No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

viernes, 19 de marzo de 2010

And the winner is...

Damas y Caballeros, lectores todos de este humilde blog.

He de anunciar que servidor de ustedes...

¡¡HA GANADO SU PRIMER CONCURSO DE TIRAS!!

Os pongo en contexto: tanto mi churri como yo estamos bastante viciados últimamente a un juego on-line (MMORPG) llamado Dofus. Es un RPG en 2D de tipo táctico con unos diseños geniales, una música guay y, en general, bastante entretenido (tanto es así que, a pesar de tener su parte gratuita, estamos abonados porque además es muy barato). El caso es que en el foro del juego dedicado a los hispano parlantes (tanto de España como de Latinoamérica) convocaron un concurso de tiras cortas que explicara alguna anécdota sobre el juego relacionada con un gremio (un grupo de jugadores asociados, vaya) ya fuera real o ficticia. Decidí probar suerte, aunque no creí que fuera a ser de los ganadores porque, la verdad, el nivel en algunos casos era altísimo.

¿Que qué he ganado, os preguntáis?

Para responder diré que...

LOS ORGANIZADORES SON UNOS JETAS xDDD

Veréis, el juego es de origen francés, aunque se ha extendido por el resto de Europa (y del mundo, si no me equivoco). El premio consistía en una entrada a una convención del juego que tiene lugar en la ciudad del amor, París.

...

LA ENTRADA, que no el viaje...

Pero bueno, en la convención me hubieran dado una bolsa con regalos y se supone que esa bolsa, si no me puedo costear el viaje (que creedme, va a ser que no)me será enviada sin costes ninguno... x___D

En fin, aunque no me enviaran la bolsa, me hubiera bastado con saber que he ganado, me ha hecho una ilusión terrible... x___)

Anticipandome a vuestra pregunta, no, Deed, no ha participado.

...

Por eso he ganado yo.

Sin más ni más, os dejo con la tira. Os explico las referencias del juego que puede que no entendáis: un Cháfer es un tipo de esqueleto, un Jalató es una ovejita la mar de mona que se puede invocar y que da jostias como panes, y un Sacrógrito es una clase de combate cuerpo a cuerpo. ¡Yastá!

¡Espero que os guste! (perdón si los textos se ven algo pequeños, la presenté en un tamaño mayor pero la he tenido que reducir para ponerla aquí).



Aquí os dejo el enlace de facebook con el resto de ganadores (aunque puede que si no habéis jugado al juego se os escapen cosas... u.u). Evidentemente, si no tenéis facebook no creo que podáis verlas xP

¡Victoria! :___P

P.D. Ya solo me queda ganar algún concurso de relatos para que mi vida sea plena...

P.P.D. Sí, Deed, asúmelo. Mi vida no es plena...

P.P.P.D. Deed, mi cabeza tampoco será plena si sigues pegándome con esa silla...

lunes, 15 de marzo de 2010

Mischief



Eh, yo no estoy insultando a Pic... Solo era joven e ingenua...

jueves, 11 de marzo de 2010

Beyond Z Survival (3/3)

“¡Seré gilipollas!”, pensé. No había vuelto a cerrar la puerta de mi casa cuando acabé con el muerto antes de cenar.

Me quedé quieto para escuchar atentamente, tan tenso que ni siquiera pensé en quitar la música para oír mejor. Lo que pude identificar fue un golpe en la pared del pasillo. Entonces escuché lo que sólo podían ser un par de pies arrastrándose lentamente.

Otro Allanamiento. Tres en un día. Perra suerte…

Intentando hacer el menor ruido cogí el hacha. La casa fuera de mi cuarto estaba totalmente a oscuras, así que no quise arriesgarme a salir. No había oído ningún ruido de forcejeo por lo que lo que quiera que fuese que estaba en el pasillo no se había encontrado con mi madre, cuya habitación estaba más cerca de la entrada que la mía.

Un paso más.

Los pasos seguían acercándose con una parsimonia que me estaba desquiciando. Me alejé un par de pasos de la puerta entornada de mi habitación y esperé, con el hacha alzada, a que se acercara. Los segundos se me hicieron eternos. La idea de abrir la puerta y encontrarme con un zombie rodeado de oscuridad me helaba la espalda de sudor frío.

Otro paso más.

La atmósfera de mi habitación me estaba asfixiando, como si una mano invisible me atenazara la garganta. Golpeé con el mango del hacha en la pared para hacer ruido y atraer a la criatura hacia mí. Las piernas me temblaban.

