No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

lunes, 25 de febrero de 2008

May the Force



- Actores:

*Jedi: Pote

*Sith: Un servidor :3 (poner un enlace a mi propio blog sería jodidamente arrogante..., así que aquí está xD)

- Cámara: Fluffy

- Edición: Manol0 (mil gracias!)

Lado de la Luz o Lado Oscuro...

Ninguno garantiza la victoria.

jueves, 21 de febrero de 2008

The Nether, Chapter IX: Chains of Life (II)

El eco del repiqueteo de las cadenas de Yorüen recorrió el pasillo.

Muchos de los cuerpos que colgaban de las paredes de agitaran atemorizados mientras aquel hombre se incorporaba. Irguió su espalda provocando que esta crujiese a lo largo de toda su columna vertebral. Estiró también sus hombros, los cuales crujieron de la misma forma junto con el tintineo que producía el movimiento de sus brazos. Al alzar del todo la cabeza sus cabellos carmesí se deslizaron descubriendo del todo su rostro, que ahora observaba la Luna a través de la claraboya del techo. Una vez más, sonrió de manera turbadora.

Su cuerpo se hallaba ahora ligeramente encorvado hacia atrás. Y así, en esa misma postura, dirigió su mirada hacia Nahara, ladeando la cabeza.

- ¿No deberías apartarte de él? – susurró Yorüen tranquilo.

Nahara se había olvidado por completo del reo que habían traído ella y Nevan. Se movía quejumbroso aun en el suelo, entre ella y Yorüen. Entonces abrió repentinamente los ojos y levantó la cabeza. Primero miró a Nahara, llevándose una mano al lugar donde ella le había golpeado. Su expresión era de ira ciega mientras se levantaba. Pero entonces miró los cuerpos que colgaban del pasillo y su expresión viró al pánico.

Entonces un escalofrío recorrió la espalda del reo, mientras su cuerpo se enderezó inmóvil repentinamente, clavando los ojos en el vacío. El detonante de aquella sensación paralizadora de puro miedo fue un sonido tras él. El sonido del rechinar de multitud de cadenas que se deslizaban, rozándose entre sí, para caer al suelo finalmente.

Y entonces, el silencio.

El reo miró a Nahara, con las piernas tambaleantes y un repentino temblor en el labio. No necesitaba voltearse para comprender lo que había sucedido en la boquiabierta expresión de la Bianco. Y sin embargo, lentamente, lo hizo.

Yorüen le observaba fijamente, frotándose las muñecas, crujiéndose el cuello, completamente libre.

A Nahara apenas le dio tiempo a dar un paso hacia atrás. Al reo apenas le dio tiempo para volver a darse la vuelta, dispuesto a huir. Una zancada. Yorüen no necesitó más para llegar hasta él y asirle del cuello. Con un brusco movimiento, le llevó hasta la fría pared de piedra, entre dos de lo cuerpos que colgaban de la pared (uno de ellos solo se componía de un torso, colgado por las argollas que salían de sus muñones, mientras que el otro colgaba ahorcado). Yorüen levantó al reo en peso, observando con deleite cómo éste se llevaba las manos inútilmente al cuello, intentando apartar las de su atacante. Éste hizo un lado las piernas del prisionero para evitar que sus pataleos le golpearan. Los segundos transcurrían lentamente, mientras Nahara observaba con horror aquel dantesco espectáculo. Yorüen no dejaba de observar a su presa, con un esbozo de sonrisa y el brazo en alto, sosteniendo el cada vez menos combatiente cuerpo del reo.

- La asfixia – comenzó a decir, con voz pausada y tranquila – Quizás la muerte más temida por el ser humano – el rostro del prisionero se estaba azulando; Yorüen miró a Nahara – Mírale… - entonces volvió a mirar a su presa – Al pobre desgraciado le arden los pulmones, pero la sangre apenas le llega al cerebro. – el reo empezó a perder el conocimiento, al tiempo que Yorüen palpó su vientre con la punta de los dedos de su otra mano – Cree que morirá desmayándose… Cree que no sentirá el momento en que su corazón deje de latir… Ansía perder el conocimiento… Y sin embargo…

Y con un movimiento fugaz, Yorüen atravesó el vientre del reo con su mano desnuda. El cuerpo de éste se torció al tiempo que su rostro se deformaba en una mueca de agonía, incapaz de gritar.

