No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

lunes, 19 de enero de 2009

[I.F.S] Ivy Swing

Dibujo: Leyre García García (Delerium)
Relato: Andrés Antonio Martínez Bertomeu (Tréveron)


El columpio se balanceó lentamente, y la hiedra que abrazaba sus cuerdas crujió con ellas, dejando un casi inaudible eco más allá del claro. El árbol del que colgaba, exuberante y lozano, permitía de manera condescendiente que la hiedra reptara gentilmente por su anchísimo tronco, sobre una de cuyas ramas colgaba el columpio. Una mujer estaba impulsándose a desgana sentada sobre el tablón de la humilde atracción, mirando al vacío con melancolía. Y escuchaba.

Escuchaba aquello que los hombres no pueden oír, aquello que la naturaleza se guarda para quienes no han perdido la comunión con ella. Escuchaba los susurros del viento, el murmullo del agua al caer, el atropellado y veloz chapurreo de los animalillos que la rodeaban, el zumbido ininteligible de los insectos. Escuchaba a los espíritus del bosque.

Gritaban. Estaban agonizando, incapaces de seguir aguantando por mucho más tiempo la opresión de los codiciosos humanos que habían dado de lado a la madre que les alimentó desde los albores de la historia. Y la mujer, sola, impotente, no podía más que contener amargas lágrimas en sus ojos verdes.

Fueron esos mismos espíritus los que le advirtieron de la presencia de alguien que acechaba tras un árbol cercano. Algunas de las criaturas de la verdor observaban con ojo avizor y advertían a la mujer con estridentes chillidos. El aire le trajo sutilmente su aroma: era un hombre, posiblemente un cazador; uno muy descuidado.

Éste se movió, los crujidos de las hojas secas de hiedra que cubrían el suelo le delataron.

Repentinamente el viento silbó: el cazador había lanzado algo. Algo agudo. Un reflejo metálico lanzó un fugaz destello que alertó a la fauna. La mujer, plenamente consciente del ataque no se movió, y un cuchillo, raudo y firme, pasó rozando su mejilla izquierda, cortando parte de su larga melena morena. Fue entonces cuando el cazador se dejó ver.

Ahogó un grito cuando se percató de lo que se encontraba ante sí. Vio el árbol, cubierto de una hiedra que arraigaba lejos de la base de este y que cubría gran parte del suelo del claro. Algunas de las hojas estaban aparentemente secas, con un color ocre rojizo, que contrastaba con el verde general del paisaje. También vio el precario columpio. Y la vio a ella.

Vio sus ropas campestres que dejaban al descubierto su espalda, de una piel morena y aterciopelada. Sus cabellos morenos y lisos, eran más cortos allá donde se había hallado la trayectoria del cuchillo. Ella ni siquiera de había dado la vuelta para observar a su agresor.

- ¡Dios! – exclamó el cazador – ¡Se lo ruego, discúlpeme, señorita! ¿Está usted bien? ¡Por favor, hábleme! ¡Dígame que está bien!

- Eso calmaría tu conciencia, ¿verdad? – dijo ella; su voz era dulce, aunque teñida de tristeza.

Giró la cabeza y le miró con sus profundos ojos verdes. Una lágrima había conseguido asomarse y ahora se derramaba a lo largo de su mejilla. Sus finos labios sonrieron.

- Cálmese... estoy bien...

El hombre suspiró, aliviado.

- Creí que era un animal... Oí el crujido de unas hojas y pensé...

- La hiedra.

- ¿Cómo?

- Fue la hiedra que rodea las cuerdas de este columpio la que oíste.

El hombre se fijó entonces. Efectivamente, finas cicatrices de hiedra recorrían las ramas del árbol.

- ¿Por qué cazabas? – preguntó ella

- Ehm... – titubeó él – Supongo que por entretenimiento... – admitió algo avergonzado.

- ¿Y qué pensabas hacer con la pieza cazada?

- Pues... – completamente sofocado abrió la boca pero no respondió

Ella rió con amargura.

- Nunca es suficiente para saciar la codicia que nos reconcome... – mientras ella hablaba, el cazador se acercó preocupado – ... y nuestro egoísmo no conoce ataduras ni restricciones.

- Disculpe, pero no entiendo...

