largo de tu vida, sino también quién decides que camine contigo. ¡Mírate! Tomaste la elección de caminar solo, a pesar de todo lo que perdiste, y, sin embargo, estás aquí, conmigo, escuchando lo poco que tengo que decir.
No pude responder. Era cierto.
-Mira - comenzó de nuevo – Los que decidimos caminar solos quizás seamos los más valientes, aunque también se nos considere los más insensatos. Hemos tomado la decisión más difícil de todas aún con lo que ello conlleva. ¡Por eso estoy contento!
De nuevo no tuve más remedio que guardar silencio, lo que acababa de decirme me había calado más hondo de lo que ninguno de los dos hubiera esperado.
-Entonces, ¿por qué este desasosiego? – dije yo, ávido de respuestas- ¿Qué nos diferencia a ti y a mí?
-¿Hm? ¿Y tú por qué te empeñas en buscar diferencias?
lunes, 6 de agosto de 2007
Gone restin' (not really, no...)
Ninios y ninias:
habreis notado (mas bien he notado yo treintaynosecuantos comentarios en mi post más chorra y menos currado... lo cual resulta terriblemente frustrante pero nos desvía del tema) que últimamente mas bien entro tirando a poco en el blog, y mucho menos posteo...
Como respuesta afirmaré que es un hecho que más de uno y más de dos sabeis que..............
SEPTIEMBRE SE ACERCA!!!
Perdón chicos, no era mi intención asustaros, pero teneis que empezar a asumirlo!!
En fin, eso, que un servidor esta apencando como un puerco (u oinks-oinks, como ellos prefieren ser conocidos) para intentar aligerar el carro de calabazas que llevo a cuestas. Para más inri (que dijo J.C.) estoy en Guardamar "veraneando" y por lo tanto ando lejos de una conexión a intesné. Sé que soy imprescindible para vosotros y que mi ingenio es el pan vuestro de cada dia, sin el cual vuestra vida pasa como si fuera el simple tick tack de un reloj (para lo bien que me ha quedado, es bien mentira, a quien pretendo engañar...) pero bueno... De todas maneras, todos los comentarios poniendome a parir (es decir, la jorrible mayoria) serán leidos y llorados sin falta.
Así pues, me despido, no sin antes obsequiaros con la úlitma foto que se me hizo (es un robado, pero permito su publicación):
(He de admitir que soy terriblemente fotogénico)
Ala, ninios y ninias, cuidenseme y no estudien en exceso que eso no puede ser bueno a largo plazo..
Byes!
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