El último paso.

Como si el mundo se ralentizara, tuve una consciencia casi sobrenatural de lo que me rodeaba. El zombie se hallaba ante la puerta de mi cuarto y se habia detenido, atraído por la ténue luz de la lámpara o el ruido. Prayer seguía sonando.

En un impulso, abrí la puerta como una exhalación.

Mi madre me observaba desde el otro lado. Con unos ojos que horas antes habían tenido un color azul precioso.

El corazón pareció pesarme como plomo dentro del pecho. De tan furioso que estaba tras el Allanamiento ni siquiera le había preguntado si le habían mordido. Ahora, una venda mal colocada y empapada de sangre coagulada colgaba de su brazo izquierdo.

Ella permaneció inmóvil bajo el dintel de mi puerta, con los hombros caídos y echados para delante mientras una gota de baba sanguinolenta colgaba de la comisura de sus labios. Yo también estaba inmóvil. Tanto fue así que ni siquiera noté que una lágrima caía por mi mejilla.

Era como si mi cerebro se hubiera congelado. Mis brazos se dejaron caer. El hacha me colgaba de la muñeca por el cordel que le até. Mi boca estaba abierta y balbuceaba cosas que ni yo mismo recuerdo. El silencio que nos rodeaba era tan espeso como la melaza.

Entonces, mi madre dio un paso.

Estaba completamente fuera de mí. En un segundo mi sangre pasó de ser escarcha a lava hirviendo. Me abalancé sobre ella, hacha en ristre, y fui a por su cabeza sin que mi ira dejara paso a un atisbo de duda. La canción Prayer estaba a punto de terminar.

Turn to me, return to me, return to me, you've made me turn away

- ¡JODER, MAMÁ! – el primer hachazo fue directo a la frente; su cráneo se astilló.

Living just isn’t hard enough

>> ¡MIERDA! – un segundo hachazo, éste a la coronilla.

Burn me alive inside

>> ¡COÑO! – otro más, mi madre cayó al suelo.

Living my life’s not hard enough

>> ¡JODER! – otro más; ya no los contaba.

They take everything from you

>> ¡¡MIERDA!!

El último hachazo se lo di al aire. El cordel de mi muñeca se rompió y el hacha voló por los aires hasta el otro extremo del pasillo mientras todo el peso de la situación cayó sobre mí como los escombros de un edificio en ruinas. El cadáver dos veces muerto de mi madre tenía la cabeza partida en dos. Sus hermosísimos ojos, ahora lechosos y sin vida, colgaban ligeramente de sus cuencas, debido a la fuerza de los golpes.

Me aparté de mi madre, pero mis piernas no me dejaron seguir más allá de un paso y me arrodillé junto a ella, deshaciéndome en llantos. No me dijo nada, quiso mantener lo sucedido en secreto hasta el final porque no quería que yo pasara por lo mismo que mi hermana. La… idiota de mi madre no pensó en que, tarde o temprano, éste iba a ser el final.

No sé cuánto tiempo pasé llorando junto a su cuerpo, cuando el desasosiego se fue disipando. Ya solamente albergaba odio.

Con la vista casi nublada fui a donde se había caído mi hacha y, sin arreglar el cordel, la cogí de tal manera que estaba seguro que no se me caería jamás.

Salí de mi casa. En el primer piso, al fondo de las escaleras, un zombie deambulaba sin saber cómo subir. Pero yo sí sabía cómo bajar. Agarrándome de la barandilla, apoyé todo mi peso y le propiné una patada en la cabeza con mis dos piernas. El cadáver chocó contra la pared opuesta y trastabilló, cayendo al suelo. Me dejé caer sobre su cuello que, débil y quebradizo, se separó de su cuerpo.

Aquel no iba a ser el último zombie caído aquella noche.

Me dediqué a lanzarme contra todo muerto viviente que veía. No usé la 9mm ni una sola vez. Un frío disparo no era suficiente para saciarme. Necesitaba sentir los crujidos de sus huesos, las salpicaduras de sus fluidos fríos y muertos. Necesitaba oír sus últimos suspiros y saber que habían muerto por mis manos una vez más.