- Claro que no entiendes. – le cortó – Nadie parece entender que el bosque está hastiado, que la tierra gime e intenta sacudirse de la plaga que lo corroe desde su superficie hasta sus entrañas. Sí... el principal error que comete la raza humana es que no entiende. Porque la venda que cubre vuestros ojos es la idea del control que creéis sobre aquello que os rodea.

El cazador retrocedió, asustado ante la aparente enajenación de la mujer, pero tropezó con un tallo de hiedra y calló al suelo con un estrépito ahogado por la tupidez de la hojarasca.

- Creéis que el bosque no puede defenderse, pero lleva aquí desde antes que ninguno de nosotros fuera concebido.

El hombre intentó levantarse, pero sus mangas se habían enganchado en las espinas del manto vegetal que lo rodeaba. Sobresaltado, tiró de sus brazos y el tejido de su camisa se rasgó con las púas de la hiedra. Sus antebrazos sangraban, magullados.

- Pensáis que el bosque no es lo suficientemente capaz de deshacerse de las plagas que lo infectan.

Cada vez más tenso el cazador movió sus piernas para intentar levantarse, pero descubrió que también están enganchadas en los diminutos garfios de la hiedra. Aterrorizado, observó cómo tallos comenzaron a crecer a su alrededor, envolviéndole, abrazándole, perforando si piel con cada vez más abundantes espinas que parecían crecer desde la misma superficie de su cuerpo. Angustiado y desesperado, gritó.

- ¡¡POR FAVOR, AYÚDAME!!

- El bosque también grita. Y sus gritos son ignorados desde hace demasiado tiempo.

Más tallos reptaron hacia su boca, abierta de par en par ante la necesidad de respirar y gritar pidiendo ayuda. Poco a poco, lentamente, su voz estridente fue ahogada.

La hiedra fue rasgando su piel mientras seguía creciendo sobre el cuerpo sin vida del cazador, alimentándose de su sangre. El color de las hojas que le envolvían comenzó a virar del verde esmeralda al rojo cobrizo, fundiéndose con el resto de hojarasca ocre que manchaba la verdor del claro. La mujer del columpio sonrió.

- El bosque luchará para prevalecer.

Se balanceó una vez más. La hiedra que abrazaba las cuerdas crujió.



>> A cualquier precio.


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Segunda entrega del patentadísimo Servicio de Fanarts Invertidos, a cargo de nuestra amiga y vecina Delerium. Recordad, si queréis saber lo que puede dar de sí alguno de vuestros dibujos que tenéis tirados por casa muertos de risa, ¡Enviadlos! Siguiente entrega, un fanart invertido a cargo de el siempre hilarante Secun (y sus divertidas ansias asesinas)

8 comentarios:

Nixarim dijo...

como ya te comenté, es muy bonito :) Sencillo, directo y con un claro mensaje ecologista... (ecologista a lo bestia xD)

Zanthia Khalá dijo...

toma ya! que bueno oye o_O

T. dijo...

waoo
me encanto
te enviare uno :D

Anónimo dijo...

WoW, ESTA EXCELENTE,LOS RELATOS DEL GRAN TREVERON REGRESO!!!!!!

LUEGO TE MANDO UN FAN-ART MIO, ¿DONDE TENGO QUE ENVIARLO?

Delerium dijo...

x3

ES EL MIO!!!!!!!

me siento importante, oh, si =]

y mola...n.n ya te lo dije, me encanta x3

Miaur!!!

Anónimo dijo...

sugoi *-* como mola...que ecologismo tan...tan...tan a mi estilo...nunca crei que las plantitas de mi casa serian tan sadicas...creo que tendre preparado el acido por si acaso ¬¬ bueno que estuvo genial!! servidora se va a estudiar para el examen de mañana que no tengo ni repajolera que temas contiene y es sorpresa con la mala baba de que el profesor puso cosas que no sabemos ò_Ó ALE ADIOS XD

palabra: sallytor

(umm creo que aqui no le pillo nada a la palabreja xD)

JJ dijo...

pues no se quizas mejorase con plantas caniblaes empuñando sierras electricas....

pero esta muy chulo, y el dibujo no se queda atras...

iMartinez dijo...

Creía que se casarían al final... :(