- …su cerebro aun puede sentir el dolor. – Sonrió

Yorúen dejó caer bruscamente el cuerpo del reo, que en contacto con el suelo se disolvió en la misma niebla blanquecina de siempre, la cual regresó por el pasillo hasta la cámara central. Aquel siniestro hombre miró unos instantes el lugar donde el prisionero murió, y luego miró, aun sonriendo, a Nahara. Como habiendo recibido una descarga eléctrica, ella retrocedió un paso y alzó su guadaña contra él.

- ¡No… no te atrevas a dar ni un paso! - balbuceó

Yorüen rió con sorna mientras retrocedía despacio hacia donde yacían las cadenas que le mantuvieron prisionero. Su ambarina mirada se clavó en los ojos de Nahara.

- Podría haberte matado en ese instante de duda.

La Bianco retrocedió otro paso a pesar de que aquel hombre se alejaba de ella hasta situarse donde aquellos gruesos eslabones de metal le mantenían cautivo. Yorüen extendió sus brazos, paralelos al suelo. Volvió a mirarla y sonrió.

- Pero no me gusta abusar

Y como si las cadenas cobrasen vida, como si fueran serpientes mecidas por una melodía sorda, los extremos de éstas se alzaron. Reptaron hasta los brazos de aquel hombre enrollándose, abrazándole, recorriendo su cuerpo hasta aprisionarlo entre sus eslabones de la misma manera en que estaban antes de que se ejecutara al reo. Nahara observaba, muy desconcertada y desde una prudente distancia, lo que estaba sucediendo.

- ¿Quién demonios eres tú...? – Preguntó la Bianco con un hilo de voz

Yorüen apoyó su peso unos instantes en la sujeción de las cadenas para estirar los brazos; sus codos crujieron. Cerró los ojos suspirando.

- Ya te lo he dicho.

- Sólo me has dicho tu nombre – Nahara se acercó a él, despacio, sin dejar de blandir su guadaña

El hombre se irguió de nuevo, mirando la Luna, tranquilo, a través de la claraboya. Tras unos instantes absorto, le sonrió a la luz de la noche y bajó la mirada. Una vez más, sus ojos color miel la atravesaron. Nahara se estremeció.

- ¿Qué es para ti la verdad? – dijo por fin

La Bianco arqueó una ceja. Por un instante la sensación de temor fue sustituida por el más brutal desconcierto.

- Co... ¿Cómo dices...? – balbuceó Nahara

- Te diré cuál es la única verdad.

>> El ser humano tiene una predisposición demasiado temprana para la mentira. Apenas un puñado de palabras pueden tergiversar toda una realidad. Uno no necesita una vida para percatarse de ello. – Yorüen hablaba con un deje de indignación; su sutil sonrisa se había disuelto en su rostro – Por eso decidí estudiar filosofía. Tenía la banal esperanza de que leer sobre los antiguos me aportaría aunque fuera el más mínimo atisbo de verdad absoluta. – las cadenas de sus brazos parecieron tensarse – Pero aquellos viejos ignorantes sólo hablaban de allí donde la verdad no se encontraba. Perturbado, recurrí a mi maestro, si bien no se trataba de un filósofo sino de un simple profesor, en busca de una pista. – Yorüen bajó la cabeza. De nuevo, sus rojos cabellos cubrieron su rostro – Irónicamente, fue el único que logró encaminarme. Recuerdo la tristeza de su sonrisa. Recuerdo el tono de su voz, temblorosa por la edad. Pero lo que más recuerdo fueron sus palabras: – miró a Nahara con una expresión de rotundidad – “Hijo mío, me temo que la única verdad tangible es la muerte”

Nahara le observaba y escuchaba incluso con un embelesamiento aun más macabro que el que había sentido cuando conoció a Higfried.