Uno tras otro, hombres, mujeres y niños, fueron sucumbiendo a la fuerza de una humilde hacha de mano de podador. Los músculos me ardían, mis pulmones buscaban desesperadamente el aire suficiente para mantenerme vivo. Completamente enajenado y cubierto de sangre y restos de vísceras continué mi matanza, mi vendetta personal contra un mundo que yo no había elegido. Pero el mundo siguió jugando conmigo.

Fue el momento en el que me detuve. En el que pensé “a la mierda…”. Había estado matando muertos por toda la Ciudad y llegué al extremo diametralmente opuesto de la zona donde yo vivía. De lejos vi a mi siguiente objetivo, una mujer que, de pie, me miraba como si me desafiara. Corrí hacia ella esperando a estar lo suficientemente cerca para saltar sobre su cabeza con el hacha. Pero tuve que detenerme en seco.

Era el cadáver animado de Martha mi hermana desaparecida.

Ella me vio, y comenzó a renquear lentamente hacia mí. Exhausto, dejé caer el hacha, que con un ruidoso estruendo metálico marcó el final de mis ansias y de mi esperanza.

- A la mierda…

Me di la vuelta y deambulé sin rumbo, como uno de ellos, hasta que me dejé caer en un banco de un parque cercano. Con la letra de Prayer, de Disturbed aun en la cabeza, me quedé dormido allí mismo, presa de la extenuación, pensando que si algún muerto viviente me encontraba y me devoraba, que así fuera.

No ocurrió nada, como si el mundo siguiera riéndose de mí.

A la mañana siguiente, con un cielo encapotado como cabía esperar, fui a ver a Al. Con los ojos húmedos después de oír mi historia me dejó acompañarle a recoger las provisiones del ejército. Una vez en el punto de recogida, cuando pasaba el avión de suministros, Al encendió una brillante bengala roja, señal acordada que significa que hay un voluntario para unirse a las filas militares.

Ahora mismo me encuentro en un avión del ejército, rodeado de soldados de edades no muy lejanas a la mía, todos con la misma expresión que debo tener yo.Escribo estas palabras en un puñado de papeles arrugados que no sé si alguien leerá, con un bolígrafo que amenaza con gastarse. Resulta una metáfora curiosa.

Nos dirigimos a la Capital, grueso de la batalla debido a la gran cantidad de habitantes que solía haber allí. Sigo pensando en la letra de Prayer.

Tal vez, quien quiera que pueda leer esto pueda pensar que estoy loco. Debe de ser así. Hay que estar loco para sobrevivir en un mundo de locos. Loco para enseñar a niños de seis años a usar armas de fuego. Loco para guardar el cadáver de tu mujer en una jaula. Para atacar sin miramientos a lo que horas antes fue tu madre.

A veces, cuando alguien escucha una canción, lee un libro o ve una película, hay una frase o algún sentimiento que parece que esté hablando exclusivamente de ti, como me ocurrió a mí con Prayer. En esos momentos te sientes comprendido, sabiendo que no eres el único que alguna vez ha dicho o pensado o sentido lo mismo. Cuando eso ocurre, por lo menos en mi caso, siento que se crea una especie de conexión entre los autores y yo.

Escribo esto como un llamamiento a la esperanza en un mundo abocado al fracaso. Mientras siga habiendo ese tipo de vínculos entre los hombres y mujeres del mundo, puede que aun no sea nuestro final.



En fin, terminada queda. Espero que os haya gustado, porque a mí me encantó escribirla.

¡Cuídenseme!

martes, 9 de marzo de 2010

F**K YEAH!



Y ahí termina mi crónica sobre las jornadas Cromel, en L'Eliana, Valencia... x___D

viernes, 5 de marzo de 2010

Beyond Z Survival (2/3)

¡Bang!

¡Bang!

El cráneo del muerto que estaba sobre mí estalló. Afortunadamente cuando le di el cabezazo lo aparté lo suficiente como para que no me salpicara en la cara.

Reconocí aquellos disparos como de escopeta. Era un sonido inconfundible para mí, ya que desde muy pequeño acompañaba a mi padre a campeonatos semanales de tiro al plato.

Aparté el cadáver de mí y me incorporé. El otro muerto había caído también, con un boquete donde antes estaba su cara. Miré a mi salvador, que no era otro que Al, el tendero. Su escopeta, una Beretta de cañón superpuesto, me apuntaba directamente a mí.

- ¿Te han mordido, chico?

- No, Al, tranquilo…

Me examinó unos instantes, sin dejar de encañonarme. El mundo ahora era así. Si librabas a alguien de un ataque pero le habían mordido, debías hacerle el favor de ahorrarle la miseria de caminar como uno de ellos. Al siempre ha sido un buen tipo. Tal vez me hubiera dicho “lo siento” antes de disparar.

Una vez lo hubo creído conveniente, me tendió una mano. Me levantó con facilidad. Era un hombre corpulento, como mi padre, y un buen amigo suyo. Lamentó mucho su muerte. Una vez me levantó me siguió sosteniendo la mano, a modo de saludo.

- Ha estado cerca – me dijo.

- Sí, lo sé… – intenté no mostrarlo, pero estaba avergonzado.

- Ni se te ocurra hacerme darle a tu madre tu cadáver.

No creo que pudiera soportarlo. Yo tenía dos hermanas, Martha y Stelle, de 12 y 10 años más que yo respectivamente. Stelle estaba casada y tenía tres hijos. Un día, su marido y su hijo mediano, de cinco años, fueron a jugar a en una cancha de fútbol con buena visibilidad y rodeado por una valla metálica. Pero aquello no fue suficiente. Horas más tarde de su desaparición entraron, inusualmente juntos, renqueando en su casa. Mi hermana acabó con ellos pero no sin pagar un precio muy alto. Después de hundir la misma hacha de mano que colgaba de mi muñeca en sus cabezas, perdió totalmente la cordura. Como resultado acabó ahogando a su bebé de año y medio en la bañera, lanzando a su hija de ocho años por el balcón de su quinto piso, y por último saltando ella después. Puedo decir casi con toda seguridad por qué lo hizo: no quería volver a ver la imagen de alguien de su familia con la expresión vacía y macabra de los muertos.

Mi hermana Martha vivía sola en un apartamento cerca de casa. Desapareció hacía unos meses. No teníamos esperanzas de encontrarla.

Al permaneció unos segundos mirándome a los ojos.

- ¿Qué tal está tu madre?

- Anoche soñó con mis hermanas otra vez… Está cansada de vivir así, se le nota en los ojos…

- Es una lástima. Tiene unos ojos azules preciosos.

La tienda de Al había sido, creo, la única tienda de la Ciudad desde que estalló el brote. Los suministros llegaban por vía aérea cada mes. El ejército lanzaba enormes cajas con paracaídas una vez a la semana. Esto era señal, al menos, de que no se habían olvidado de nosotros, y de que nuestra situación, aunque fuera en comparación con las grandes ciudades donde aun se batallaba, fuera más sostenible. Así, los martes o miércoles de cada semana, en un punto aleatorio de la Ciudad, Al cogía un enorme carro y transportaba en varios viajes todos los suministros. La situación más lógica hubiera sido que cada vez que llegara la comida todos nos abalanzáramos como los mismos zombies, pero conseguimos alcanzar un consenso y acordamos que una sola persona se encargara de la distribución desde un único establecimiento. Al se ofreció voluntario.

Nos acercamos a la tienda de Al una vez me recompuse un poco. Aun así, no me llegué a relajar mucho. No a mucha gente le hizo gracia que Al fuera el único voluntario y la razón se hallaba en su tienda.

Una vez cruzamos el umbral de su puerta, me abrumó el olor que reinaba en todo el exterior, solo que más concentrado. El establecimiento se componía únicamente de una amplia cámara con un mostrador en el fondo y estantes en las paredes. La variedad de productos no era gran cosa: comida deshidratada o en lata, productos de higiene y poco más. De vez en cuando Al exploraba las casas cercanas que estuvieran vacías para coger las cosas que se pudieran aprovechar y que no proporcionara el ejército, principalmente relacionadas con el entretenimiento (libros, revistas, juegos de mesa…). En un mundo así, el entretenimiento es esencial para no perder la cordura.

Pero el olor no provenía de los productos, provenía de la razón por la cual la gente no le tenía mucho aprecio a Al. Al fondo de la tienda, detrás del mostrador, había un cubículo grande totalmente cubierto por una cortina. Aquella cortina, roja y tupida, no siempre estuvo ahí.

- ¿Qué quieres, hijo?

- ¿Tienes algo de sopa?

Fue a una de las estanterías del fondo y cogió un par de sobres de sopa de fideos deshidratada. Al pasar junto al cubículo cubierto se oyó un ruido en su interior. Al me sorprendió mirándolo fijamente.

- Aquí tienes. No dejes sola a tu madre – se le notaba arisco –.