- ¿Unas simples palabras te convirtieron en un asesino...? – masculló la Bianco

- ¡NO ES TAN SENCILLO! – gritó Yorüen, taladrándola con la mirada. La violencia de su voz asustó a Nahara, que retrocedió conmocionada - ¡TENÍA QUE COMPROBARLO! – apartó la mirada, cerrando los ojos; parecía turbado – Me hice pasar por un estudiante de medicina para poder estar junto a enfermos terminales. Vi morir a decenas de ellos, pero... no sabría explicarlo. Simplemente no era suficiente. Era como... ver la verdad a través de un cristal. – su voz se tornó ansiosa – Pero yo quería más. Lo que yo quería iba más allá: palpar la verdad con mis propias manos. Esperé en una de las habitaciones del mismo hospital. Fue fácil. – a Nahara le dio un escalofrío al ver la facilidad con a que Yorüen hablaba de sus actos – Me limité a esperar junto a uno de los fallecidos hasta que una enfermera llegó a certificarlo. Esperé tras la puerta de la habitación con un bisturí. La abordé por la espalda y lo cerní sobre su cuello. Su sobresalto... – rió con sorna agachando la cabeza – no duró demasiado. Pronto sentí su sangre... – la frialdad de sus palabras recorrió la espalda de Nahara – La calidez de su sangre en mis manos, el menguante ritmo de los latidos de su corazón...

Al pronunciar aquella palabra, alzó de nuevo la cabeza. El reflejo de las antorchas en sus ojos aumentó su delirio.

>> Sí... Puse una mano en su pecho mientras sostenía su cuerpo. El momento exacto en el que éste se detuvo, pude sentirlo. Delante de mis ojos, aunque invisible. Asido por mis manos, aunque intangible. Perfectamente definido, aun siendo de una magnitud infinita.

>> Muchos filósofos atañen a la idea de Dios la verdad absoluta. Y Dios es vida. ¿Me sigues, niña...? – Nahara le observaba guardando silencio. La ausencia de una respuesta por su parte no significaba que no le estuviera prestando atención. Yorüen sonrió – La muerte, niña, supera a la vida. La muerte nos pone a la altura de Dios. Mi maestro tenía razón. – la expresión de satisfacción de aquel hombre hizo estremecer a Nahara una vez más – La muerte encierra la verdad única y definitiva.

La voz de Yorüen reverberaba en las paredes de aquel corredor. Tras aquellas palabras se hizo un silencio inquietante, roto tan solo por la profunda respiración de Yorüen. Nahara fue la que se encargó de romperlo por fin.

- ¿Y quién te detuvo?

El prisionero miró a la Bianco como sólo sus ojos podían.

- El único que podía.

>> Necesitaba más. Aquella sensación fue terriblemente adictiva. Sin embargo, las muertes aleatorias no me satisfarían. Empecé a moverme por los círculos del hampa hasta que conseguí hacer de ello mi vida. – rió – Me pagaban increíbles cantidades de dinero por algo con lo que disfrutaba terriblemente y encima podía experimentar. Me divertían los ritmos de los corazones de aquellos que pasaban por mis manos. La aceleración de la sorpresa. La saturación de su dolor. Y luego... el silencio. Y nadie, nunca, jamás – alzó el rostro mirando de nuevo a la Luna, con ciertos aires de grandeza – me descubrió.

>> Pero una vez más – su expresión se turbó – pasado un tiempo, me comencé a sentir vacío de nuevo. Aquel cristal que me impedía sentir la plenitud de mi obra. Y sin embargo, la respuesta seguía estando en las palabras de mi maestro. Sentir el corazón en el momento de su parada había dejado de ser suficiente. Había llegado el momento de sentirlo todo.

Nahara entrecerró los ojos.

- ¿Tú te...?

- ¿He respondido a tu pregunta?

miércoles, 13 de febrero de 2008

Fear

Un hombre se halla de pie en un páramo oscuro. Está aterrorizado y escruta la oscuridad que le rodea en busca de una salida.



Delante de él, de repente, se materializa a partir de bruma negra una figura humana. Se trata de otro hombre con una gabardina larga, que se fundía con la noche, sobre su torso desnudo. La luz de la Luna se reflejaba en su pálida y mortecina piel, y su larga melena morena cubría parcialmente sus ojos de ónice. Llevaba pantalones holgados también negros que ocultaban grandes botas. Sonríe de manera enfermiza y se dirige al primer hombre.

- Yo soy tu miedo

Se vuelve a disolver en la noche y aparece tras el primer hombre.