- Gracias – respondí –. ¿Tú cómo estás?

- Ya apenas la oigo… – súbitamente pareció abatido.

Suspiró y miró al cubículo.

Poco después de que estallara el brote fue cuando el índice de mortalidad estaba en auge. La gente, confusa y asustada, se hacinaba en las carreteras, se encerraba en casas con poca protección o, simplemente, perdía la razón y salía a la calle intentando huir. La mujer de Al murió. Él perdió la razón.

Por eso guardaba su cadáver reanimado en el cubículo, completamente incapaz de separarse de ella.

Cambié de tema.

- ¿Qué sabemos del frente?

Junto con las provisiones el ejército informaba del estado de la batalla en una especie de periódico rudimentario impreso por algún aficionado militar.

- La batalla por la Capital parece que se ha recrudecido – se le veía agradecido por dejar de hablar de su mujer –. No ha habido bajas, dicen, pero no parece que vaya a acabar pronto. Los muertos siguen y siguen viniendo… Al menos siguen bastante lejos de la Provincia.

Puesto que el mundo, como ya he dicho, había perdido todo su sentido, muchos conceptos hasta entonces de sentido común, se fueron a la mierda también. Uno de ellos era la geografía. Abandonar el País no sólo era complicado físicamente sino virtualmente suicida. Así que, simplemente, optamos por dejar de llamar a los lugares por su nombre y pasar a conocerlos simplemente como Ciudad, Provincia, País…

En un mundo como este, si queremos sobrevivir, todos tenemos que pertenecer a la misma patria.

Me despedí de Al y me dirigí hacia mi casa.

Con el sobre de sopa en la mano me di cuenta de que empezaba a tener hambre. Me dio por pensar, como ya había hecho tantas veces, en si ese era el estado permanente de los zombies. Imaginé una vez más cómo tenía que ser vagar sin rumbo, sin un pensamiento en la cabeza, sin un recuerdo de tus seres queridos, aficiones, gustos o sentimientos. Sólo con la sensación de hambre insaciable en un mundo borroso y sin sentido.

Quizá fuera porque divagué demasiado, pero no me di cuenta hasta pasados unos segundos de que la puerta de mi casa, una vez llegué, estaba en el suelo.

Dejé caer la sopa, y subí el último tramo de las escaleras de tres en tres. Crucé el umbral a toda velocidad y me dirigí al pasillo. No me hizo falta llamar a mi madre a gritos.

En el fondo del pasillo había un zombie, el cadáver de un hombre, que renqueaba con lentitud, dándome la espalda. Delante de él estaba mi madre, en el suelo, retrocediendo a trompicones hasta dar con la pared. No me vio. Él tampoco.

Una milésima de segundo antes de que la ira ciega se apoderara de mí opté por no usar la 9mm, ya que no sólo podría herir a mi madre, sino que haría demasiado ruido. Así el hacha de mano y me abalancé a toda velocidad. Con un rápido arco hundí el hacha en el cráneo tres veces. Tiré de él con mucha más fuerza de la necesaria para que cayera al lado contrario de donde se encontraba mi madre.

Podía notar los martillazos de mi corazón taladrando mis sienes. La vista se me había nublado y estaba algo mareado de pura rabia. En lugar de comprobar en silencio si el cadáver emitía el más mínimo signo de haber sobrevivido me dediqué a patearle la cabeza hasta que su cráneo no era más que pulpa amorfa que salpicaba las paredes de mi casa al igual que mi ropa.

- ¡¿QUÉ QUERÍAS, EH, HIJO DE PUTA?! – grité.

Me mantuve mirando al muerto jadeando hasta volver en mí. Miré a mi madre y me horrorizó ver que su expresión de terror no había desaparecido. Me miraba a mí.

Suspiré, solté el hacha de mi muñeca y la dejé caer. Le tendí una mano a mi madre pero, ya fuera por el shock o por alguna otra razón que no me apetece plantearme, tardó en cogerla unos segundos.

- ¿Estás bien? – le dije.

- Sí, hijo, no te preocupes…

La ayudé a levantarse y la miré a los ojos.

- ¿En qué cojones estabas pensando, mamá? ¿Cómo te has dejado acorralar así? – realmente no era propio de ella; era más fuerte que yo en muchos sentidos.

- Yo… no sé, cariño… – su voz sonaba queda y rota; sus ojos estaban húmedos.