- Soy la oscuridad que te rodea. Soy la macabra forma que proyecta la luz de la Luna. Soy el ulular del viento en los árboles y el graznido de los cuervos. Yo soy el brutal alarido del engendro y el suave tacto de la muerte inminente. El estruendo de la tormenta. El atavío de lo nocturno.

Una vez más, desaparece para materializarse a la derecha del primer hombre, junto a su oído


- Yo soy... el susurro de lo desconocido. Soy los veloces latidos de tu corazón. Soy el sudor que perla tu frente y ese escalofrío que recorre tu espalda. Soy el acoso de tus pesadillas y el agobio del desvelo. La mirada de tu paranoia. La sombra de tu duda.

Vuelve a fundirse en la oscuridad y aparece flotando sobre la cabeza del primer hombre, que permanece inmóvil salvo por sus temblores. Extiende los brazos mientras habla.

- Soy el atrayente sabor de la amargura que buscas tan encarecidamente. Soy la razón por la que tiemblas y por la que estás aquí. Soy el terror que siempre acecha en tu camino y que nunca lo abandonará. Búscame. Ódiame. Ámame. No me incumbe.

De nuevo se transporta frente al primer hombre.

- Enfréntate a mí y te haré caer

Se materializa tras su espalda. Extiende un brazo y aparece en su mano una pequeña daga de plata. Con un rápido movimiento le apuñala en la espalda mientras le sujeta el cuello con el brazo. Le susurra en el oído.

- Dame la espalda... y acabaré contigo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

¡Requeteñá!

Bueno, bueno, a determinada persona le di una determinada idea para decir una determinada cosa. Puesto que un servidor también está... digamos "implicado" en la noticia en cuestión, usaré el mismo método (que, insisto, DISEÑÉ YO(tm)!). Éste, por si no os habíais percatado, goza de una terrible, mordaz, e incluso maquiavélica sutilidad...
















...















¡¡¡QUE LEVANTE LA MANO QUIEN TENGA NOVIA!!!





En fin, espero que lo hayais pillado...

Esas cosas que hace uno cuando está perdidito por alguien x3

domingo, 3 de febrero de 2008

The Nether, Chapter IX: Chains of Life (II) [PREVIEW, a petición popular xD]

El eco del repiqueteo de las cadenas de Yorüen recorrió el pasillo.

Muchos de los cuerpos que colgaban de las paredes de agitaran atemorizados mientras aquel hombre se incorporaba. Irguió su espalda provocando que esta crujiese a lo largo de toda su columna vertebral. Estiró también sus hombros, los cuales crujieron de la misma forma junto con el tintineo que producía el movimiento de sus brazos. Al alzar del todo la cabeza sus cabellos carmesí se deslizaron descubriendo del todo su rostro, que ahora observaba la Luna a través de la claraboya del techo. Una vez más, sonrió de manera turbadora.

Su cuerpo se hallaba ahora ligeramente encorvado hacia atrás. Y así, en esa misma postura, dirigió su mirada hacia Nahara, ladeando la cabeza.

- ¿No deberías apartarte de él? – susurró Yorüen tranquilo.

Nahara se había olvidado por completo del reo que habían traído ella y Nevan. Se movía quejumbroso aun en el suelo, entre ella y Yorüen. Entonces abrió repentinamente los ojos y levantó la cabeza. Primero miró a Nahara, llevándose una mano al lugar donde ella le había golpeado. Su expresión era de ira ciega mientras se levantaba. Pero entonces miró los cuerpos que colgaban del pasillo y su expresión viró al pánico.

Entonces un escalofrío recorrió la espalda del reo, mientras su cuerpo se enderezó inmóvil repentinamente, clavando los ojos en el vacío. El detonante de aquella sensación paralizadora de puro miedo fue un sonido tras él. El sonido del rechinar de multitud de cadenas que se deslizaban, rozándose entre sí, para caer al suelo finalmente.

Y entonces, el silencio.

El reo miró a Nahara, con las piernas tambaleantes y un repentino temblor en el labio. No necesitaba voltearse para comprender lo que había sucedido en la boquiabierta expresión de la Bianco. Y sin embargo, lentamente, lo hizo.

Yorüen le observaba fijamente, frotándose las muñecas, crujiéndose el cuello, completamente libre.