No hizo falta que dijera nada más. La estreché entre mis brazos sabiendo de sobra en qué… en quién estaba pensando. Mi madre no tenía fuerzas ni para levantar los brazos. Estaba temblando.

- Acuéstate, mamá. Yo limpio esto…

Permanecimos abrazados unos instantes más, después de los cuales se marchó a su cuarto aun conmocionada. Esperé a verla entrar y volvía mirar al zombie caído. Parte del contenido negruzco y viscoso de su cráneo destrozado aun se derramaba lentamente sobre el suelo del pasillo. Limpiar todo aquello iba a resultar costoso, así que me dirigí a la cocina no sin antes propinarle una patada en el pecho. Algo crujió.

Después de dejar caer el cuerpo por el balcón (esta vez no venía nadie) cogí una de las garrafas de lejía que nos quedaban en la galería. El suelo de toda mi casa estaba salpicado por enormes manchas de corrosión a causa de la lejía que usamos para desinfectarlo cada vez que se da un Allanamiento. Hacía tiempo que nos acostumbramos a que el olor de la lejía entrara directamente al cerebro.

Volví a la escalera de mi edificio a coger los sobres de sopa y me asomé a la habitación de mi madre.

- ¿Te preparo la cena, mamá?

- No tengo hambre…

Lo suponía. Dormía muy mal últimamente y se merecía descansar.

Fui a la cocina y cogí un cazo. Antes de llenarlo de agua miré la hora. Eran las siete y media de la tarde, así que lo llené de agua y encendí el gas para que hirviera. Las compañías de luz, agua y gas seguían funcionando pero sólo en determinados intervalos horarios que equivalían a los periodos entre los cambios de guardia de algunos soldados especializados en los edificios correspondientes. De esta manera no sólo se racionaban agua y gas en un periodo en el que no era fácil renovarlos, sino que se impedía que un puñado de hombres sin experiencia militar permanecieran demasiado tiempo en un mismo edificio.

Terminé de hacerme la cena y la puse en un plato. Luego, puse este en una bandeja de plástico y me fui a cenar al sofá de la sala de estar. Era curioso cómo, después de años sin emisión, seguía cenando con la mirada fija en el televisor apagado.

Después de terminarme la sopa coloqué el plato en el fregadero y volví a mirar el reloj. Tendría que fregar al día siguiente.

Aquella noche me fui pronto a mi cuarto, no sin antes recoger el hacha de mano que había dejado caer en el pasillo. Saqué apuntes de microbiología de segundo curso de biología y los abrí por una página al azar. Si el mundo no se hubiera ido a la mierda, yo estaría ya dos años licenciado en esa carrera, por la Universidad de la Provincia. Evidentemente ésta no estaba en funcionamiento, o al menos no se me había hecho saber. La educación en la cuidad, por lo menos, se limitaba a enseñar a leer, a escribir y a sobrevivir.

Puesto que ya era noche cerrada encendí la lámpara de mi escritorio así como el mp3 conectado a altavoces, todos ellos funcionando con batería cargada a las horas adecuadas. Puse un disco del grupo Disturbed a un volumen moderado por si mi madre me llamaba y releí por enésima vez mis apuntes escritos a mano. Entorné la puerta de mi cuarto, para que el ambiente fuera menos tétrico.

Empecé a estudiar biología por vocación, ya que lo tuve claro desde que era muy pequeño. Siempre me habían gustado los bichos. Ahora me servía de distracción y para comprender en parte a… otros bichos. No me servían para deducir el método de acción de lo que fuera que provocó el brote y tampoco pretendía investigar al respecto. Pero ciertas asignaturas o temas me ayudaron a comprender algunas de las características de los muertos vivientes.

El rigor mortis por ejemplo. El hecho de que los zombies se muevan con lentitud y torpeza se debía a que los músculos de sus miembros motores estaban rígidos, como ocurre con los cadáveres ordinarios. Este proceso se debe al principio de que los músculos, y no sólo los humanos, requieren energía no sólo para contraerse, sino también para distenderse. Es por ello que los zombies, con su aparato digestivo muerto e infuncional, no obtenían energía al comer y se tenían que desplazar con unos miembros que apenan les respondían.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que empecé a bostezar. Recuerdo que aun sonaba Disturbed. Concretamente, su canción Prayer.

Oí un ruido.

martes, 2 de marzo de 2010

Earth Unquaked



A mis amigos de Chile y a la gente de Haití:

¡Ánimo!